Florentino Pérez, el hombre sin límites

En un conocido escena del progama de humor ‘Crackòvia’, Florentino Pérez y Jaume Roures se encontraban en un restaurante para hacer negocios. El presidente del Real Madrid quería comprarle al director de Mediapro un mando a distancia que permitía rebobinar la realidad y modificarla al gusto del propietario. Gracias al mágico objeto, Florentino tendría la maravillosa oportunidad de cambiar el resultados de los partidos que hubieran perdido los merengues. La compra del aparato se iniciaba con la «módica» cantidad de 100 millones de euros e iba subiendo progresivamente, hasta lograr cifras desorbitadas. A cada nueva propuesta del catalán, el madrileño respondía: ¡Eso no es dinero para Florentino!

 

Al final del gag, el «rey Midas» del Bernabéu adquiría el mando por una suma multimillonaria, pero Roures se lo endilgaba sin pilas, por lo cual era necesario empezar de nuevo el hilarante proceso, que no conocía barreras crematísticas. La escena humorística nos hace pensar en los astronómicos fichajes «galácticos», que han contado con el apoyo de turbias ayudas bancarias. También podríamos aplicarla al nuevo despropósito financiero protagonizado por el director de la «Casa blanca», que representa a la perfección los excesos de una élite que nos han conducido hacia la ruina.

 

Para sacar adelante el proyecto Castor, en el cual participa ACS, se han franqueado unas peligrosísimas líneas rojas. Florentino Pérez y sus socios no las tienen todas de salir indemnes. Además de los derechos democráticos que se han vulnerado en el norte de Castellón y el sur de Tarragona, el desastre medioambiental que se podría desencadenar es casi impensable. A pesar de los mensajes tranquilizadores que hemos recibido los ciudadanos, cuando se unen palabras como terremoto, falla y central nuclear, las imágenes de futuro que vienen a la cabeza no son precisamente relajantes. Es complicado mantener la calma en estas circunstancias. No es mi intención difundir un mensaje alarmista, pero comprendo perfectamente el pánico social que se ha desatado. La indignación se incrementa todavía más, si esto es posible, cuando sabemos que los geólogos habían advertido que se podían producir movimientos sísmicos y los impulsores del faraónico proyecto eran perfectamente conscientes.

 

Fantasías apocalípticas a parte, también hay que subrayar que el innecesario almacén de gas ha supuesto una inversión de 1.200 millones de euros: un 90% más respecto de lo que se había presupuestado inicialmente. Sería de esperar que la pésima gestión -otra lacra del país-, tuviera consecuencias inmediatas para los dilapidadores pero, según hemos sabido recientemente, el sobrecoste se verá reflejado en un aumento de la factura de los consumidores. Así pues, de manera completamente incomprensible, además de la amenaza de los temblores, los ciudadanos pagaremos de nuevo los platos rotos. ¿Alguien será capaz de parar los pies a la voracidad maligna de estos hombres de negocios?

 

Con todo, no sería justo depositar la culpa encima de los hombros de un solo empresario porque su escalada a la cúspide del poder habría sido imposible sin una espesa red de complicidades. En el supuesto que nos ocupa, la explotación de Castor durante 30 años se concedió en el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2008, con Miguel Sebastián al frente del Ministerio de Industria. Por otro lado, son muy conocidos los masajes que le practican los periodistas a Florentino y el ostracismo al cual ha sido condenada su biografía no autorizada. Nuevamente, pues, vemos el rostro de un sistema podrido y aterrador. Aquello que en tiempo de bonanza se tapaba alegremente e incluso podía ser objeto de una broma ha acontecido, en el marco de la recesión y la política de austeridad, un espectáculo dantesco y abominable. Podemos afirmar que se nos ha congelado la sonrisa.

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