Junqueras en La Jonquera

Si debemos hacer caso a los cerebros privilegiados que guían el «proceso», esto de la independencia de Catalunya ya está en el saco. Bajo el liderazgo de Artur Mas, el próximo año haremos la consulta con una sola pregunta, ganará el «sí» de manera aplastante y -ale hop!- Les Cases d’Alcanar, Caseres, Arnes, Batea, Soses, La Granja d’Escarp, Almacelles, Alfarràs y El Pont de Suert pasarán a ser nuevos puntos fronterizos, además de los que ya tenemos actualmente con el Estado francés.

 

Para ir a la Vall d’Aran tendremos que circular durante 100 kilómetros por territorio extranjero. Cuando pasemos de Horta de Sant de Joan a Valderrobres cambiaremos de país. Para telefonear de Lleida a Fraga tendremos que marcar el prefijo 0034 de llamada internacional a España. Si Bruselas nos quiere marginar, la Unión Europea empezará en Vinaròs. Para subir a Perpiñán tendremos que hacer cola para entrar en el espacio Schengen.

 

Todo esto es absurdo. Y pongo sólo unos ejemplos muy domésticos, que se enredan extraordinariamente si hablamos de la moneda, los aranceles, las pensiones, la Seguridad Social, los depósitos bancarios, los préstamos concedidos por entidades españolas a empresas y particulares de Catalunya, la Bolsa de Barcelona… Lo siento, pero la vida ya es bastante complicada para todo el mundo para, además, embarcarnos en una novela de caballerías absolutamente irreal que no tiene ni pies ni cabeza.

 

Me ha hecho gracia ver cómo Oriol Junqueras resuelve uno de los millones de problemas de una complejidad insondable que origina la declaración de independencia sacándose de la manga una solución mágica: «Cuando Catalunya sea independiente, habrá muchos catalanes que no tendrán porqué renunciar a su condición también de ciudadanos españoles. De hecho, hay muchos ciudadanos del mundo que tienen doble nacionalidad. Y esto puede ser perfectamente habitual en la Catalunya independiente», ha declarado a la agencia Efe. ¿Y con qué pasaporte se plantará Oriol Junqueras en La Jonquera?

 

He leído de alguno de los lumbreras del régimen convergente, que los intelectuales independentistas son superiores en número y calidad a los intelectuales «unionistas», a quienes reprochan la pobreza y la poca consistencia de sus argumentos. Perdonen, pero mientras no se insulte y no se incite a la violencia, todo el mundo tiene derecho a expresarse y a ser escuchado, con respeto y en igualdad de condiciones. Nadie tiene la verdad infusa y los independentistas, tampoco.

 

Dando por supuesto que en 2014 habrá consulta y que ganará el «sí», avanzo una hipótesis que considero plausible: será más difícil que Catalunya se convierta en una República Independiente que no que los grandes partidos españoles aprueben una modificación de la Constitución en clave federal que facilite el encaje de las naciones históricas.

 

Hay más respuestas, más lógicas, más constructivas y más factibles en la transición de un Estado de las Autonomías a un Estado Federal que no en la proclamación de la independencia de Catalunya. Es más fácil conseguir que el resto de España acepte un modelo federal -que tiene referentes muy contrastados en países de nuestro entorno, como Alemania o los Estados Unidos- que no que acepte una independencia negociada de Catalunya. Porque la independencia de Catalunya sólo es posible y viable si el resto del Estado español no se pone en contra. Y esto es una quimera. Los catalanes somos como somos, pero los españoles también son como son. A mí no me gusta la «caverna mediática» cuando dice groserías sobre los catalanes, pero tampoco me gusta el «sometent mediático» cuando tilda a los españoles de analfabetos y de colonos.

 

Yo entiendo y comparto la indignación por el recorte del Nuevo Estatuto de 2006 y considero que hay que reparar esta injusticia histórica. Yo entiendo y comparto la necesidad de que las balanzas fiscales sean transparentes y públicas, sin trampas por parte de nadie. Yo entiendo y comparto que se tiene que poner un límite a la solidaridad fiscal entre los territorios, de acuerdo con los estándares vigentes en otros estados federales. Yo entiendo y comparto que Catalunya tiene que tener autonomía en la gestión de los puertos, de los aeropuertos y de las líneas de cercanías. Yo entiendo y comparto que el catalán tiene que ser reconocido como lengua oficial a la Unión Europea, etc., etc.

 

Esto lo tenemos al alcance y todo el mundo -en Catalunya, y también en el resto de España- se podría poner de acuerdo si desactivamos la acritud y el resentimiento. Llamadme iluso o estúpido, pero me parece más positiva y alentadora la Tercera Vía que no poner una frontera, de entrada y salida, en Almacelles.

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