¿Dónde están los outsiders?

La comunicación y la política están perdiendo toda la pluralidad que alguna vez quiero pensar que tuvieron. La disciplina de voto es el mejor invento que se ha creado para acabar con la democracia dentro de los partidos y los medios de comunicación lo alentamos criticando a las formaciones en las que hay diferentes opiniones internas, como si ello fuera un signo de debilidad. Los partidos se abren siempre a la ciudadanía, como si todos fueran bienvenidos, pero luego desechan a los que tienen voz propia.

Por otro lado, en los medios predominan dos tipos de tertulias políticas. Las que buscan la bronca y se asemejan a los programas del corazón, en las que es imposible escuchar durante diez segundos una opinión sin que sea cortada por otro contertulio; y las del discurso único, en las que no existen discusiones porque los participantes comparten una misma visión del tema a debatir, diferenciándose en pequeños matices.

Muchos de los que piensan diferente son catalogados de ‘frikis’, y la mayoría lo son. En este país, para poder ascender dentro de un partido o un medio de comunicación, has de decir lo mismo que los demás, pero con mejor cara; y si no, has de ser gracioso, para poder al menos llamar la atención. Echo en falta catalanes que defiendan permanecer en España sin caer en argumentos autoritarios. Lo mismo con españoles que defiendan la libertad de Catalunya sin que su principal argumento no sea lo mal que está el país, porque Catalunya no está mucho mejor. Y lo mismo con otros temas en los que siempre escucho la misma opinión pero de diferentes voces.

Quienes forman nuevos partidos no son personas con ideas nuevas, sino políticos rebotados de otras formaciones en las que se les negó la posibilidad de crecer, como Rosa Díez, Francisco Álvarez Cascos o Ernest Maragall. Hacen falta ‘outsiders’, gente de prestigio que no tenga miedo a decir lo que piensa y que no caigan en las redes del populismo para decir lo que la gente quiere oír. En épocas de confrontación como la actual hacen falta más que nunca los ‘outsiders’, aunque sólo sea para que los ciudadanos puedan escuchar opiniones razonadas diferentes de las de la mayoría, porque un pueblo que sólo tiene una voz es un pueblo sin libertad.

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