Catalunya & Irlanda del Norte

En la Vía Catalana no me encontraréis. Yo soy catalán, pero no soy independentista. Creo, por múltiples razones, que este proyecto político -que respeto como demócrata- es un error histórico que nos dirige a la frustración… y, en algunos casos, a la exasperación.

 

Yo fui a la manifestación de la Diada Nacional del Once de Septiembre del año pasado. Subscribía y compartía el lema: «Catalunya, nuevo Estado de Europa». Baden-Wurttemberg es un estado (federado de Alemania), California es un estado (federado en los Estados Unidos), Tasmania es un estado (de la confederación australiana), el Punjab es un estado (federado de la India).

 

Me gusta el concepto de la Vía Catalana, una larga sardana lineal, dándonos las manos. Participaría con mucho gusto, pero no subscribo ni comparto su apelación directa a la independencia. Con todo el buen rollo que queráis, pero la considero excluyente.

 

Tal vez porque vengo de un pueblo, Vilanova del Camí, donde la población es inmigrada en un 80% y mis amigos de juegos cuando éramos pequeños venían de tierras andaluzas, murcianas, extremeñas… Como pasa en El Hospitalet, en Badalona, en Santa Coloma de Gramenet, en Cornellà, en Sant Boi, en El Prat, en Gavà, en Sant Adrià, en Sant Joan Despí, en Viladecans, en Esplugues, en Sabadell, en Terrassa, en Rubí, en Barberà, en Cerdanyola, en Ripollet, en Montcada, en Castelldefels, en Mollet, en Parets, en La Llagosta, en Granollers, en Mataró, en Sant Feliu de Llobregat, en Molins de Rei, en Abrera, en Olesa, en Santa Margarida de Montbui…

 

Me sabe muy mal que la sociedad catalana se divida en independentistas y españolistas. Entre otras cosas porque esto es una falacia. Quienes no somos independentistas, como yo, no nos consideramos ni somos españolistas. Diría que somos millones los catalanes que pensamos y sentimos de esta misma manera. Se nos intenta segregar en dos comunidades antitéticas y enfrentadas cuando todos formamos parte de un mismo pueblo, como en el caso del mío, Vilanova del Camí. Y siento decirlo, pero es así: son los independentistas quienes, al afirmarse, nos quieren dividir.

 

Desde 1977, he participado activamente en todas las fiestas nacionales de Catalunya. Este año no lo haré, para no ser «contado como independentista», como ha dicho el vicepresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jaume Marfany. Visto en perspectiva, considero que en la manifestación del año pasado me engañaron: sin avisarme, también me «contaron» como independentista y el presidente Artur Mas me instrumentalizó para disolver el Parlament. No volveré a caer en este error.

 

En las pasadas elecciones en el Parlament de Catalunya, los partidos independentistas -ERC y CUP- obtuvieron 625.000 votos. CiU, que también apoya a la Vía Catalana, 1.120.000 votos. ¿Cuánta gente irá a la cadena? A pesar de no participar, deseo a los organizadores que sea un gran éxito por todo el esfuerzo que invierten. Pero que piensen siempre que en Catalunya somos siete millones y que la base de la convivencia es la tolerancia.

 

Ser no independentista no es el mismo que ser anti independentista. Desgraciadamente, muchos independentistas no piensan ni opinan lo mismo de los no independentistas, a quienes estigmatizan sin medida con el apelativo «unionista», importado de la guerra civil entre católicos y protestantes a las calles de Belfast o Londonderry.

 

Lo siento: Catalunya nunca será Irlanda del Norte. La gran mayoría que no iremos a esta Vía Catalana, tal y cómo ha sido formulada por la ANC, también tenemos valores e ideales, respetables y no despreciables. A mí, como catalán de pura cepa, me da igual que me insultéis en los comentarios que algunos hacéis en mis artículos. Pero a mis amigos de juegos infantiles, ¡no les toquéis ni os moféis de ellos!

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