Topos ‘Cum Laude’ del Partido Popular

Durante la guerra fría los espías eran, según cuenta en sus novelas John Le Carré, un maestro indiscutible del género y antiguo agente del MI2 británico, antihéroes con aspecto de oficinistas de tercera; vulgares, mal vestidos, perdularios y, en ocasiones, cornudos o sodomitas. Eso sí: poseían una inteligencia excepcional, dominaban a la perfección más de cinco idiomas y se beneficiaban de una memoria de computadora. Daniel Galván fue uno de ellos. Formó parte de los servicios secretos españoles durante muchos años, prestando prioritariamente servicios en Irak y en Kenitra, base de Al Qaeda, hasta que fue detenido en 2011 por abusar sexualmente de 11 niños. En el juicio, Galván reconoció sus delitos, a excepción de ser un topo del CSI, por lo que fue condenado a 30 años de prisión. Consciente de que, tarde o temprano, iba a ser rescatado por los servicios españoles de Inteligencia, esperó pacientemente en la cárcel de Marruecos que llegara el día de su liberación.

 

Su excarcelación le vino de la mano de Juan Carlos I. A raíz de la última visita del monarca a Mohamed VI, el Centro Nacional de Inteligencia había entregado al rey de España una lista de 48 presos para que instara el indulto de todos ellos. En realidad no era más que una cortina de humo para que saliera Galván. Los dirigentes del CSI que le habían confeccionado un nuevo pasaporte, elucubraron que con esta burda estratagema el nombre del pederasta quedaría diluido entre los otros agraciados, pequeños contrabandistas de ‘hachis’. Mohamed VI los indultó a todos pero esta vez la prensa marroquí destapó el escándalo. ‘El pedófilo ha sido indultado a petición del servicio secreto español‘ publicó como titular el periódico ‘Lakome’. ‘Se trata de un acuerdo entre el DGED (el servicio secreto marroquí) y su equivalente español, el CNI.‘ A su llegada a España, Galván fue detenido y nuevamente encarcelado, esta vez en Soto del Real. Juan Carlos I, mensajero de esta infamia, hubiera estado mejor calladito en La Moncloa que cometiendo nuevas torpezas por esos mundos de Dios. Debiera recordar que tras su última escapada cinegética en Botswana pidió perdón al pueblo por el error que había cometido, prometiendo ante los medios ‘que no lo volvería a hacer’.

 

En la actualidad el mundo de los ‘topos’, espías infiltrados en las instituciones para desbaratar actividades, planes o proyectos del oponente a modo de agentes provocadores, ha cambiado radicalmente. Les pondré dos ejemplos. Me referiré en primer lugar a Francisco Marhuenda, actualmente director de ‘La Razón’. Desde 1995 Marhuenda, que se atribuye a si mismo los títulos de doctor en derecho, abogado y periodista, fue miembro destacado del Partido Popular hasta el punto de ser designado diputado electo del ‘Parlament de Catalunya’. En 1996 José María Aznar le nombró jefe del Gabinete de Administraciones públicas que presidía Rajoy y más tarde director general de Relaciones con las Cortes. Pero su paso por la política no sólo fue lamentable sino que destacó por graves escándalos de corrupción absolutamente contrastados. Les subrayo el más importante: en 1999 vendió un fondo documental de la empresa ‘Estrategias, Asesoramiento y Comunicación SL’, de la que era único titular, al Instituto público madrileño Ramón Carande regido por el PP por 32 millones de pesetas que salieron de la Complutense. Marhuenda, presuntamente, se quedó con el dinero realizando una operación prohibida por la ley de incompatibilidades ya que era aún director general.

 

Para evitar escándalos, Marhuenda fue destituido aunque consecutivamente, impulsado por José Manuel Lara, fue nombrado director de ‘La Razón’ circunstancia que aprovechó el PP para promocionarlo como ‘topo’ en todas las tertulias televisivas habidas y por haber. Su función consiste en interrumpir o hablar por encima de los tertulianos cuando éstos dedican sus argumentos o discursos a criticar al PP o al gobierno de Rajoy. El resultado es exitoso para él. El televidente no logra descifrar aquel cúmulo ininteligible de voces superpuestas. Cuando le conceden la palabra a él, carece de argumentos para defender su monográfica tesis: Bárcenas es un delincuente, Rajoy un hombre honesto, no se han producido sobresueldos en el PP y el desasosiego de la ciudadanía respecto a los políticos es consecuencia de una campaña de desprestigio contra el ejecutivo impulsada por Pérez Rubalcaba. Para rizar el rizo, hace pocos días, ha aparecido el nombre de Marhuenda junto al de ‘Intereconomía’ en las cuentas filtradas del PP como beneficiario de caudales públicos.

 

Pero la mayor desvergüenza de los topos del PP infiltrados en instituciones del Estado, ha sido el nombramiento de Francisco Pérez de los Cobos como presidente del Tribunal Constitucional. Pérez de los Cobos milita en el PP desde tiempo inmemorial y lo asesora desde 1992. Antes se hallaba integrado en ‘Fuerza Nueva’ el partido ultraderechista de Blas Piñar. Cuando tenía 16 años, el actual presidente del TC destrozó un ejemplar de la Carta Magna en el instituto de Yecla donde estudiaba. Una vez, cuentan algunos de sus condiscípulos, que citó un discurso de Piñar en clase. Escribió un libro de aforismos que tituló ‘Parva memoria’ del que destaco tres: ‘No hay en Cataluña acto político que se precie, sin una o varias manifestaciones de onanismo’, ‘Soy el único liberal que conozco’ y ‘Los españoles hablamos el castellano en America con actitud imperial’. A grandes trazos este es el hombre designado por el PP para presidir el Tribunal de garantías.

 

Si Valle Inclán levantase la cabeza y pudiera contemplar la España borbónica actual regida por Rajoy creería que todavía se hallaba en pleno régimen de la restauración, una entelequia plena de corruptos del ejecutivo sin paz social ni esperanza alguna. Recordaría alguna de las frases que escribió para el catalán que esperaba ser ejecutado en ‘Luces de bohemia’, –‘el día en que el pueblo se levante contra el Gobierno, será el día de la gran justicia…’– y mantendría la certeza de que ese día estaba a punto de llegar.

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