La Penya Almogàvers, que ha venido liderando la animación del Camp Nou desde hace 35 años, ha desvelado en su cuenta de X el peligroso, inadmisible e inexplicable protagonismo de un personaje que ha estado promoviendo el ambiente en las gradas del estadio Lluís Companys. Se trata de un tiktoker polaco llamado Robert Jankowski, quien aparece en un video actuando como una especie de maestro de ceremonias o director de orquesta para arrastrar a los aficionados del Barça a su alrededor, ajenos a que verdadera y única intención no es otra que la de aumentar sus seguidores y popularidad a costa de los barcelonistas. No es un acto de barcelonismo espontáneo ni genuino, sino perfectamente orquestado y grabado profesionalmente por un equipo propio en una estrategia autorizada y estimulada desde la propia directiva azulgrana.
No ha sido la primera ni tampoco será el último intrusismo en este ámbito, según ha explicado al respecto Albert Yarza, el presidente de la Penya Almogavers, en la SER, donde ha especificado que ya es una práctica habitual del nuevo Barça de Joan Laporta invitar a tiktokers, instagramers y similares, a los reyes de las redes sociales más seguidos por los jóvenes, facilitando y permitiéndoles el libre acceso y movimientos para desplegar sus shows. Y hasta participar, por ejemplo, en los partidos de Champions manteando la lona central con el logo de la competición mientras hacen un directo con sus miles de seguidores. Todo por su audiencia sin importar que sean del Barça, que no es requisito para obtener autorización de la junta. Además, en función de su perfil, se les permite participar en las ruedas de prensa, ver el partido desde el palco y ser los beneficiados con regalos de merchandising del Barça.
La prioridad para la junta de Laporta, empeñada en desterrar, echar y mantener alejados y para siempre a los últimos representantes de la grada de animación, es despersonalizar la animación integrada por socios y barcelonistas de toda la vida y convertirla en un espectáculo audiovisual y de conexión con las nuevas generaciones que, si puede ser, sientan un mayor nexo, afición y dependencia de las figuras como Robert Jankowski y su puesta en escena propia, comercial y de intereses privados, que del Barça y de sus valores históricos.
Un paso más, contiene esta denuncia de Almogàvers -grupo entusiasta y entregado de animación lleva más de tres décadas fomentando el barcelonismo más puro, leal, incondicional y generoso-, del auténtico plan de Laporta para un Barça clientelista dominado por un fútbol más comercial, mediático y superficial. En ese modelo, los valores y la cultura de grada se ven desplazados por el dominio de influencers y tiktokers que, mayoritariamente, no son ni socios ni abonados del Barça ni verdadero público de animación, solo ansiosos cazadores de likes y de seguidores con independencia y al margen de si son o no del Barça.
Albert Yarza subraya que estas estrategias desvirtúan la auténtica animación y cultura del barcelonismo, y critica que el club se haya alejado de los grupos de animación reales y se haya negado a dialogar con ellos, llegando a imponer multas desproporcionadas y un trato de criminalización hacia estos colectivos que son un patrimonio cultural del barcelonismo. Para Yarza, esta política supone un desprecio hacia los socios auténticos propietarios del club y pone en riesgo la cultura y el modelo de propiedad del Barça.
Sobre la ruptura de sus relaciones con la junta insiste en que ha fracasado por parte de la junta cualquier intento de diálogo. «Nosotros siempre hemos tendido la mano. Su respuesta siempre ha sido que paguemos los famosos 21.000 euros de la multa, pero nunca nos dijeron qué cántico y en qué partido se produjo, no nos dieron el derecho de defensa ni a identificar los autores. El club es quien tiene las atribuciones y los protocolos para localizar, castigar y expulsar si es necesario a quienes no cumpla con las reglas de la grada».
Sí se confirma, en cambio, que el nuevo Spotify dispondrá de la más pequeña grada de animación de toda la Liga por la desproporción de su tamaño, de 1.200 espectadores, con el aforo de 105.000 asientos del Spotify una vez reformado. Estará situada en la primera grada del gol sur y su acceso estará limitado a socios del Barça no abonados, con una edad comprendida entre 18 y 25 años, y con cinco años de antigüedad en la lista de espera.
Sobre la limitación de edad (mínimo 18 y máximo 25), la vicepresidenta Elena Fort especificó y enfatizó en la asamblea con la misma contundencia con la que el presidente, Joan Laporta, la desmintió el pasado miércoles en Brujas, antes del partido de la Champions, cuando afirmó que «no habrá limitación de edad». Laporta lo soltó en pleno directo con las radios antes de comer y en respuesta a un grupo de socios desplazados a la ciudad belga que, respetuosamente, manifestaron su desacuerdo con la nueva grada de animación. La conclusión es que o no se aclaran internamente entre ellos, lo cual es bastante posible, o Laporta quiso esquivar la polémica, y quedar como el poli bueno ante su pequeño auditorio culé y delante de unos cuantos micrófonos, que tampoco hay que descartarlo. Igualmente, la selección de los miembros de la nueva grada de animación será a dedo, por amiguismo, compromisos y favores pendientes. Si Laporta destaca por algo es por saltarse las normas, las suyas también, o adaptarlas y cambiarlas a favor de sus intereses.
La directiva ha diseñado unos requisitos intencionadamente específicos con el doble propósito de impedir, por una parte, que ni un solo miembro de la grada de animación de Montjuic -la que un día gritó “¡Barça sí, Laporta no!”- pueda reintegrarse en el nuevo espacio y, por otro lado, que la directiva sea la que pueda asignar y elegir a su gusto y conveniencia -por supuesto, a cambio de un servilismo y genuflexión incondicionales hacia la presidencia- a todos y cada uno de los integrantes de la nueva minigrada de animación, un espacio que solo existirá porque LaLiga obliga a mantenerlo.
Si fuera por Laporta y su junta habría sido cerrada para siempre. Laporta está harto de los socios, sobre todo de sus derechos y de la molesta actitud de colectivos como los antiguos y apreciados ocupantes de la grada de animación, Almogàvers, Nostra Ensenya, Creu de Sant Jordi, Supporters Barça o Front 532, que además de tener opinión propia eran lo bastante valientes y barcelonistas para expresarla. Como todo buen dictador, Laporta la ha eliminado de la misma forma que ha silenciado al resto de los socios y a la corta, como planea, reducirá el rol activo y participativo de la masa social propietaria del club a un estado del todo vegetativo. Le falta muy poco para conseguirlo. Probablemente después de las elecciones.











