«La finalidad de la caza de brujas es controlar a la gente»

Entrevista a María Pandiello

Bluesky
María Pandiello

Licenciada en Filología Románica y doctora en Historia del Arte. Investigadora de manuscritos y libros impresos de los siglos XV y XVI. Ha escrito sobre semiótica, el papel de la mujer en el contexto político medieval, e imagen y antropología. Ha publicado Visiones de fuego. Historia ilustrada de la alquimia . Con el título La construcción cultural de la bruja en el Siglo XV, acaba de impartir un curso en la librería La Central, de Barcelona.

¿Cómo es la «construcción cultural de la bruja»?

Aunque influyen muchos factores, en realidad la caza de brujas tiene un fundamento político. El origen hay que buscarlo en la necesidad de encontrar a un enemigo. Una bruja es un enemigo de la comunidad. Un agente, digamos, envenenador, en sentido literal y metafórico. Representa el inductor al caos. Es algo muy abstracto que se concreta en encarnar al enemigo. Por ello, para representar esta imagen es necesario construirla.

¿Por qué precisamente en el siglo XV?

El siglo XV es escenario de crisis terribles, que a nosotros pueden resultarnos ahora muy lejanas. Simplificando mucho, se puede decir que entonces se produjo la resaca de la peste negra. Otro factor importantísimo fue el Cisma de Occidente, que ahora puede parecernos una anécdota histórica, pero que en aquel momento fue muy traumático. La institución católica, que se consideraba infalible, se fragmentaba. Por un lado, la gente entra en descrédito respecto a la Iglesia, y por otro vemos una Iglesia reaccionando de manera extraordinariamente brutal. La caza de brujas tiene que ver con esta reacción.

¿Se puede decir, pues, que la brujería y la caza de brujas tienen que ver, básicamente, con la religión, con la cristiandad?

Sobre la base de muchas fuentes, tradiciones folclóricas…, debería decirse que sí. Pero luego fue una herramienta útil, no sólo para el catolicismo. Por ejemplo, los protestantes tuvieron muchos casos de caza de brujas. Era muy provechosa para controlar a la gente, a las comunidades. Si tenías una disputa con tu vecino, podías recurrir a ella para solucionarla…

En cualquier caso, ¿poder político y poder religioso serían entonces bastante difíciles de distinguir?

En el inicio de la caza de brujas hay una Iglesia que siente que está perdiendo su unidad. Es algo bastante parecido a lo que está pasando ahora con los partidos de extrema derecha en Europa: buscar a un enemigo. Ellos lo hicieron con el diablo, una figura no muy humanizada, sino más bien abstracta. El mal, en abstracto, que se encarna en el diablo, hasta adquirir una dimensión considerable.

¿El demonio en su versión cristiana, o también vinculado al Antiguo Testamento, a la Biblia, que ahora vuelve con el sionismo?

Un ejemplo de ello puede ser el mal llamado episodio de «la caída» (donde Adam y Eva desobedecen y son expulsados del paraíso), en el Génesis. Su lectura en hebreo transmite una historia sensiblemente diferente de la que fue interpretada por los teólogos cristianos, posteriormente. Es verdad, y así lo seguimos entendiendo, que se justificó mucho la «decadencia moral de la mujer» con la caída. Ella es la tentadora, la débil…

¿Así lo sigue siendo, magnificado, en la brujería, que era sobre todo cosa de mujeres?

También hubo brujos y casos excepcionales de regiones en las que sólo se persiguió a hombres, pero se trata de algo muy poco común. El historiador catalán Pau Castell, que estudió la brujería en el Pirineo, hizo un mapa que ahora se puede ver interactivo, online, que pone de manifiesto que la brujería era, en un 95% de los casos, cosa de mujeres…

Más allá del estigma originario de Eva, ¿por qué esta fijación con las mujeres como agentes del mal? ¿Por sus saberes, sus roles…? ¿Quizás porque no comulgaban con las doctrinas dominantes? ¿Por un afán de recristianizar?

Esta es una cuestión un poco complicada. Claro que, por ejemplo, hubo mujeres y también hombres que practicaban una medicina, digamos, no oficial. Cosa que si se sitúa en las zonas de montaña era casi un imperativo. Había conocimientos rudimentarios, recetarios necesarios para la gente, la comunidad, que sobre todo eran cosa de mujeres. Paracelso defendió mucho el conocimiento de las mujeres. El conocimiento de la práctica, la experiencia, por delante del de los libros. Hay que tener en cuenta las sociedades profundamente misóginas de entonces (las mujeres estaban excluidas de la medicina oficial), que asocian fácilmente el discurso demonológico a las mujeres. Basándose en las interpretaciones de la Biblia, un folclore distorsionado, tratados de medicina y anatomía, la mujer se consideraba un ser imperfecto, como una especie de monstruosidad, un hombre que no había llegado a desarrollarse… Y, por supuesto, ignorante.

¿Las brujas, además de mujeres, eran viejas…?

De hecho, hay un escrito atribuido a Aristóteles que dice que la mujer es inferior, una deformación. Este es el principio con el que empieza a construirse la bruja: un ser mutable, al que no se le puede dar ninguna confianza; caprichoso, débil… Y, sobre todo, las mujeres mayores. Esto se llegó a justificar, por ejemplo, con tratados de medicina. Una de las justificaciones que se dieron es que como las mujeres eran sexualmente insaciables, y nadie quería tener relaciones con ellas cuando eran viejas, hacían un pacto con el diablo, que las satisfacía sexualmente.

¿De ahí viene lo del aquelarre vasco, el uso de alucinógenos, como la Amanita muscaria…? ¿El País Vasco fue un lugar especialmente significado para la brujería?

En Navarra hubo el famosísimo caso de las brujas de Zugarramurdi, en 1610: 53 personas fueron procesadas, 11 condenadas a morir, y seis quemadas en la hoguera. Anteriormente, también hubo casos de caza de brujas en Euskadi y en Cataluña. Una de las cunas de las primeras cacas de brujas fueron los Alpes. Después vienen los Pirineos. En estos lugares, la mayoría de las causas contra brujas fueron llevadas a cabo por tribunales independientes, no religiosos. No por la Inquisición, como se piensa comúnmente.

¿La caza de brujas fue un fenómeno común en toda Europa? ¿Dónde tuvo más virulencia?

Para estudiar lo que llamamos «caza de brujas», un concepto bastante ambiguo, lo ideal sería abordarlo región por región. Cada región tiene una idiosincrasia particular. Uno de los riesgos que se corren a la hora de hablar de caza de brujas es querer buscar homogeneidad en un fenómeno que fue muy heterogéneo. Hay regiones, muy pocas, en las que sólo se juzgó a hombres. En cualquier caso, la caza de brujas fue especialmente nociva en Alemania. Allí, a las crisis generales, habría que añadir las consecuencias de la Reforma.

¿Por qué la brujería se asocia a la infancia, a los niños?

Una de las peores acusaciones que se hacían a las brujas era el infanticidio. Se las acusaba de matar a niños, porque, por sus conocimientos de las plantas, proveían de sustancias abortivas, anticonceptivas… La imagen de las brujas siempre estuvo muy asociada a la comadrona y, por extensión, a los infanticidios. De hecho, es la acusación que más se registra. Cuando los romanos hacían propaganda de los crímenes cristianos, una de las acusaciones era la de matar y comerse a niños. Crímenes tabú, que afectan a las fibras atávicas.

¿La imagen de la bruja en la cabaña del bosque responde a una realidad rural de la brujería, o hubo también una brujería, digamos, urbana?

Sí, hubo casos urbanos, aunque se podrían confundir con otras prácticas. La historiadora María Tausiet ha estudiado la magia en el ámbito urbano, especialmente de la España moderna. Pero, vinculada a la autonomía de los territorios, la brujería es sobre todo rural. Cabe señalar que, en cualquier caso, la Inquisición española fue bastante escéptica con la brujería. Se centraba más bien en la lucha contra la herejía. A veces se llegan a solapar las dos cosas.

¿Reclamarse ahora bruja, tan à la page en algunos ambientes, merece alguna atención, más allá de un cierto simbolismo o postura provocativa?

Tiene sentido que se reivindique la brujería desde una perspectiva feminista. Pero a veces se cae en el riesgo de romantizar el asunto. Algo que, de alguna manera, no deja de ser contraproducente, porque hablar de brujería es hablar de un fenómeno muy trágico, que arrastró a la tortura, a los suplicios y a la muerte a muchísimas personas inocentes. Se acaba frivolizando un poco.

La caza de brujas, en fin, ha quedado fijada como una persecución injustificada, criminal, contra un enemigo muchas veces no real, como se puso de manifiesto con McCarthy…

Gustav Henningsenn, investigador de Zugarramurdi, cita la opinión de un inquisidor de la época que, en el juicio, dijo que en la región no hubo brujas hasta que se empezó a hablar de ellas…

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