La UEFA ha señalado el segundo partido de la Champions del Barça, frente al Olympiacos del próximo día 21 de este mes, en el estadio Lluís Companys, descartando, de nuevo, un eventual regreso al Spotify, como venía reiterando la prensa oficialista y la directiva a través de sus canales de filtración y de su embustera oficial para asuntos del Espai Barça, la vicepresidenta Elena Fort.
Hace apenas unos días, sin embargo, el mensaje ha virado hacia otro escenario en el que ahora es la directiva de Joan Laporta la que prefiere no adelantar el regreso, por precipitado, a Les Corts. Alucinante giro, sobre todo por los argumentos recogidos por la propia prensa laportista, basándose en que por razones económicas es más rentable aprovechar el aforo de Montjuic y las ventajas de una rutina ya adquirida que complicarse la vida para atender a la mitad de los espectadores con las incomodidades de compatibilizar esta reapertura con las obras, circunstancia que además retrasaría su terminación.
O sea, el argumentario inverso al utilizado hasta ahora para justificar la urgencia de reabrir el estadio.
Todo tiene una explicación. La realidad es que las pequeñas deficiencias a subsanar son en realidad estructurales y que hasta el jueves Laporta no le presentó al Ayuntamiento de Barcelona los planos de las reformas sugeridas por Limak para salir el paso al menor coste posible y, en cualquier caso, siempre desviándose de los planos originales aprobados junto al la licencia.
Por tanto, el permiso de primera ocupación, aunque el Ayuntamiento pudiera aprobar las reformas sobre las reformas, difícilmente le concederá un permiso de apertura diferido y condicionado a la promesa de Laporta de que esta vez lo harán mejor y cumpliendo la normativa. Las promesas de Laporta no cotizan precisamente al alza.
El segundo factor clave es que Laporta ha cerrado, a la fuerza y al límite, el ejercicio 2024-25 sin la posibilidad de incluir, al menos de acuerdo a la normativa contable, algunas de las partidas asociadas al regreso activo a Les Corts.
Si el informe de auditoría aprueba o no la formulación de las cuentas que el presidente piensa presentar a la asamblea, ese ya es otro cantar. Lo que ahora cuenta es que como reabrir el estadio ya no le soluciona el enorme lío financiero más allá del 30 de septiembre, volver a Les Corts ha dejado de ser prioritario y además necesita encubrir este nuevo retraso con un relato más o menos creíble.
Podría ser, incluso, que se hubiera negociado una especie de estrategia de no agresión según la cual los técnicos municipales aprobarían los planos presentados y le concederían por adelantado el visado para reabrir, a cambio de que no hacerlo realmente hasta su ejecución, que el Barça demoraría, al menos, hasta poder atender a casi 50.000 espectadores de acuerdo a la fase segunda de la primera fase aceptada por el Ayuntamiento.
Otro juego de intereses y de apariencias en el que el gran culpable de todo, Limak, sigue sin ser señalado. Otro asalto que ganará Laporta con el Ayuntamiento cómplice de este gran encubrimiento.