La Grada de Animación fue la única gran ganadora del partido contra el PSG

Los pocos socios que pudieron tener entradas se marcharon indignados y denunciando la decisión de Laporta de suprimirla porque los seguidores del equipo francés, en inferioridad numérica de 25 a 1, dominaron el ambiente a lo largo de todo el partido

Seguidors del PSG accedint a l'Estadi Olímpic Lluís Companys (PSG)

La derrota sobre el terreno de juego que el equipo azulgrana sufrió en la Champions a manos del PSG será fácilmente digerible porque el equipo de Hansi Flick puede mejorar su rendimiento y porque el formato actual de la competición permite recupera con relativa facilidad una mala jornada, en parte justificable por haber caído frente al actual campeón de Europa.

El impacto emocional no fue tanto por el baño de realidad futbolística vivido en Montjuic, indiscutible, como por el extraño escenario de fondo de la previa, envuelto en la equivocada sensación azulgrana de haber llegado a este partido creyéndose superior al PSG, basándose en los presuntos méritos del año pasado. Una atmósfera generada e instalada en el barcelonismo tras la derrota de Milán frente al Inter en las semifinales y extensible a esa otra cuenta pendiente, o injusticia, en forma de no Balón de Oro de Lamine Yamal. Sin duda, como consecuencia de la propaganda laportista, interesada en exagerar las cosas, y de la euforia espontánea un peldaño por encima del valor adecuado a ese triplete de títulos en el fútbol español.

El 1-2 servirá para devolver al Barça a su más que justa condición de serio aspirante a disputar la Champions, en ningún caso por encima de nadie y ajustada al nivel de sus cracks, de su fondo de armario y de un juego de quilates más que suficiente para competirla, no para haberla ganado, o mucho menos merecido, de antemano.

En cambio, la derrota realmente dolorosa de cara a los socios y aficionados fue la de la de la grada, donde poco más de 2.000 seguidores franceses dominaron la animación, el ambiente y la capacidad de transmitir esa fuerza que los jugadores necesitan para superar situaciones de desventaja.

La propia TV3, con sus cámaras y en una reacción provocada por un arrebato de sensibilidad y de cabreo por la superioridad del equipo de Luis Enrique en ese ámbito, cazó comentarios de socios verdaderamente indignados por la superioridad de la minoría visitante, recogiendo además las exigencias directas contra Laporta reclamando la Grada de Animación.

Y es que los pocos socios afortunados poseedores de una entrada, en principio los 16.151 repetidores de los dos años de exilio en Montjuic, venían de un calvario incomprensible, de pagar un precio del triple con respecto al de sus abonos de temporada en los partidos previos en el Johan Cruyff. De constatar que sus localidades siempre son las peores con respecto a los turistas, público ocasional y los miles que acuden a la reventa oficial y no oficial, capaz de acumular y de gestionar miles de entradas. Especialmente para el primer partido de la Champions de esta temporada, hubieron de superar primero una odisea informática sin ninguna garantía de que, realmente, la totalidad de esos 16.151 hubiera conseguido su entrada después de que en las 24 horas preferentes el sistema diera errores continuamente. Se cuentan por miles los que se quedaron fuera, como si desde la directiva ese fuera el castigo por haberse visto obligada, a causa de las quejas, a rebajar a precio de abonado los tickets europeos. El resultado fue que, para seguir dándole prioridad al resto de los no socios, se les advirtió que no recibirían su entrada, vía email, en algunos casos hasta tres horas antes del partido.

Cabe preguntarse qué demonios de infraestructura de asignación de localidades se utiliza desde las entrañas del oscuro departamento de ticketing para retrasar hasta ese límite incomprensible el reparto de las entradas de los socios. La respuesta es que no existe un modelo informático más o menos eficaz, sino que a los socios les pasan por delante los que se rascan el bolsillo en esa especie de subasta de entradas en que se ha convertido, sobre todo, la reventa y la sospechosa y real distribución preferente de los asientos no sociales a favor de la clase turista, sin que quede del todo claro si el margen de beneficio, considerable respecto al valor facial de la entrada, vaya directo a la caja del club.

Encima, como sucedió el miércoles pasado, los pocos socios con alma y verdadero sentimiento barcelonista, todo ellos desperdigados por el estadio, se sintieron incapaces de replicar a la poderosa animación del PSG, inferior en la proporción de 25 a 1, a falta de un foco potente y organizado como la Grada de Animación que Laporta se cargó junto con su legítimo derecho de opinión y de manifestación de sus ideas.

La Grada de Animación ganó ese partido por goleada y por las quejas de no pocos socios que denunciaron la estrategia absolutamente patética de la directiva laportista de pasear empleados por la pista de atletismo con carteles como «Levantad las bufandas», intentando coordinar la animación frente a la Real Sociedad el domingo anterior. Fue algo bochornoso que desde luego no se repitió en la Champions por suerte.

Como en el resto de los ámbitos de gestión del club que no sea aprovechar la herencia de la Masía de Josep Maria Bartomeu, Laporta sigue descarrilando. Los socios quieren Grada de Animación y el presidente no, así de claras y de enfrentadas están las cosas, a menos que la integren, artificialmente, pseudoempleados dirigidos y controlados a favor de los intereses de la junta.

Ya es descabellado y desnaturalizado que el proyecto del espacio de animación del Spotify se haya dejado en manos de una empresa externa especializada en marketing. No se descarta, incluso, que la idea de los cartelitos del día de la Real fuera idea suya.

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