El periodismo laportista ya ha anunciado, desde la satisfacción y la tranquilidad que llega después de la tempestad, que el presidente ‘hablará’ cuando se haya terminado el calvario en que se ha convertido el regreso al Spotify.
No lo hará ahora mientras continúa esta exhibición de negligencia, descontrol e improvisación por parte de la junta y en el preciso momento que se ha detectado, por primera vez en cuatro años de mandato, un ligero, aunque significativo, indicio de cabreo, mosqueo, indignación y malestar social.
Es incipiente, desde luego, pero supone un cambio en el estado de sedación e hibernación en el que entró el socio tras la victoria electoral de Joan Laporta, paralizado incluso tras la traidora patada a Messi.
Una percepción aún débil que, desde luego, tampoco tiene nada que ver ni tiene su origen en la más que deslucida reacción de la oposición a Laporta, que solo ha recurrido a una verborrea facilona y oportunista, siempre lejos de la acción y de la trinchera.
La sensación de disgusto con una mezcla de irritación proviene de ese otro radar de los socios que han detectado un cambio de actitud y de respuesta en el equipo de Hansi Flick, un peligroso tic de insolidaridad a la hora de correr y de transmitir esa corpórea capacidad para ganar los partidos que tanto asombró el curso pasado.
Lo ha denunciado el propio Flick aludiendo al peso de los egos en un tono que también revela su personal inconformismo con la pésima y embustera gestión directiva de las inscripciones, los errores gravísimos de logística y organización de toda la pretemporada y ahora el insoportable día a día pendiente de si se juega en un campo u en otro.
Aunque son factores probablemente digeribles por separado como sucedió el año pasado, la repetición más aguda y próxima de los mismos males aumentados, corregidos y multiplicados por mentiras que han empezado a infectar al vestuario en forma de tensiones (Ter Stegen) y de la gestión de renovaciones, bajas y cesiones directamente marcadas por la falta de fair play y no por los criterios deportivos (Ansu Fati, Iñaki Peña o Íñigo Martínez) parece que han afectado directamente al rendimiento del equipo como en el empate ante el Rayo Vallecano después de victorias menos convincentes en Mallorca y el campo del Levante.
Ese es el verdadero peligro para Laporta, el runrún de fondo y posible causa de rechazo del socio, que cuando se rebota porque no entra la pelota se rebota por todo.