Encontrar las 7 diferencias entre PP y Vox

Bluesky

Como en el viejo pasatiempo en el que tenías que encontrar las siete diferencias entre dos dibujos similares, me cuesta cada día más encontrarlas entre el Partido Popular y Vox. La similitud es, desengañémonos, cada día más extrema y, a menudo, ya ni siquiera disimulada.

Por poner un ejemplo reciente, ¿quién diríamos que, refiriéndose al gobierno de Pedro Sánchez, ha pronunciado la siguiente y repugnante frase: «Aquí podemos empezar a cavar la fosa donde reposan los restos de un gobierno que nunca debería haber existido en nuestro país»? ¿Lo ha vomitado un político de Vox o uno del PP? Pues, no ha sido otro que el secretario general del PP, Miguel Tellado. El interfecto nos tiene acostumbrados a las indecencias verbales que, con el tiempo, lejos de moderarse, se exacerban, complicando hasta el extremo su diferenciación con Santiago Abascal, por poner un ejemplo muy ilustrativo del perfil facha.

Las palabras de Tellado me han hecho pensar en un dibujo de Forges, en el que un señor, detrás de un mostrador y escribiendo en el ordenador, pregunta a otro: «¿Profesión?»: «Facha». «¿Estado civil?»: «Crecido». La razón es que, como el personaje de la viñeta, los fachas en España están cada día más crecidos. Se sienten más cerca del poder y, por eso, se crecen. Tellado es un buen ejemplo: se ve con suficiente impunidad para decir cualquier barbaridad, como la que nos ocupa.

Su frase denota una reprobable falta de respeto por las víctimas del franquismo. No es solo una metáfora desafortunada, es un escupitajo a la memoria histórica y a miles de familias que aún buscan a los suyos. Y si en democracia las palabras son importantes, aún lo son más cuando pretenden naturalizar el odio y el desprecio. Por eso, la respuesta más contundente ha venido del propio presidente Sánchez: «Un insulto a los miles de españoles cuyos familiares fueron o están todavía en una fosa. Una apelación encubierta a la violencia, un cuestionamiento de la democracia. Una prueba más de que el PP se ha rendido al odio de la ultraderecha y que no tiene nada positivo que aportar a nuestro país».

Y aquí es donde radica el problema de fondo: cuando el partido que aspira a ser alternativa de gobierno se expresa con el mismo lenguaje que la extrema derecha, no hay diferencias a encontrar. No hay siete diferencias, ni tres, ni siquiera una. Solo hay el mismo dibujo repetido dos veces, con el mismo trazo grueso y asqueroso.

Por si no fuera suficiente, el jefe de Tellado, Alberto Núñez Feijóo, ha colgado un vídeo recientemente en el que se le puede ver cantando Mi limón, mi limonero en un Karaoke gallego, que acompaña con la frase «me gusta la fruta», que acuñó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para salir del paso tras haber calificado en realidad al presidente Sánchez de «hijo de puta».

La degradación del debate político es evidente. El PP, lejos de marcar distancia con Vox, compite en un concurso grotesco para ver quién insulta más fuerte, quién rompe más puentes, quién enciende más deprisa el fuego del odio. Pero en este juego macabro no solo se juega la dignidad de las instituciones, sino también la salud de la democracia.

Como decía Machado: «En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa».

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