Los ‘palmeros’ de Laporta lo desnudan con una falsa etiqueta de austeridad

Su prensa asegura que ha fabricado un equipo campeón con menos dinero que ningún grande de Europa, pero en realidad le ha faltado 'fair play' financiero para fichar todo lo que quería y con la herencia de Bartomeu se ha ahorrado 605 millones

Joan Laporta - Foto: FC Barcelona

Los palmeros de Joan Laporta -inasequibles al desaliento y fanatizados por la necesidad de seguir creyendo en el monstruo que, sobre todo mediáticamente, la prensa y el entorno digital azulgrana han creado- no han tenido otra ocurrencia que calificar de milagro que el Barça disponga hoy de una plantilla competitiva en la Liga y en la Champions, que ya el año pasado dejó una huella indeleble de su calidad y ambición.

Según sus cuentas y conclusiones, es un hecho sobresaliente que Laporta solo se haya gastado 337,4 millones desde 2021 en fichajes para «hacer un equipo campeón», sobre todo comparado con el Real Madrid, que en el mismo periodo «ha gastado 483,5 millones. Esta temporada se ha gastado 167,5 millones tras no ganar nada importante el pasado curso. En el verano de 2023 se gastó 156 millones, destacando los 127 millones pagados por Bellingham», ha escrito Ferran Correas, autor del informe que ha titulado: «El milagro de Laporta: un equipo campeón con mínimo gasto. El Barça vuelve a estar entre los grandes de Europa habiendo gastado en fichajes, desde el 2021, mucho menos que sus grandes rivales en la Champions».

Este manipulado argumentario se desploma a la primera si, por ejemplo, se analiza desde el punto de vista solo del balance de títulos: 5 para el Barça y 10 para el Real Madrid, dos Champions League incluidas, a 48,3 millones de inversión por título blanco contra 67,48 millones de gasto azulgrana en el mismo periodo.

El pretendido mérito atribuido a Laporta por esta capacidad de ahorro en el camino hasta la formación de la plantilla actual a disposición de Hansi Flick también se desmorona solo con recordar que, si hubiera dependido de la voluntad de Laporta y no de sus limitaciones financieras, se habría gastado un dineral en Haaland, Bernardo Silva, Leao, Luis Díaz, Nico Williams y otros diez cracks por los que ha suspirado, tasados en no menos de entre 80 y 100 millones cada uno.

No se sostiene, desde luego, alabar ni su buen juicio ni su inclinación a la austeridad sabiendo que precisamente el presidente azulgrana no ha hecho otra cosa a lo largo de los últimos cuatro años que intentar burlar el espíritu y la norma del control económico de LaLiga y de la UEFA con el propósito exclusivo de dedicar el poco dinero que le queda al Barça a fichajes, incluido el despilfarro de la vergonzosa operación de Vítor Roque por más de 40 millones. Las quejas, lamentos y protestas de Laporta contra el corsé del fair play financiero han sido recurrentes y constantes, como lo demuestra la hemeroteca. Está claro que si Laporta no ha vaciado aún más la caja del Barça no es por falta de ganas de gastar y de repartir comisiones, sino porque LaLiga le impuso a partir de 2022 un plan de tesorería riguroso e implacable contra sus desmanes y manga ancha a la hora de gastar fondos inventados a base de trucos contables.

Las cuentas que evitan realizar estos entusiastas de la cicatería laportista reportan que, incluso bajo la vigilancia y el látigo fustigador de Javier Tebas, Laporta se ha excedido en las compras de forma recurrente, lo que le ha conducido a un estado crónico de margen salarial por encima de sus posibilidades, morosidad mórbida y muy alejado de la regla 1:1. De hecho, lleva dos veranos sin poder inscribir futbolistas con sus propios recursos, pues Dani Olmo, Pau Víctor, Joan Garcia, Marcus Rashford y el resto de las altas de este verano han obtenido sus licencias a base de decretos del CSD, lesiones de compañeros, rebajas salariales estirando los contratos, bajas sin traspaso para borrar nóminas (Iñigo Martínez y Oriol Romeu), cesiones desesperadas y un largo etcétera de tejemanejes que, de todos modos, no han evitado que, a la hora de la verdad, la directiva haya debido avalar 12 millones.

Tampoco el estudio se detiene a profundizar en que las palancas de Laporta han aportado 1.100 millones, de los cuales ya se sabe que la mitad (550 millones) eran humo, ficción. Igualmente, han entrado en este periodo 550 millones netos que se han volatilizado, según las memorias oficiales, en gastos generales y en otros gastos que Laporta no ha explicado un justificado, de forma que hoy, aun con el enigma de cuántos millones de pérdidas arrojará el ejercicio 2024-25, los fondos propios de club son negativos en 94 millones, y quedan pendientes más de 300 millones de regularizar en rojo las depreciaciones de Barça Vision y la falsa plusvalía de la venta de los derechos de TV de la Liga a Sixth Street.

Por último, Laporta también se ha fumado, en esa espiral de pagos inexplicables que tanto sangran al club cada vez menos misteriosamente, el beneficio de la venta (de casi 100 millones) de futbolistas de la herencia de Josep Maria Bartomeu procedentes del fútbol base y de otras operaciones en las que han entrado -o, mejor dicho, salido-, dejando superávit, futbolistas como Nico, Todibo, Jutglà o Marc Guiu entre muchos otros.

Le han hecho un flaco favor a Laporta ensalzando ese falso e irreal talante meticuloso y calculador. Más bien lo han desnudado teniendo en cuenta que si el equipo está hoy en condiciones de competir, es sobre todo porque se ha ahorrado comprar jugadores con el perfil y el extraordinario rendimiento de Cubarsí, con un valor de mercado de 25 millones, Lamine Yamal (180 millones), Pedri (120 millones), Gavi (70 millones), Araújo (60 millones), Balde (60 millones), Marc Casadó (30 millones), Fermín (50 millones) y Marc Bernal (10 millones).

En caso de haber ido al mercado a ficharlos, el desembolso, imposible para un club en estado de ruina como el Barça de Laporta, se hubiera elevado a 605 millones que añadir a los invertidos en el resto, 337,4 millones, para un total de 942,4 millones.

La conclusión es que, sin la herencia de Bartomeu, entre fichajes y los cracks de la Masía, el descalabro de Laporta estaría ahora mismo arrastrando al club a un pozo, este sí, del que nunca podría salir. Asegurar, por tanto, que «el Barça vuelve a estar entre los grandes de Europa habiendo gastado en fichajes, desde el 2021, mucho menos que sus grandes rivales en la Champions» y además atribuirle el milagro a Laporta es más una herejía que un acto de fe barcelonista, una muestra de fanatismo entre el delirio y el servilismo de la soldadesca de la prensa laportista, que no sabe cómo justificar ni explicar las penalidades y precariedad del mercado de este verano.

Nada puede sorprender a estas alturas de Laporta, un presidente que echó a Messi y fichó a Vítor Roque casi por lo mismo que costaba la continuidad de Leo, y que vendió a Dembélé, probable Balón de Oro 2025, por 25 millones en otro alarde de los suyos, como regalar a Íñigo Martínez a sus nuevos amigos de Arabia Saudí.

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