El presidente Pedro Sánchez está abrumado por el estallido del escándalo protagonizado por dos de los secretarios de organización del partido que nombró: José Luis Ábalos y Santos Cerdán. Además, las informaciones sobre los negocios de su suegro difunto, relacionados con la explotación de saunas gays y prostíbulos, son ácido sulfúrico que destruye su imagen de político progresista y de estadista.
En este duro viacrucis que atraviesa, Pedro Sánchez sabe que solo tiene una persona que, de verdad, le puede ayudar y en la que puede confiar: su antiguo ministro de Sanidad durante el covid y actual presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Sin proponárselo, el presidente catalán se ha encontrado con un enorme poder en las manos. Debe simultanear el buen gobierno de Cataluña con la delicada tarea de salvar la honorabilidad de Pedro Sánchez y del PSOE.
