Palestina: lamentarse y no hacer nada

Israel se va a quedar Gaza; después Cisjordania. Lo veremos con nuestros propios ojos ante la pasividad internacional, la de Europa especialmente. Han asesinado a niños y a niñas, a médicos, a enfermeras y enfermeros, a periodistas. Están matando a todo el mundo y solamente oímos de vez en cuando las condenas, los comunicados políticamente correctos, el grito hueco pidiendo no se sabe qué ni a quién. Un lamento en el desierto que incluye la inacción premeditada ante esas caras del hambre a las que ya nos hemos acostumbrado. Yo no. Todavía no. Y espero que nunca deje de llorar por esa gente. Eso significará que se me ha ido la cabeza o que ya no estoy en este mundo.

El Cuarto Convenio de Ginebra, el relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra ha quedado también aniquilado, junto con los derechos humanos. La utilización del hambre como arma de guerra es ya una realidad en aquellas tierras masacradas, arrasadas, con miles de muertos bajo los escombros, con miles de clamores porque alguien haga algo. El silencio es tan doloroso que parece que ya no lo notamos. Seguimos oyendo la nada como respuesta, la mirada hacia otro lado. De nada ha servido que algunos países como España reconozcan al estado palestino. Ya no queda nada. ¿Qué estado? ¿Qué palestino?

Y el culpable no es Netanyahu, no nos engañemos. Los culpables, porque hay muchos, son los gobiernos que lo permiten, que aceptan en silencio, otra vez el silencio, toneladas de bombas contra una población indefensa, millones de euros o de dólares en armamento para que se cometa el mayor genocidio de las últimas décadas. Harto estoy de las palabras, señor Sánchez, señor Albares. Harto estoy de la connivencia de bancos españoles que invierten nuestro dinero en empresas israelíes y que colaboran con el exterminio de los palestinos.

Una impunidad, la de Israel, que caerá como una losa en las conciencias de los gobiernos europeos, incluido el de España, incapaces de tomar decisiones más allá de las ya cansinas declaraciones que se lleva el viento. ¿Qué más tiene que pasar para que se tomen medidas? ¿Cuántos más muertos tiene que haber para que empiecen a fluir las represalias contra Israel? ¿Qué van a hacer cuando esos dos millones de palestinos desplazados lleguen a las puertas de Egipto o de Siria y el gobierno israelí se anexione Gaza y Cisjordania?

No van a hacer nada. El vídeo que Trump colgó en sus redes, convirtiendo Gaza en un resort, no es fruto de la imaginación. Sobre los cadáveres de niños y niñas, de mujeres, de sanitarios, de profesores, de artistas, de músicos, de la gente de Palestina, se edificará un nuevo territorio. Lo saben. Y no harán nada. ¿Saben por qué? Porque los cobardes se quedan paralizados ante los monstruos. Porque Europa hace mucho tiempo que dejó de ser influyente. Ya no cuenta para nada, algo así como la ONU. Trump y Netanyahu han creado una entente que viene para quedarse, para humillar a Europa, para hacer lo que les dé la gana. Y lo están consiguiendo, no reconociendo a los organismos internacionales que han sido los garantes de la paz desde la Segunda Guerra Mundial. Todo eso se ha ido al traste con la complicidad de Europa, con ese silencio que no sé exactamente qué significa. Quizás esperan que algo cambie por arte de magia.

La falta de determinación tiene un riesgo muy grande. Acabar engullido por ese monstruo, acabar en las fauces de aquellos que, con sus intimidaciones, sus coacciones y sus amenazas, solamente quieren más y más. No les importan los muertos, y mucho menos si estos son palestinos. Tienen que acabarse las lamentaciones y los avisos señor Sánchez. A cada masacre, sea esta en un hospital, en una escuela o en un campo de refugiados, ya no nos creemos sus frases con rostro compungido. Eso es teatro. Eso es hipocresía. Israel sigue asesinando, anexionándose territorio. La Gran Israel está en marcha y Europa lo sabe. No hará nada. Lamentaremos cada día más muertos, más genocidio, el exterminio total. Los cobardes son mayoría en nuestros gobiernos. Nos quedarán estas palabras y la de otras gentes de organizaciones, periodistas, fotógrafos, médicos. Nos tendrán que matar a todos. Hasta el último. ¿Podrán sobrevivir los políticos europeos con ese peso en sus conciencias? Podrán, claro que sí, porque no tienen vergüenza, ni alma, ni humanidad. Son cómplices de ese genocidio. Así de claro.

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