Laporta ya es menos entusiasta sobre la renovación de Lamine Yamal

Se dispara el valor de mercado de un futbolista que en menos ocho meses puede quedar libre si el presidente del Barça no consigue suficiente 'fair play' financiero para renovarlo con un contrato 'galáctico'

Lamine Yamal, celebrant la Copa del Rei - Foto: FC Barcelona

En el contexto eufórico del mundanal ruido del Barça que se acababa de proclamar campeón de la Copa del Rey, pasó desapercibida una declaración del presidente Joan Laporta sobre la renovación de Lamine Yamal: «Es una decisión de la comisión deportiva desde el punto de vista técnico, y hay una parte que afecta la economía del club que decide la junta directiva y el presidente».

Puede interpretarse que al presidente no le apetecía hablar del tema a las pocas horas de la victoria de Sevilla, que no le pareció oportuno entrar en un tema tan espinoso, o que, realmente, quería enfriar esa expectativa que se da por hecha como un trámite de un modo tan generalizado.

Si el Barça ha producido desde el extraordinario laboratorio de la Masia otro jugador genial, único y desequilibrante como él, al que ya se pretende comparar con Messi, que además ha manifestado abiertamente su voluntad de seguir vinculado al Barça, lo mismo que su agente, Jorge Mendes, y el director de fútbol actual, Deco, se supone que nada puede salir mal. Que sólo es cuestión de afinar su contrato en los dos meses que faltan para que, a partir del 13 de julio, cuando cumple 18 años, firme esa ampliación de contrato sobre la que todas las partes vienen trabajando desde hace tanto tiempo.

El problema, como también es fácil adivinar, radica en que los parámetros sobre el valor de mercado de Lamine Yamal de hace unos meses han cambiado sustancialmente. De los 90 millones previos a la Eurocopa de 2024, el crack de Rocafonda ha visto como se duplicaba en la última actualización de diciembre pasado a 180 millones, y resulta evidente que al final de esta temporada, más allá de los títulos, sus extraordinarios partidos en los grandes compromisos del Barça lo han consagrado como un futbolista que, a pesar de su edad, ya competirá por el Balón de Oro como una de las estrellas del fútbol mundial. Lo más probable es que iguale o supera a los tres futbolistas del podio de Transfermarkt, Erling Haaland (Manchester City, 200 millones), Vinícius Júnior (Real Madrid, 200 millones) y Jude Bellingham (Real Madrid, 180 millones). De momento, ya ha dejado atrás a Kylian Mbappé en el ranking, que figura con 170 millones sin que su fichaje por el Real Madrid haya disparado su tasación como se esperaba.

La otra complicación, la que de verdad le arrebata el entusiasmo a Laporta, si bien no es la única, pasa por la coincidencia de la precariedad y falta de margen salarial para afrontar su nuevo contrato con la urgencia de firmarlo antes de que venza su actual vinculación con el Barça a 30 de junio de 2026, lo que significa que a partir del 1 de enero próximo podría negociar con otros clubs como agente libre. Si Laporta había calculado su continuidad sobre la probabilidad de convertirse con sólo 18 años en el jugador mejor pagado del club, ahora esta estimación se ha quedado corta y lejos de las expectativas de Jorge Mendes, su agente y experto negociador a quien todos los elementos de esta operación se le han puesto de cara.

En apariencia, todas las cartas juegan a su favor y contra el planteamiento de Laporta de mejorarle las condiciones tomando como referencia el mejor contrato actual de la plantilla. Ahora se trata de blindar al futbolista con mayor proyección del panorama mundial, compitiendo con las ofertas que le están lloviendo a Mendes de fichas que triplican la del Barça y comisiones mareantes para el representante.

Con el factor añadido de la mayoría de edad de Laminee Yamal, tan cercana en el tiempo (13 de julio), y la incidencia no menor de convertirse también en el dueño de su propio futuro como otro vector interviniente, lo peor es que las expectativas de que Laporta pueda acreditar margen salarial suficiente para cubrir su nuevo contrato son pesimistas, por ahora, incluso si al final el auditor da luz verde a la entrada de los 100 millones de la venta de los asientos VIP antes del 30 de junio. Cualquier matiz reductivo, como la obligación de prorratearlos por los años de contrato o que Goldman Sachs se quede con la mitad del pastel por la naturaleza del ingreso, sería una catástrofe complementaria y terrible.

Laporta se las tendrá que ver también con la voracidad de Jorge Mendes, que si le hace alguna pequeña rebaja será a base de resolver muy a su favor otros casos de su clientela, como la renovación y ampliación del contrato de Balde -otro que ha subido enteros- y la baja de Ansu Fati o su cesión en las mejores condiciones para un futbolista al que Laporta destrozó cuando, tras echar a Messi, le dio el dorsal 10 y le puso encima una presión y exigencias exageradas, además de una cláusula de 1.000 millones, sin esperar a ver cómo regresaba a los terrenos de juego tras un año lesionado.

En el caso de Lamine, las mutuas promesas de amor eterno pueden resistir la tentación de alguna propuesta indecente de un club de la competencia durante un cierto tiempo prudencial. Más allá de un límite, no valdrán las promesas, las especulaciones ni los embustes tan recurrentes de Laporta sobre ese fair play financiero evanescente que va y viene, descontrolado, con operaciones cada vez más sospechosas. Que se lo pregunten, si no, a Dani Olmo, víctima de una tomadura de pelo que aún colea administrativamente con independencia de que, aún hoy, Laporta sigue sin poder inscribirlo con los recursos ordinarios del club y mucho menos gracias a sus embustes. Ya no es que Lamine quiera arriesgarse a vivir un año entero, como su compañero Olmo, sobre ese alambre tan peligroso. La cuestión es que, sencillamente, en enero ya podría firmar por otro club y que, en el caso de completar el triplete, su precio de mercado y de renovación también se dispararía.

(Visited 182 times, 12 visits today)

hoy destacamos

Trabajador joven

Deja un comentario

Noticias más leídas