El cuento del 125º aniversario se ha quedado en otro infundio de Laporta

Tras la gala en el Liceu, arruinada por su discurso castrista destinado a borrar cualquier huella de un pasado mejor, va para seis meses sin celebrar ningún acto de los prometidos

Joan Laporta, abans de la gala del 125è aniversari del Barça - Foto: FC Barcelona

Los actos de conmemoración del 125º aniversario del FC Barcelona siguen reducidos a la gala celebrada el 29 de noviembre pasado en el Liceu con un balance ciertamente desalentador, lejano, y que, con el paso del tiempo, solo ha dejado un rastro de oportunismo, dejadez y una marcada ausencia de continuidad por parte de su comisario, David Carabén, y de la propia junta directiva, poco o nada interesada en que trascienda, sobre todo a nivel social.

Hoy en día, cuando se entra en el sexto mes del año del 125º aniversario, lo que se puede alcanzar a recordar son un vídeo tan celebrado como carísimo, manufacturado desde Hollywood -y, por tanto, efervescente-, olvidado a las pocas horas de su estreno, el no menos enterrado en vida himno de la efeméride y la presentación oficial de una mascota, CAT, que por mucho libro de estilo que la adorne a los niños les sigue pareciendo un gato y no un símbolo universal y conceptual de la identificación del Barça con sus raíces profundas e indiscutiblemente catalanas y catalanistas.

Y si se rebusca en el caótico y frustrante guion de lo que debería haber sido un gran espectáculo, lo que finalmente quedó para la posteridad fue un monólogo castrista y vanidoso del presidente Joan Laporta, que se excedió en más de 40 minutos de los seis minutos que TV3 le había asignado para su momento de gloria. Su deliberada intención de arruinar una emisión en directo para toda Cataluña, limitada a una hora y media, consiguió su único propósito de suprimir todos los actos de homenaje y memoria de la historia del club que no pudieran relacionarse con Laporta y los intereses musicales de David Carabén por encima de cualquier otro objetivo de la gala.

A nadie puede extrañarle, por tanto, que el presunto espíritu o la magia capaz de propagar un hecho destacado como el 125º aniversario de una entidad tan arraigada, única e internacionalizada como el FC Barcelona se haya desvanecido por la falta de entusiasmo, interés y compromiso del propio Laporta en dedicarle el menor esfuerzo, y mucho menos recursos del club, a rememorar ningún pasado que, además de ser mejor, sobre todo económicamente, pueda arrebatarle protagonismo o liderazgo. En todo caso, si cae el triplete y los primeros equipos masculino y femenino ganan la Champions, como ya lo ha hecho el juvenil, Laporta ya se inventará la forma de que tal coincidencia revierta en esa cultivada imagen suya de aparecer como el único responsable de los éxitos. De hecho, ya en la gala del Liceu se omitió, como lo seguirá haciendo en adelante, que los últimos 25 años de la historia del club están marcados a fuego por ese concepto excepcional, inimitable y ganador que es la Masía.

Si Guardiola completó el círculo como el primer jugador de la cantera azulgrana que ganó la Copa de Europa y luego también como entrenador, dirigiendo a Messi como la estrella de la más talentosa y propia orquesta jamás vista en el mundo de todos los tiempos, ahora la Masía lo ha vuelto a hacer alumbrando otra generación de oro en torno a Lamine Yamal.

Laporta, que no ha tenido nada que ver ni en ese origen y desarrollo de la Masía desde 1979, que en 2003 la abandonó dedicando el presupuesto de la ciudad deportiva a fichar a los Keirrison y Henrique de turno -y que no hace ni diez meses aún confiaba más en Vítor Roque, Nico Williams, Merino, Gundogan, Leao o Bernardo Silva y que sigue soñando con la comisión que pagaría por Haaland antes que creer y apostar ciegamente en la última cosecha de casa, heredada de Josep Maria Bartomeu, igual que el femenino campeón de todo y también base de la actual selección campeona del Mundo-, no tiene otra alternativa como presidente del 125º aniversario que el negacionismo y el desviacionismo de la auténtica tabla de salvación actual de un club y de la propia presidencia que él ha arruinado con su negligencia, intereses sospechosos, incapacidad e improvisación.

En la planificación de los actos, oficialmente, la siguiente parada debió haber sido la caminata popular a Montserrat el 22 de marzo pasado, suspendida oportunamente por la previsión de mal tiempo y porque la respuesta tampoco era para tirar cohetes. Habrá que ver si en la siguiente convocatoria, prevista ahora para los días 13 y 14 de junio, el calor no la condiciona tanto como los precios de inscripción que, cuando menos, deberían ser gratis para los socios, obligados costearla a 30 € (peñistas y federados, 35 €) o 20 € (peñistas y federados: 25 €) en función de cada uno de los dos recorridos diseñados, largo y corto. Difícilmente este 125º aniversario subirá en popularidad e identificación azulgrana con esta política de desapego social de Laporta que ya ha dejado clara y duramente definida con castigos, represión y supresión de los derechos estatutarios, fundamentales y democráticos de los socios.

Que tenga un final más o menos feliz dependerá de los títulos y del rédito que Laporta pueda obtener a favor de su imagen y de darle la vuelta mediática al fracaso de reabrir el estadio casi un año después de lo prometido. Precisamente, fue con la excusa de dar el pistoletazo de salida a los fastos del 125º aniversario el pasado 29 de noviembre de 2024 que Laporta justificó la elección de Limak, porque «es la única constructora que garantiza el cumplimiento de los plazos y porque es la más económica», aseguró.

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