En «La Central» del Raval

Bluesky

Si se acercan a una de las mejores (y más hermosas) librerías de Barcelona, se encontraran a la entrada con unos anaqueles de libros que muestran las últimas novedades de y sobre la obra de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985). Un bello homenaje a alguien que fue esencial en la historia de la ciudad.

Susana Alonso

¿Qué le debe Barcelona al traductor de El Banquete platónico y El Capital y el Anti-Dühring?

Le debe sus treinta años de militancia democrática-comunista antifanquista, sus luchas antinucleares, ecologistas y antiotánicas, su apoyo al feminismo de clase.

Le debe sus necesarios (y agotadores) recorridos por las calles de la ciudad para no dejar huellas en citas clandestinas (que fueron muchas).

Le debe las numerosas octavillas que escribiría a lo largo de los años, agitando calles y ciudadanos-trabajadores

Le debe uno de sus primeros textos marxistas -“Para leer el Manifiesto Comunista”, un escrito didáctico y crítico que circuló clandestinamente entre colectivos de Barcelona y su extrarradio.

Le debe haber ayudado a organizar la primera célula comunista en la Universiad de Barcelona.

Le debe haber explicado Kant al modo ilustrado en los años cincuenta, con la oposición, enfado y represión del arzobispado barcelonés.

La debe haber organizado y participado en la manifestación de protesta contra el asesinato de Julián Grimau.

Le debe sus dos expulsiones por motivos políticos (¡era un rojo!) de la Universidad de Barcelona.

Le debe su destacado papel en la fundación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB) y su manfiesto: “Por una Universidad Democrática”.

Le debe sus numerosas detenciones por la policía del fascismo.

Le debe sus decenas de conferencias, verdaderos acontecimientos político-culturales, desde “Hay una buena oportunidad para el sentido común” (1954) hasta la que fue su penúltima conferencia: “Sobre Lukács” (Librería Leviatán, abril de 1985).

Le debe el esencial papel que desempeñó en la elaboración de revistas barcelonesas tan importantes como Qvadrante. Los universitarios hablan, Laye, Nous Horitzons, Veritat, Quaderns de cultura Catalana, Materiales, mientras tanto.

Le debe su magisterio, sus clases de Fundamentos de Filosofía, de Metodología de las Ciencias Sociales, sus cursos de doctorado, sus clases abrarrotadas.

Le debe su defensa de la escuela pública, de la Universidad pública.

Le debe su destacado papel (junto a Giulia Adinolfi y a otros amigos y compañeros, Miguel Candel y Joaquín Miras entre ellos) en la formación de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras.

Le debe sus más de 26.000 páginas traducidas del alemán, el inglés, el francés, el italiano, el griego, el latín y el catalán.

Le debe su conocimiento y difusión de la obra de Antonio Gramsci, que hicieron de Barcelona una de las ciudades más gramscianas de Europa.

Le debe su prólogo a Poemas y canciones de Raimon.

Le debe su presentación, elogiada por Antoni y Teresa Tàpies, de la Poesia rasa de Joan Brossa.

Le debe su relación y amistad con Salvador Espriu (quien le apoyó fraternalmente en varios momentos).

Le debe su conocimiento e interés a lo largo de los años por la obra de Ramon Llull, especialmente por el Ars Magna.

Le debe su prólogo a la traducción catalana de El Capital de Jordi Moners.

Le debe su interesante y polémico concepto sobre la filosofía y filosofar que publicó primero en edición catalana: “Sobre el lloc de la filosofia en els estudis superiors”.

Le debe su giro ecosocialista, su lucha antiotánica, su activismo antimilitarista.

Le debe su ir en serio (siempre con excelente sentido del humor).

Le debe su animadversión a la industria del automóvil (“el quinte jinete de la Apocalipsis”, dijo en alguna ocasión).

Le debe los discípulos que formó, con los que entabló amistad y compartió luchas, proyectos y sueños (no ensoñaciones): Francisco Fernández Buey, Antoni Domènech, Juan-Ramón Capella, Miguel Candel, Félix Ovejero,  Víctor Ríos, Albert Domingo, Joaquim Sempere, etc.

Le debe su pensar y sentir en términos fraternales con el resto de ciudades y comunidades españolas.

Le debe su vida de filósofo, su filosofar sobre la vida, su estar y ser en el mundo, su intentar saber a qué atenerse en el pensar, en el hacer y en el vivir.

 

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