La dinámica de los entornos mediáticos en torno a la figura de Deco, el director técnico azulgrana, revela sin misterios ni secretos que su estatus sigue siendo inestable y complicado, demasiado sujeto y dependiente de un presidente como Joan Laporta que improvisa mucho más que planifica y que sigue actuando por libre en asuntos de mercado, fichajes, comisiones y estrategias.
Deco ya estuvo a punto de dimitir el pasado mes de diciembre absolutamente decepcionado y frustrado para que en realidad, se diga lo que se diga, se ha convertido en otro de esos cargos decorativos que Laporta usa a su conveniencia e interés, en su caso concreto como la tapadera de los tejemanejes entre el presidente su excuñado y mano derecha, Alejandro Echevarria, figura con bastante más mando y autoridad que la totalidad de los cargos ejecutivos y la directiva juntos. Deco hacía años que trabajaba para Echevarria en negocios de intermediación y proyectos en el mundo del fútbol y fue gracias a la influencia de Echevarria que acabó en la secretaría técnica del Barça cuando el excuñado pudo deshacerse de Jordi Cruyff y de Mateu Alemany.
Deco fue quien, externamente, representó a Raphinha en la operación de su fichaje por el Barça y quien se aseguró de cobrar de antemano las comisiones anuales pactadas con el futbolista a lo largo de sus años de contrato antes de firmar como director de fútbol.
Como tal, desde agosto de 2023, su trabajo como responsable de los fichajes se ha limitado a cerrar las operaciones de Vitor Roque y de Dani Olmo, la primera como una gran apuesta personal y la segunda porque, en la práctica, el presidente no fue capaz de convencer a Nico Williams y de otros jugadores de que disponía de suficiente dinero para ficharlos. Solo Olmo se creyó las falsedades del presidente y acabó firmando convencido de que a él Laporta no lo estaba engañando hasta que, una vez anunciado oficialmente su fichaje, descubrió la farsa y forzó la inclusión de una cláusula de plena vigencia por la que quedaría libre para fichar por cualquier otro equipo si antes del 30 de junio se revocara su licencia, ahora provisional gracias a una medida cautelar del Consejo Superior de Deportes.
Deco, por su parte, no puede sentirse demasiado orgulloso de haber sido el genio de la botella que descubrió a Roque y que, gracias a la mediación de André Cury, le llevó al Barça por 30 millones fijos y 31 millones en variables comprometidos y en proceso de pago. Inscrito por decreto presidencial hace un año de la forma más incongruente e inexplicable por la lesión de Gavi, en verano tuvo que ser camuflado y enviado por la puerta de atrás al Betis que apenas le ha costeado el salario y que ya tiene previsto devolverlo al final de una cesión más que extraña.
Y hasta aquí el deprimente y discutible rol de Deco al que, sin embargo, de repente han enaltecido los columnistas del laportismo como si hubiera sido el héroe del mercado de invierno azulgrana que se ha cerrado sin novedades, más allá de que el único nombre puesto en circulación, el de Marcus Rashford (Manchester United) fue finalmente descartado porque, según la versión más fiable, solo era una jugada del presidente para ocultar en esta operación una comisión a quienes habrían hecho posible que el Clásico de mayo, faltando un estadio donde jugarse, se hubiera disputado en Arabia Saudita.
Como el retorno a la regla 1:1 solo era en realidad un trámite obligado, urgente y al céntimo para acreditar ante LaLiga suficientes recursos para inscribir a Olmo, el volátil dinero por la venta de los asientos VIP solo sirvió para esta precisa validación de la licencia y para aumentar a crédito la masa salarial con media temporada de coste de la ficha y amortización de Olmo. También para cerrar de una vez para siempre la vergonzosa situación de Araujo, Gavi y Pedri, cuyas actualizaciones de contrato hacía más de un año que estaban pendientes y retrasadas. Laporta debe conseguir ahora más dinero extra antes del 30 de junio para este exceso y para asumir el nuevo contrato de Íñigo Martínez, de algún jugador del plantel más, de la mejora de contrato pendiente de Balde y de Cubarsí y el costo de Hansi Flick y de su ayudante, también a la espera de nuevos ingresos que, a la fuerza, solo pueden proceder de operaciones de venta de jugadores.
A Deco se le pondera en estos artículos que haya ‘convencido’ a Araujo para quedarse, cuando es sabido que se le ha concedido la posibilidad de salir en verano por la cláusula que ya tenía, y también de haber priorizado la conservación del talento de casa con la puesta al día del uruguayo, de Pedri y de Gavi. En cambio, fuentes solventes aseguran que el vestuario amenazó con armarla cuando empezaron a circular los rumores sobre Rashford, sabiendo que era un fichaje tapadera, estando tan caliente el drama de Olmo -resuelto solo provisionalmente- y hartos de excusas y retrasos en los tres jugadores ahora con el contrato actualizado por fin.
Deco, por todos estos motivos, y porque en realidad las decisiones deportivas son solamente un reflejo de la precariedad económica que aún será más aguda cuando toque ampliar en grande el contrato de Lamine Yamal, vuelve a sentir esa sensación de inutilidad y de falta de horizontes más allá que, por suerte y por la necesidad de un mercado en el que el Barça está fuera, La Masía le ha salvado la papeleta a Laporta vía Hansi Flick.
Su protagonismo se ha reducido, pues, a vender jugadores de casa que, incluso sin debutar en algunos casos, han ido dejando dinero en la caja de la supervivencia de Laporta, que en buena parte servirá para el fichaje indescriptible de Roque. Tal es el fanatismo mediático promovido desde la junta que a Deco se le atribuyen más de cien millones en traspasos de futbolistas de casa que, desde mucho antes de su llegada, el club ya realizaba con la fórmula de guardarse una opción de compra o de un futuro traspaso. El mérito sigue siendo, en todo caso, de quienes han formado tan buenos jugadores desde hace años, entre ellos a la nueva generación de oro heredada del trabajo de la anterior junta.
De Deco se esperaba ganar dinero con operaciones de venta con Lenglet, Umtiti, Frenkie de Jong, Ansu Fati y ahora, cuanto más urgente, intentar perder lo menos posible con Roque. Por eso es tan imprescindible que Deco no sienta, de nuevo, el furor interno de hacer las maletas y de volverse a Brasil. De ahí esta campaña de exaltación del balance del mercado de invierno, después de todo reducido al frustrante descubrimiento de que el beneficio por el traspaso de Nico González del Porto al City no ha sido de 24 millones como filtraba la directiva, sino de 13,5 millones, y que el club portugués sí ha ganado netos 40 millones gracias al acierto de apostar por él en su momento.











