Envejecimiento, reto para la sociedad

Bluesky

«Tal como vives durante la juventud y madurez, vivirás durante la vejez. Si has tenido una vida de inquietud por las cosas, proyectos personales y sed de conocimiento, tendrás una vejez de inquietud por las cosas, proyectos y sed de conocimiento… no se envejece por dentro, sólo por fuera». (El arte de envejecer, de Marco Tulio Cicerón).

La infancia y la vejez comparten una característica que es la dependencia, la necesidad de que se tenga cuidado de nosotros. Si los niños no deben ser adultos antes de hora, ¿podríamos decir que las personas mayores no deben ser unos adultos caducados? El aumento de la expectativa económica y social en la sociedad actual ha hecho crecer los años vividos mucho más allá del periodo vital dedicado a la actividad productiva.

Pronto en nuestro país seremos mayoría las personas mayores de 65 años a partir de 2040. Esto significa que deberemos coordinar y reinventar un proceso y una alianza intergeneracional con las generaciones más jóvenes para dar salida a todo lo que la humanidad necesitará. Habrá que pensar no sólo en la visión asistencial de las personas mayores, sino también en un sistema que promueva la inserción activa en las dinámicas sociales, incluidas las productivas.

La fórmula de la democracia descansa en un equilibrio sutil que reclama obediencia: se funda en la dignidad absoluta de los individuos, un reconocimiento recíproco. Este reconocimiento digno de los humanos se ve últimamente con el interés manifiesto de diferentes grupos, personas, movimientos, y también instituciones que están iniciando reflexiones totalmente abiertas, que nos animan y nos llevan a pensar la enorme complejidad que está ocurriendo en la sociedad del siglo: el envejecimiento de la propia sociedad, la longevidad de las personas.

Este hecho demográfico se nos presenta hoy como una oportunidad que permite, a la sociedad en su conjunto, beneficiarse de la actividad y el conocimiento de las generaciones de más edad. Sin embargo, todos los ciudadanos están llamados a un movimiento de transformación personal, no sólo las personas mayores. Ante muchos hechos vulgares, se debe apostar por una reforma hacia la ejemplaridad, lejos de la resignación. La persona mayor tiene conciencia histórica, porque comprende que el elemento de lo humano es un fluido dinámico en permanente discurrir y no ignora el carácter efímero, provisional y reversible de lo humano.

Milenios de vida humana y décadas de experiencia democrática nos dotan de recursos para afrontar la etapa más acelerada de concentración de personas mayores en pueblos y ciudades. Hoy nos jugamos el éxito o el fracaso de un modelo de convivencia establecido seguro, productivo y atractivo. Quiere decir que tenemos medios para que las personas mayores puedan desarrollar sus proyectos de vida, y también los colectivos que afectan a su entorno y a su comunidad; la creación de nuevos instrumentos; nuevos espacios sociales; nuevos modelos de formación; nuevas formas de acción cívica o incluso de acción política para luchar contra la supresión de las barreras por edades, para favorecer la ruptura de barreras hacia las personas mayores, para reforzar los nexos entre vida social y política y la longevidad. Y todo ello, en un terreno práctico, en un terreno de organización y de acción.

Debemos concienciar a una sociedad que por su aportación, historia, entronque con sus estructuras sociales, culturales, económicas e institucionales, debe crear nuevas mayorías en torno al envejecimiento que ayuden a hacer las transformaciones necesarias. Esta propuesta conlleva y pretende de una manera algo osada de iniciar una discusión y un trabajo en común para inventar y poner en práctica nuevas modalidades, nuevas formas de acción cívica, en nuestro país en torno al envejecimiento de la población. Nuestra sociedad afronta la vejez al revés de cómo debería afrontarla, de una manera donde perdemos todos, individuos y colectivo.

Por ello, pensar la sociedad desde la longevidad y rectificar puede ser un potente motor de cambio. Debemos tener la capacidad de iniciar un proyecto pensado para la sociedad más multigeneracional que hemos tenido nunca, una sociedad donde conviven al menos cinco generaciones diferentes, pero que coincidan no quiere decir que interactúen o cooperen entre sí.

Hay que trabajar en un modelo de futuro de la sociedad que tenga el envejecimiento de las personas como reto prioritario, y que a la vez permita resolver aspectos económicos, sociales, culturales de los ciudadanos como referente humano de las próximas generaciones. Hay que agrupar energías diversas para crear escenarios de encuentro e interacción para las relaciones entre edades, y sobre todo para superar los retos que nos plantea la longevidad, que a su vez son oportunidades de cambio para toda la sociedad, oportunidades que pueden llegar a generar un amplio apoyo.

El envejecimiento de las personas debe seguir manteniendo intacta la sociabilidad de la vida adulta, su autoorganización, su capacidad relacional, su participación social, y su capacidad de comunicación. Quizá en otras épocas en las que la humanidad también valoraba poco la vejez los viejos se resignaban a ella, la comunidad dominante hacía que asumieran su rol puramente pasivo sin incomodidad. Pero el nuestro es el tiempo del individuo, de la conciencia plena, de su autonomía funcional, y vernos relegados por un prejuicio social edadista nos revela cada vez más un reto cada vez más importante: resolver o mejorar su participación dentro de la sociedad.

Esta es la paradoja de fondo que pone de manifiesto el concepto de longevidad: nuestra sociedad afronta la vejez al revés de cómo debería afrontarla, de una manera donde perdemos todos, individuos y colectivo. Por ello, pensar la sociedad desde la longevidad y rectificar puede ser un potente motor de cambio.

(Visited 28 times, 1 visits today)

Noticias Relacionadas

Te puede interesar

Deja un comentario