Cañas y barro…

Bluesky

La tragedia de la DANA, que nos turba estos días, me ha recordado la València de la Albufera, que describía Vicente Blasco Ibáñez en la novela Cañas y barro, que retrataba la realidad social del momento y del lugar con precisión y barro, mucho barro. Como el que, por desgracia, hemos visto estos días, y que nos recuerda lo débiles somos, e incompetentes.

Como decía la alcaldesa de Paiporta, Maribel Albalat, después de los altercados en la visita de los reyes del otro día, «entiendo la desesperación, pero no comparto la violencia». Los monarcas, acompañados del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y el de València, Carlos Manzón, quisieron visitar la zona cero de la DANA, y se llevaron gritos, puñados de barro e, incluso, un bastonazo, que dio con la espalda de Sánchez. Lo cierto es que la comitiva real estorbaba más que otra cosa en un momento en el que las distracciones no eran aconsejables, lo que desesperó e, incluso, indignó a los vecinos. Sin embargo, deduzco que la ausencia también hubiera enrabietado y se habría interpretado como un abandono. Así, hicieran lo que hicieran, la gestión de la cita era complicada y, en todo caso, era necesario elegir el mal menor que, probablemente, no fue la opción escogida.

Más allá del calor real, los vecinos lo que necesitaban y necesitan son brazos para limpiar de fango y ayudas para remontar, el resto, ahora, es secundario. Si a esto le añadimos el uso y abuso de la tragedia, hecho por los de siempre, la derecha más extrema, infiltrando pendencieros entre los vecinos e intoxicando en las redes, pues ya tendríamos el cuadro, en este caso un lienzo de aquella España oscura que en las postrimerías pintaba como nadie Francisco de Goya. Nadie ha sido suficientemente fino en la gestión inicial del descalabro, Sánchez tampoco, pero parece oportuno remarcar que el presidente Manzón se lleva la palma. En circunstancias normales, apenas controlada la crisis -aún no hemos llegado a esa fase-, el político popular debería presentar la dimisión irrevocable y su jefe, Alberto Núñez-Feijóo, aceptarla cabizbajo. Quizás sí que a Sánchez le conviene un relevo, incluso quizá al país una alternancia, pero queda claro que el actual líder de los populares, al que tanto le ha costado condenar la agresión a Sánchez, demuestra una y otra vez que el cargo de presidente le viene grande, y que en ningún caso está la altura que correspondería. En el banquillo, calienta a Isabel Díaz Ayuso, que no es para tirar cohetes…

Volviendo al principio, «la vida es como un río de agua clara que se va perdiendo poco a poco entre las cañas y el barro», escribía Blasco Ibáñez en Cañas y barro.

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