Víctor Font ya ha decidido que volverá a presentarse a las elecciones y en solitario después de haber expresado dudas en anteriores apariciones y hasta de haber sugerido la posibilidad de fusionar su equipo con otros si cabía la posibilidad de ir contra Joan Laporta de la mano de socios de distinto origen e ideología, aunque hablando un mismo lenguaje barcelonista. Esa alternativa ha quedado definitivamente atrás lo mismo que buena parte de su estructura, renovada con respecto a la larga aventura previa a las votaciones de 2021 después de años de ejercer una oposición activa contra Josep Maria Bartomeu.
Su estrategia ha cambiado, prefiere no quemarse ni liderar la oposición con el riesgo de que, como hizo Laporta, alguien le pueda adelantar en la última curva, buscando un posicionamiento que relativice su papel hasta que se convoquen las elecciones, sea cuando sea. Se diría que Font, más que armarse para la guerra contra Laporta, ha buscado poner distancia sobre los otros focos de oposición que ya se mueven en el entorno, especialmente con respecto a ‘Som un Clam’, que acaba de activarse y concretar una estrategia de acción y de calle que ha pillado a Font un poco con el pie cambiado y echando las redes en el mismo mar del descontento social que le había votado a él hace tres años.
‘Som un Clam’, que colideran Joan Camprubí y Jordi Roche, está llenando salas en distintos lugares de Catalunya dando voz y presencia, puede que revitalizándolos, a socios y Penyistes que hasta ahora habían permanecido en ese estado de sedación bajo el yugo y las flechas del laportismo. Su eje de tracción se ha concentrado en despojarse de cualquier relato electoral, por ahora, y reclamar el formato presencial para la asamblea ordinaria de octubre, una pequeña batalla de notable sensibilidad y sentido social y democrático que formalmente pone a Laporta en el foco del totalitarismo que se ha ganado a pulso.
Víctor Font, por el contrario, lejos de buscar el cuerpo a cuerpo con Laporta en este momento ha vuelto a exhibir esa habilidad suya para combinar un discurso realmente preciso en la diagnosis de una gestión desastrosa del presidente y la situación extrema económica del club, de un tono realmente elevado, con una complaciente actitud hacia la figura de Laporta limitándose a lanzarle el guante electoral para junio de 2025 porque, en definitiva, esa posibilidad le daría ventaja frente al resto de la oposición, que es su principal objetivo en este momento.
Por eso no quiere oír hablar de un voto de censura, que sí apoyó y fomentó desde su retaguardia contra Josep Maria Bartomeu, alegando que esa herramienta sólo puede emplearse en un caso extremo y cuando la junta de turno cruza líneas rojas. Un argumento contradictorio si se analizan los escenarios de Bartomeu en 2020 y de Laporta en 2023, empezando porque Font asegura, y con razón, que el club está ahora en peor situación que hace tres años, que la deuda es la misma más la del Espai Barça, que la estructura ejecutiva y directiva es un chiste, que es mentira que el balance ordinario arroje beneficios si no es con más trampas contables, que la venta de Barça Studios es un pufo de 407 millones y que se producen hechos de gravedad, quizá penales, como que un proveedor ha pagado las comisiones del aval de los directivos, por no hablar de la falta absoluta de transparencia y las burlas permanentes a los socios y a los estatutos.
Hasta ahora, en cambio, Laporta no ha podido poner a Bartomeu delante de la justicia como tantas veces había prometido, jurado y empeñado su palabra más allá de que, con anterioridad al proceso electoral, un miembro del equipo de Bartomeu, Jaume Masferrer, hubiera sido señalado como presunto responsable de planear el envió de tuits poco acertados sobre personajes del entorno a través de bots.
Para Víctor Font, una vez más, la principal misión es la de jugar al ajedrez electoral por delante de las verdaderas urgencias del Barça en manos de la trituradora de Laporta, en este caso, además, amparándose en que forzar un voto de censura en plena temporada no es aconsejable para el tránsito deportivo de la temporada. Eso sí, ahora apuesta por el formato híbrido de la asamblea, presencial y telemática, “como siempre hemos hecho”, dijo en su comparecencia. Lo cierto es que, sin embargo, esa terminología de ‘asamblea híbrida’ es la primera vez que la usa en más de siete años y que contra las últimas convocatorias de asamblea por parte de Laporta, telemática exclusivamente para los compromisarios elegidos por sorteo, no ha levantado la voz, ni ha protestado ni se ha indignado ante el atropello ejercido desde la junta contra los estatutos y los derechos de los socios. Esta partida se la ha ganado ‘Som un Clam‘.







