La historia de los 100 días de cortesía que, en teoría se dejan a los nuevos presidentes para situarse y emprender las primeras actuaciones, tiene su origen en 1933, año en el que Franklin Delano Roosevelt asumió la presidencia de EEUU. Lo hizo en medio de una terrible crisis económica y social, que podía incluso poner en peligro la democracia americana. En estos aproximadamente primeros 100 días de su mandato, logró aprobar alrededor de 15 leyes que permitieron contener el descalabro y poder iniciar la salida de la crisis. La idea vendría de Napoleón Bonaparte, que popularizó esta marca como símbolo de renacimiento en 1815, desde su exilio hasta el regreso triunfal a París: lo que se llamó Les Cent-Jours. A Roosevelt le gustaban las metáforas militares y utilizó la marca como una forma de presión para el Congreso y una forma de ganarse la confianza de los ciudadanos en un plazo claro y cercano.
Parece que con el paso de los tiempos no hay 100 días de cortesía que valgan. A Salvador Illa, por ejemplo, le han empezado a criticar desde el día 1. No es una cuestión personal, a los anteriores presidentes les ocurrió lo mismo, y desde vete a saber cuándo. Quizá fuera bueno recuperar el margen de cortesía, una pequeña tregua inicial antes del preceptivo ensañamiento. Sin margen, pero con la idea de Roosevelt, Illa quiere impulsar sus 15 leyes. Así, quiere reunir a sus consellers en el Monastir de Poblet el próximo mes de septiembre para marcar las líneas estratégicas. Entre ellas destaca un decreto ómnibus de sequía; un compromiso adquirido antes de la presidencia. Consciente de que la sequía fue la gota que colmó el vaso de la presidencia de Pere Aragonès -igual no es la expresión más acertada…-, el exministro de Sanidad quiere curarse en salud. El nuevo presidente quiere tener una hoja de ruta clara para solucionar los grandes retos que tiene Catalunya.
Otro de los retos, el que le ha llevado a la presidencia, es la financiación singular. Illa está comprometido con los acuerdos firmados con los republicanos y Comuns, y la financiación es la joya de la corona de estos acuerdos. Por otra parte, también ha encargado estudiar la posible recuperación del proyecto de presupuestos pactado con ERC y tumbado por los Comuns antes de la disolución del Parlament. También da continuidad al trabajo iniciado por Aragonès en el traspaso de Rodalies y recupera una vieja idea d e los tripartitos, la ley de barrios. Todo ello, rematado con la visita al Complex Egara, en Sabadell, sede de los Mossos d’Esquadra; un primer gesto para apaciguar los ánimos dentro del cuerpo policial catalán tras la espantada del expresidente Carles Puigdemont.
Con o sin 100 días, a Illa se le gira trabajo. Como decía Roosevelt, «haz algo y, si no resulta, haz otra cosa».