En su discurso de reelección de 2012, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decía: “Esta noche habéis votado porque actuemos, no para que hagamos la política habitual. Nos habéis elegido para que nos centremos en vuestro trabajo, no en el nuestro”. Soy de los que pienso que la gente, aunque los resultados puedan ser muy dispares a mi deseo, no se equivoca cuando vota. Así, también soy de los que pienso que el pasado 12 de mayo los catalanes votaron lo que votaron para que los políticos actúen, los elegimos para que, como dice Obama, se centren en nuestro trabajo, no en el suyo. Repetir las elecciones porque los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo, es un fracaso, que obedece, en todo caso, a la manía política de no hacer nuestro trabajo, sino el suyo. En definitiva, lo que vendría a ser “la política habitual”.
Desde que el presidente del Parlament, Josep Rull, en uso de sus funciones, puso en marcha la cuenta atrás electoral, hemos escuchado día sí y día también la cancioncilla de la posible repetición de las elecciones catalanas. Faltan 45 días para el 26 de agosto, festividad de Santa Teresa de Jesús, la del Vivo sin vivir en mí…, y fecha límite en la que, si nadie logra los apoyos necesarios para ser presidente, se convocarán automáticamente las elecciones catalanas para 13 de octubre.
Según el CIS, de repetirse las elecciones catalanas, el 93,9% de los electores votaría lo mismo que votó el 12 de mayo; no sé yo si vale la pena tanto revuelo por el 6,1% restante, la verdad. La encuesta concede a Junts y al PSC el mayor margen de crecimiento si son capaces, eso sí, de convencer a los abstencionistas. El más interesado en la reiteración electoral es a ciencia cierta Carles Puigdemont, que ansía acabar de doblegar a su rival doméstico, ERC, y especialmente a su exlíder Oriol Junqueras, al que detesta, y es recíproco; a la vez que calcula poder hacer la campaña de forma presencial, si la amnistía se lo permite. A quien menos tienta la repetición es a los republicanos, en caída libre desde las municipales; inmersos en plena guerra civil y con el miserable escándalo de los carteles del Alzheimer pululando en el ambiente, el partido se afana por saber quién liderará la travesía del desierto. A Salvador Illa el bis electoral le favorece personalmente, volvería a ganar y lo haría aún con más margen, pero si le restamos el desastre republicano, hechas las cuentas, podría perder la suma progresista.
Emplazo a los políticos catalanes a hacer nuestro trabajo, que por eso les votamos, no el suyo, no politiqueo, no “la política habitual”, que decía Obama. Aunque a unos pocos les vaya bien, a la mayoría no nos apetece volver a votar, ese trabajo ya lo hicimos el pasado 12 de mayo, que no nos traspasen sus incompetencias…