El Triangle

Milei y la doctrina del shock

Luis Caldeiro

Periodista. (luis.caldeiro@periodistes.org)
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En 2007, la periodista, escritora y activista canadiense Naomi Klein publicó un libro emblemático, considerado por el diario The New York Times como “la biblia del movimiento antiglobalización”: La doctrina del shock.  En él, la autora sostenía que una idea que había sido tradicional en la extrema izquierda, según la cual una situación de máxima crisis (hiperinflación, crack bursátil, etc.) podía facilitar y acelerar un cambio revolucionario, había sido adoptada en los años setenta precisamente por el bando contrario; en concreto por Milton Friedman, ideólogo del grupo de economistas ultraliberales conocido como Escuela de Chicago.

“Sólo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero”, proclamaba Friedman en uno de sus ensayos más influyentes. Y a partir de esa crisis, afirmaba, “una nueva administración disfruta de seis a nueves meses para poner en marcha cambios legislativos importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no volverá a disfrutar de ocasión igual”. A esa estrategia Klein la denominaba doctrina del shock, que, como su nombre indica, consiste en aprovechar la conmoción producida por una crisis de primer orden (golpe de Estado, catástrofe natural, invasión militar, bancarrota económica) para implantar rápidamente medidas económicas profundas que en estado de bonanza serían impensables y cuyo objetivo, básicamente, es desmontar todo lo público a fin de beneficiar a unas élites.

Susana Alonso

Friedman tuvo ocasión de poner en práctica sus ideas en ese inmenso campo de experimentación que fue el Chile de Augusto Pinochet. Nombrado asesor del dictador, éste decretó, siguiendo sus instrucciones, un paquete de medidas rápidas (recorte del gasto social, liberalización y desregulación generales, privatizaciones, etc.), aprovechando que el país se hallaba traumatizado por el golpe militar y una hiperinflación galopante. Fue “la transformación capitalista más extrema que jamás se haya llevado a cabo en ningún lugar”, afirma la autora del libro.

La Argentina que eligió a Javier Milei comparte con el Chile de aquella época la conmoción económica, si bien el caso argentino es endémico, con la hiperinflación como pesadilla recurrente. Sin embargo, se había tocado fondo con el último gobierno kirchnerista: inflación interanual del 142%, reservas del Banco Central prácticamente agotadas y un país endeudado hasta las cejas. Tras conocer su victoria electoral, Milei, en consonancia absoluta con la doctrina del shock, advirtió: “no habrá gradualismo ni tibieza (…) si no avanzamos rápido en los cambios estructurales que Argentina necesita, vamos hacia la peor crisis de la historia”.

En sus primeros cinco meses de gobierno, la economía ha empeorado aún más, pero este cirujano de hierro confía en que el sufrimiento de hoy permita un nuevo florecimiento mañana. El peligro radica, obviamente, en que la nueva medicina acabe matando al enfermo. En todo caso, un artículo publicado el 13 abril en el diario El País, firmado por la periodista y escritora Leila Guerriero, retrata una realidad inquietante: Argentina sufre una epidemia récord de dengue, con 210.000 casos desde principios de año (cuatro veces más que en el mismo período de 2023), que ha provocado ya 160 muertos. “Existe una vacuna. Se aplica en vacunatorios privados. Cuesta 130 euros. El sueldo promedio es de 190”. En estas condiciones, la población se ha lanzado a la desesperada a comprar repelente para mosquitos que, obviamente, se ha agotado. Y como la picaresca hispánica es infinita, enseguida aparecieron por las calles individuos que “vendían” una rociada de repelente por cinco euros. ¿Y el Estado? “No hay campañas de prevención por parte del Gobierno”, denuncia. El ministro de Salud, por su parte, afirmó en una entrevista que “la vacuna no se incluirá en el plan de vacunación, pero que “si tu médico te hace una receta para que te la inocules (…) está más que permitido. Es una decisión personal”. Cinismo inaudito al que la periodista replica con un “no hace falta receta: solo dinero”. Finalmente, concluye con esta reflexión: si la próxima epidemia se produce en los siguientes cuatro años -los que abarca el mandato de Milei- “los habitantes del planeta no saben qué será de ellos (…) pero los argentinos llevaremos ventaja: sabremos que vamos a morir”.

Mientras escribo esta nota, el presidente argentino se encuentra en España. Este hooligan metido a estadista ha llegado a afirmar que “el Estado es una organización criminal”. ¿Alguien puede dudarlo, a la vista del modelo que propone al mundo?

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