La acumulación de desaires y frialdad de Joan Laporta, el presidente del Barça, en relación con el femenino hace tiempo que ha dejado de ser una incidencia casuística para convertirse en una constante que, por otro lado, tampoco es tan sorprendente viniendo de parte de alguien que ya en la campaña electoral de 2021 exhibió burla y un absoluto desprecio por la sección que le está pintando la cara al primer equipo de fútbol, especialmente desde su retorno a la presidencia. El último acto sintomático de este pasotismo lo ha protagonizado Laporta eludiendo, de manera absolutamente injustificada, la entrega del trofeo de campeonas de la Liga F, el quinto título consecutivo, celebrado el viernes pasado en el estadio Johan Cruyff. Se trata del segundo trofeo confirmado del póker al que aspira esta temporada que puede ser histórica en la historia del club, pues, tras ganar la Supercopa y la Liga, el equipo de Jonathan Giráldez ha alcanzado las finales de la Copa y de la Champions, pendientes de disputarse este mes de mayo.
Laporta, además, no quiso ni que el aparato de comunicación inventara ninguna mala excusa para la ocasión, simplemente dejó dicho que bastaba con la presencia del directivo de la sección, Xavier Puig, a quien cedió todo el protagonismo como único argumento para ausentarse. Le preocupa nada que el femenino, y la tipología del barcelonismo que arrastra, le acabe dando la espalda un día no muy lejano. Si no le importó en su momento disimular que no sentía el menor interés por el femenino, riéndose de su propia ignorancia sobre la sección en la campaña electoral, mucho menos ahora que cada éxito suyo afea y subraya la pésima gestión presidencial del primer equipo.
La anterior a esta falta de respeto del viernes la protagonizó también el propio presidente citando a la prensa para escenificar la continuidad de Xavi en una rueda de prensa improvisada a la misma hora que el femenino presentaba un acuerdo de patrocinio espectacular -y clave para su futuro- con Vueling. El enorme ruido de aquel surrealista y esperpéntico episodio anuló mediáticamente que el femenino tenga su propio avión vinilado con las cracks del equipo dando vueltas por el mundo.
Laporta no soporta que el femenino, considerado del mejor equipo del mundo actualmente, además de ganar de verdad con el ADN azulgrana y haber producido las ganadoras da las tres últimas ediciones del Balón de Oro, sea, lo quiera o no, una herencia brillante, admirada y reconocida de Josep Maria Bartomeu y de una junta que apostó acertadamente por la profesionalización de la sección, además de estructurar su fútbol base a imagen y semejanza de la Masía.
En su día, verano de 2010, al acabar el primer mandato de Laporta, el femenino había descendido de la elite en un estado de abandono y rechazo absolutos, también reflejo de ese mismo desinterés. En su regreso a la presidencia, a partir de 2021, Laporta no ha escatimado esfuerzos en desgastarla, pues además de echar al entrenador ganador de la primera Champions, Lluís Cortés, también forzó el adiós de su gerente, Markel Zubizarreta, y la marcha voluntaria del actual entrenador, Jonathan Giráldez, a final de temporada.
A través de su primer director de fútbol, Mateu Alemany, Laporta también consiguió cortarle las alas incluyendo el femenino en el pack de secciones -como el baloncesto y el resto de las del Palau- a afectos del plan de viabilidad de LaLiga, lo que quiere decir que su presupuesto está sujeto a criterios limitados de gasto con independencia de su capacidad para generar recursos y la calidad y cantidad progresivamente ascendentes de sus espónsores.
De ahí los recortes y los problemas de renovación con algunas de sus estrellas, como la propia Alexia Putellas y otras figuras relevantes del equipo que ahora mismo defiende el título de campeón de Europa y que ha sido la base de la selección campeona del mundo.
Precisamente a causa de los incidentes en la entrega de medallas de la final con Luis Rubiales y de la actitud de algunas de las jugadoras del Barça, liderando un boicot y protestas contra el machismo, el sectarismo y las deficiencias de la Real Federación Española de Fútbol en la gestión de la igualdad de género, Laporta hubo de avergonzar al barcelonismo con una actitud de apoyo a sus jugadoras tan tímido y disimulado que hasta la vicepresidenta institucional, Elena Fort, también en un gesto cobarde, elevó a público su desacuerdo sin atreverse a dimitir, como hubiera sido lo correcto por dignidad y coherencia con la defensa de los derechos de la mujer y de las libertades fundamentales que, en teoría, forman parte del credo azulgrana como Més que un club, y que además figuran en sus estatutos como parte irrenunciable de su compromiso con los valores azulgrana.
En cambio, a la hora de sacar un determinado provecho de la popularidad y tracción del femenino, Laporta no ha dudado en permitir, otra vez, que para una final de la Champions, la que disputará el equipo en San Mamés el próximo día 25, los revendedores orbitales de las agencias y de la directiva azulgrana se hayan hecho con la mayoría de las entradas que, falsamente, fueron puestas a la venta con preferencia para los socios días atrás.
El femenino, como tantos otros legados que están siendo saqueados por el neolaportismo, tiene la suerte de poder resistir este fuego amigo, al menos de momento, gracias su sólida estructura y determinación heredadas.