A este paso, Xavi Hernández acabará pasando a la historia por esa extraña relación, cada vez más esquizofrénica, entre él mismo y su personaje como entrenador del FC Barcelona, cargo que no se acaba de entender si actualmente lo ejerce en funciones, por falta de un sustituto, o desde la excedencia como resultado de la mutua aceptación por ambas partes, técnico y directiva, de una situación confusa, provisional y, desde luego, bipolar. Por eso, el propio Xavi solo tardó 10 minutos en perder en la sala de prensa todo lo que acababa de ganar en el campo el martes por la noche, frente al Nápoles, tras clasificarse para los cuartos de final de la Champions, un éxito notable según se mire, teniendo en cuenta que el Barça no alcanzaba esta fase de la máxima competición europea desde la temporada 2019-10, la primera afectada por la pandemia.
Xavi sacó y vomitó todo el resentimiento y revanchismo que había acumulado desde el otoño pasado contra determinada prensa cuando, con motivo del mal final de la fase de grupos, perdiendo contra el Shakhtar Donetsk en Hamburgo y el Amberes belga, la prensa elevó bastante la crítica por el juego mediocre y falta de actitud del equipo, que, no obstante, se clasificó como primero de grupo. “Ahora qué hacemos con el bufón de Europa”, soltó Xavi tras eliminar al campeón italiano en respuesta claramente rencorosa y dolida contra un titular del diario El País que, en los peores momentos, encabezó así una crónica de Ramon Besa: “El Barça es el bufón de Europa”.
La trastienda de esta reacción, que va a dejar otro reguero de crispación y de tensión entre Xavi y los medios, destapa un viejo conflicto y litigio mediático entre Xavi y Guardiola. O sería más exacto referirse al guardiolismo entendido como un lobby de prensa que, desde la explosión del Barça de 2008-09, el año del sextete, ha controlado el relato mediático por lo que se refiere a la custodia, protección y defensa ciega de Guardiola y de la pureza de su estilo que, por llevarlo al extremo del fanatismo, ha acabado por convertirse en una especie de clan que ha denostado, criticado y sometido a todos y cada uno de sus sucesores en el banquillo azulgrana. Ramon Besa, autor del detonante titular que ha destapado esa guerra tanto tiempo soterrado, ha sobresalido desde siempre como el gurú de esa cienciología guardiolista al que pertenecen las más destacadas plumas de la prensa, la radio y la televisión, como es obvio y detectable por sus puntos de vista y opiniones claramente uniformes.
El guardiolismo nació y creció en paralelo al éxito de Guardiola como jugador, en buena parte fomentado por su representante, Josep Maria Orobitg, personaje hábilmente próximo e influyente entre los periodistas que acabaron creando una alianza tácita, física y coordinada en torno a la figura de Pep, que, a su vez, con el consentimiento expreso del propio Guardiola, también se ha convertido en una poderosa arma del laportismo, especialmente útil y eficiente contra las presidencias consecutivas de Sandro Rosell y de Josep Maria Bartomeu.
Un colectivo, básicamente un lobby de prensa, que no existiría sin el deseo y la activación de Guardiola, tan inteligente en la sala de prensa como cercano, cariñoso y complaciente con sus periodistas fuera de ese ámbito, a base de mensajes, llamadas y hasta comidas y cenas en las que, a lo largo del tiempo, se ha labrado y consolidado un superpoder periodístico, dominante y peligroso si se tiene en contra en algún momento como finalmente le ha sucedido a Xavi.
El actual técnico, con el que Guardiola ya rivalizó en algún momento de la etapa de ambos como jugadores del Barça, después compartieron felices la maravillosa experiencia de formar parte del Barça de Messi. Fue a raíz del regreso de Xavi al Camp Nou como entrenador cuando ese lobby mediático hubo de alinearse a la fuerza, por su parentesco y vinculación con Laporta, con el recién aterrizado, acogido con cierta condescendencia y consentimiento, que no con entusiasmo, porque prevaleció el interés de servir a la estabilidad de la junta actual.
Luego no fueron tanto las deficiencias de Xavi a la hora de dirigir al equipo, sobre todo comparado con la excelencia que se la atribuye al actual entrenador del City, como las acusaciones de Xavi contra alguien del City, por no cederle antes Joao Cancelo ni favorecer la salida de Bernardo Silva -puyas que aludían a Guardiola directamente e insinuando que estaba perjudicando al Barça y a él expresamente-, el motivo que cambió la actitud de ese lobby.
Xavi percibió ese giro, se puso nervioso y empezó a mostrarse tan inseguro y desamparado que fichó a un periodista para protegerse, Edu Polo, al que se le imputan las fatalidades y errores dialécticos de Xavi, demasiado habituales desde hace unos meses.
En realidad, sin embargo, Xavi es lo bastante mayor y poco listo para equivocarse tanto como ha hecho ahora al sacar toda su ira contra el capitán e icono del guardiolismo, Ramon Besa.
Desde luego, el Barça lleva tiempo decepcionando en Europa y especialmente Xavi ha protagonizado cuatro eliminaciones ciertamente impropias, no pasando de la primera fase dos temporadas seguidas en las que, además, el equipo ha hecho el ridículo en la Europe League. No puede acreditar argumentos ni para presumir por su palmarés continental, pobrísimo, ni para sacar pecho tras haber alcanzado los cuartos frente a cuatro rivales (Oporto, Shakthar, Amberes y Nápoles) que no figuran, ninguno, en las primeras posiciones de sus respectivas ligas.
Xavi puede, legítimamente, alegrarse por estar donde el Barça llevaba una década estando y hasta donde, se supone, debe alcanzar para cumplir con el presupuesto, sobre todo después de haber ganado la Liga del año pasado y haberse visto agraciado con cinco refuerzos de lujo. En todo caso, Xavi sigue en deuda con una afición decepcionada por cómo perdió la Supercopa, por cómo cayó eliminado en la Copa y por cómo se ha descolgado bastante en la Liga, a la espera de un milagro.
Intentar vengarse ahora de un titular de hace meses con esa obsesión e inquina, un poco enfermiza, parece temerario, imprudente y arriesgado por su parte cuando la temporada está en el aire y él mismo ha tirado la toalla anunciando y reconociendo su incapacidad para darle futuro a este equipo. Dijo que lo hacía para destensar el ambiente y al equipo. No lo parece.