Dos años sin ir a la escuela por una adicción grave a las pantallas

Casos como este se están abordando en el Centre SPOTT, pionero en estos tratamientos

Les instal·lacions d’SPOTT permeten atendre joves amb addiccions a les drogues i a les pantalles. Foto Eva Guillamet

El Centre SPOTT de la Diputació de Barcelona ha sido un servicio pionero en el Estado en prevención y atención de las adicciones a las pantallas entre los más jóvenes. Desde el año 2016, el equipo de profesionales ha ayudado a más de 200 jóvenes y adolescentes de entre 12 y 20 años, así como a sus familias. La situación, pero, es preocupante porque el número de personas atendidas crece cada año, y en el que llevamos del 2023 ya se interviene en unos setenta jóvenes.

El perfil principal de usuario es un adolescente masculino de 14 años que se ha enganchado, principalmente, a los videojuegos con una motivación competitiva. Si ocho de cada 10 casos corresponden a chicos, las chicas, a pesar de que son minoría, entran antes al servicio, y con 13 años de media ya son atendidas a SPOTT, según los datos del Centre.

La adicción de las adolescentes está centrada en las redes sociales con una vertiente relacional. En declaraciones a EL TRIANGLE, Gemma Garcia, jefe de la subsección de Intervención en Drogodependencias de la Diputació de Barcelona, expone que las derivaciones de los servicios sociales de los Ayuntamientos van en aumento cada año, y hay “una preocupación importante desde todos los ámbitos, ya sean familiares, escolares, etc.”. De hecho, el fracaso escolar o el bajo rendimiento en la escuela es presente en casi la mitad de los casos de SPOTT, y es uno de los factores de detección del abuso de las pantallas.

Otra característica de los casos en tratamiento al servicio de la Diputació es que “hay una alta presencia de patología dual, que quiere decir que hay la existencia simultánea de un trastorno adictivo y otro de mental asociado”. Por lo tanto, en siete de cada 10 casos abordados a SPOTT la adicción a las pantallas convive con un trastorno de ansiedad, depresión, déficit de atención e hiperactividad o bien del espectro autista.

Gemma Garcia opina que “detectar e intervenir de forma temprana es esencial porque el diagnóstico mejora muchísimo”. El problema actual es que gran parte de los casos que se derivan a SPOTT ya están muy cronificados y la intervención es más compleja. “Nos llegan casos de jóvenes que han estado dos años sin ir a la escuela y encerrados en su habitación. Cuando se quieren poner límites, responden con un comportamiento agresivo. Son casos graves donde cuesta más conseguir un cambio de hábitos”, explica. Por lo tanto, es muy importante poder actuar de forma preventiva, y si se ve cualquier problema derivarlo a los servicios especializados.

El gran reto de cualquier caso, pero, es lograr la implicación del adolescente. “Consideran que no tienen ningún problema y reconocerlo es lo más complicado. ‘Yo no estoy enganchado’, dicen”. Para obtener el vínculo, la participación de la familia es básica. “El trabajo con la familia es fundamental dentro del proceso del tratamiento y están implicados desde el primer momento”, afirma Gemma Garcia. Hay que tener presente que “no hay percepción de riesgo, y los jóvenes no quieren hacer tratamiento y dicen que no tienen ningún problema”. Por lo tanto, ha sido básico en SPOTT “abrir un programa de atención familiar donde pudiéramos trabajar con las familias y así obtener la vinculación del joven al servicio”, continúa.

Para la jefa de Intervención en Drogodependencias, una vez se consigue la vinculación, se puede ir averiguando qué hay detrás de la adicción a las pantallas. “Lo que encontramos detrás son muchas dificultades con las relaciones sociales; dificultades de regulación emocional; otras preocupaciones, y partimos de estas preocupaciones para poder trabajar con ellos. Intentamos identificar las motivaciones personales que tienen y las utilizamos para luchar contra las pantallas. Favorecemos que tomen conciencia de cómo les afecta la vida cotidiana y de la necesidad de poner límites”.

Sin límites al uso de las pantallas, los adolescentes pueden empezar a mostrar síntomas a tener en cuenta, como carencia de sueño, porque han sido conectados toda la noche y se levantan cansados para ir a la escuela; problemas de relación en casa con alteración del carácter; afectación en otras áreas de la vida como las relaciones sociales, la alimentación o la carencia de un ocio sin pantallas. Entonces hay que actuar y “conseguir abordar toda la problemática emocional, disfunciones familiares o patología asociada que pueden tener”, según Gemma Garcia.

En relación con el debate sobre la prohibición del acceso a los smartphones hasta los 16 años, el enfoque del Centro SPOTT es más partidario de “hablar, observar y retrasar tanto como se pueda, si hace falta, la edad límite según el desarrollo madurativo y psicológico de cada menor”. Para Garcia, “no hablaríamos de prohibición, sino de regulación para un uso responsable. Sí que es cierto que conviene retrasar el máximo posible que los adolescentes empiecen a tener móvil, para que así respetemos el desarrollo evolutivo y la maduración cerebral de los adolescentes”. Ahora, estamos viendo el primer móvil con la celebración de la comunión o bien niños muy pequeños con la pantalla incorporada al cochecito de paseo.

A pesar de que la escuela es importante, “el trabajo profundo está en casa”. Opina que “las familias tienen que poder trabajar el uso responsable. Hace falta un buen modelado desde las familias, porque muchas veces los adultos en casa estamos constantemente conectados. Hay que poner normas, límites y ser capaces de ayudar a mantener este uso adecuado de las pantallas”.

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