La hegemonía mediática de Laporta, su dominio absoluto del entorno barcelonista y su eficaz maquinaria para controlar la práctica totalidad del mensaje y del discurso a su favor resultan tan indiscutibles como lo es, inversa y desgraciadamente proporcional para el Barça, para la institución, su manifiesta incapacidad para gestionarla.
En una entrevista que le hizo el lunes en Miami Hristo Stoichkov, Laporta destacaba, hinchado como un pez globo, rebosante de satisfacción, el acierto de haber fichado a Lewandowski. “Nos hemos dado cuenta de que el Barça necesita jugadores como él, que es una ametralladora de goles. El Barça siempre ha de tener jugadores así”. Una afirmación que su baboso entorno y la prensa no menos entregada aplaudían con las orejas, asombrados por la visión de un presidente excepcional y único, por todos considerado el mejor de la historia.
Es normal, pues, que Laporta se venga arriba con tanto agasajo y admiradores a su alrededor y que, de forma improcedente, se jacte en público no sólo de haber identificado cuál era el problema del equipo de Xavi sino de haber dado con la gran solución. Nadie de los suyos es capaz de rebatirle o cuando menos de recordarle que cuando entre todo su equipo de elite y él mismo decidieron prescindir de Messi y de Griezmann, autores de 58 de los 122 goles marcados la temporada 2020-21, Ronald Koeman se avino a intentar salir adelante con el refuerzo de Luuk de Jong.
Con un presidente así, tan astuto y sagaz que sólo ha tardado un año, cero títulos, dos entrenadores, tres fichajes de invierno para nada y 30.000 abonados menos en darse cuenta de la falta de gol y de sus gravísimas consecuencias, es normal que el resto del club, pero sobre todo la vertiente económica y financiera se encuentre en un estado de deterioro y ruina aún peor.
Laporta, además, ha entrado ahora en una espiral de riesgo y desbarajuste contraria a su anterior estado anímico de hace apenas unos meses, cuando admitía que “no estamos para hacer locuras”.
Nada ha cambiado, pero Laporta, un agitador sobrado de talento para este tipo de situaciones, aprovechó la oportunidad que Javier Tebas le puso en bandeja cuando a finales de mayo afirmó que “el Barça, a día de hoy, no puede fichar a Lewandowski”.
El lado chulesco del personaje, el del “¡Que aprendan!” del 2023, se revolvió desde su más oscuro pasado y se alió con la oportunidad de hacer negocios con los agentes de su círculo, Jorge Mendes (Raphinha y Koundé) y Pini Zahavi (20 millones se lleva de la operación de Lewandowski). Laporta sentía la necesidad de recuperar, ante la afición azulgrana, esa imagen de líder desafiante que atropella los convencionalismos, no le teme a nada y sólo sigue sus propias normas.
Aunque eso es pura fachada, pues cuando le llama Florentino se vuelve mimoso como un gatito, por la cuenta que le trae. Ese Laporta vio la ocasión de cometer, justificadamente, todas esas locuras que ni puede ni debe realizar quien de verdad aprecie el club y debe tomar las decisiones que, responsablemente, garanticen el modelo de club y la histórica copropiedad de los socios.
La misma tarde que aprobó en junta medidas prudentes y de economía de guerra, vender el 10% de los derechos televisivos y el 49% de BLM para aliviar la tensión financiera, Laporta cambió el guión nada más levantarse acta y prometer a la memoria de Cruyff que todo el dinero, el que no tiene el Barça, el prestado, el avanzado y el inventado, ese que ni siquiera pasará por el banco, todo ese dinero acabaría en el campo, eso sí descontadas las comisiones de todos sus amigos.
Ese mismo día le dijo a Lewandowski que el Barça lo ficharía por el precio que fuera (60 millones como ya se sabía), motivo principal por el que se han activado las famosas palancas y se han acometidos los dos primeros fichajes, el de Raphinha (Leeds) y el de Lewandoswski (Bayern) por el módico precio de 130 millones (70 y 60 millones respectivamente).
Aunque, en el caso de Lewandowski, Laporta y el aparato de la junta han informado de una operación de 45 millones de traspaso más 5 en variables, fuentes bien informadas apuntan y explican que los dirigentes del club bávaro han aceptado airear y filtrar esas mismas cantidades, a cambio de 60 millones.
Diego Torres, periodista de El País, escribía que el Bayern estaban celebrando enloquecidamente las cifras del mejor traspaso de la historia de club. “Se congratulan -escribió- de recibir 60 millones de euros por un jugador de 34 años al que en abril decidieron ofrecer la carta de libertad . El repentino interés que mostró el Barça en mayo —el club catalán fue el único que formalizó una oferta— desembocó en una gran inyección financiera. Si desde el Barça se indica de forma extraoficial que la adquisición costará 50 millones, desde el Bayern, y bajo condición de anonimato, aseguran que el traspaso se cerró por un total de 60 millones de euros: 45 fijos, cinco si el Barça se clasifica para la Champions en las próximas temporadas, y diez más si el jugador cumple su primer año de contrato como culé”.
“El Barça insistió en que llegará a 60 millones si antes el Bayern anuncia públicamente que vende por 50″, dice un agente que participó en la compraventa. “Así quieren aliviar el impacto mediático”, añade. Hoeness también comentó entre sus directivos que tenía la convicción de que el Barça acabaría pagando lo que pidieran ya que Laporta era el verdadero interesado, y no Xavi Hernández.
Durante días, el Bayern fingió desinterés y prepotencia. Nunca respondió a la primera oferta del Barça, de 45 millones más cinco por objetivos, y obligó al delantero a presentarse en Sabener Strasse haciendo acto de contrición. Luego fue el propio Bayern el que desatascó la negociación, cuando un alto cargo se dirigió a Lewandowski el lunes pasado, para advertirle de que el Barça ficharía a Raphinha por 70 millones. Si de verdad le querían, debía presionar a su agente Pini Zahavi.
No hay embuste que el tiempo no acabe revelando, pero es verdad que Laporta, siempre de forma voluntaria, como los casi 300 millones de pérdidas del año anterior que añadió al cierre, suele ponerse la soga en el cuello constantemente, pues se había comprometido con Pini Zahavi, amigo de Laporta y hoy también la persona más estimada por el tesorero del Bayern y de prácticamente todo el club, que lo rescataría antes de la presentación oficial del Bayern, que estaba prevista para el pasado día 16 de julio.
La habilidad de Laporta, indiscutible, es la de vender este tipo de tragedias como una colosal victoria sobre el mercado y, desde luego, sobre lo que él consideró casi como una injuria y un ataque al barcelonismo por parte de Javier Tebas, pues a día de hoy el Barça ha fichado a Lewandowski.
Otra cosa es que lo pueda inscribir, que es lo que probablemente quiso decir y no dijo, equivocándose quién sabe si a propósito, Javier Tebas en aquel momento.
Tebas, que aprende muy rápido y ha cambiado de táctica, proclama su plena confianza en Laporta. «Ahora mismo -ha dicho- lo único claro es que el Barça no puede inscribir. Pero sería extraño que un club como éste se lanzara a la piscina sin tener algo atado», en boca de uno de los ejecutivos de LaLiga, desde donde se insiste en que a la vista de las palancas activadas, probablemente el Barça necesite vender más activos o jugadores.
«Hemos competido con PSG y Chelsea por Lewandowski», ha clamado Laporta para justificar que en la puja por el delantero polaco nunca hubo realmente nadie más que el Barça, o mejor dicho, nadie que no fuera Pini Zahavi y un presidente que el año pasado no le pareció preocupante ni arriesgado prescindir de Messi y de Griezmann.
De la inscripción, el margen salarial y del despiporre de Laporta, fichando desatado todo lo que se mueve, ni hay preguntas ni hay debates sobre si al Barça, con más de 100 millones de déficit estructural, le conviene seguir desprendiéndose de activos a cambio de una drástica reducción de ingresos a partir de la próxima temporada.
El silencio de Javier Tebas, según se mire, puede llegar a ser aterrador. Faltan apenas unos días para que LaLiga emita un comunicado oficial sobre el margen del Barça para fichajes e inscripciones.