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O te espían o no eres nadie

Xavier Ribera

Gasetiller, escrividor i guionista. Com deia Calders, "vaig néixer abans d'ahir i ja som demà passat. Ara només penso com passaré el cap de setmana".
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Vamos acumulando crisis: de la secesionista a la económica, pasando por la sanitaria hasta llegar a la bélica, y ahora una de espías. ¿Se llenarán las tertulias de expertos en espionaje, como en su día ocurrió con abogados, economistas, científicos o politólogos? Y todo ello nos agarra sin la finura de Miguel Gila o el tono canalla de Pepe Rubianes, una lástima. El espionaje siempre ha sido un género de éxito en la literatura y el cine; nos fascina observar a escondidas a alguien, esto siempre ha sido así. La trama empezó con el espionaje a activistas y políticos independentistas, además de periodistas y abogados; de la sesentena larga al centenar, y espérate. El giro de guion llegó, como el levantamiento madrileño, el pasado 2 de mayo, cuando el gobierno español anunció que el presidente Pedro Sánchez y la ministra de Defensa Margarita Robles también habían sido espiados. Así, para el independentismo cobraba valor el premonitorio dilema que plantea John Le Carré en El topo: «¿Quién espía a los espías?». Aunque para muchos sería más adecuado citar a Mortadelo y Filemón, es recurrente estos días parafrasear al escritor francés; también el espía de los espías, el mítico James Bond, adquiere notoriedad.

He comprado palomitas para seguir el espectáculo. El goteo de espiados va en aumento, veremos hasta dónde llega. En una segunda fase, habrá que averiguar quién espiaba y bajo qué pretexto y paraguas. Por último, alguien tendrá que asumir alguna responsabilidad, ya sea por haberlo ordenado de manera ilegal o por no haberse enterado -Europa nos mira. Por el momento, a Sánchez se le complica lo que queda de legislatura. Los socios, internos y externos, quieren cabezas. No sé cuántas vidas le quedaban al gato Sánchez, me he descontado. Y las elecciones andaluzas, al doblar la esquina. El PP se frota las manos, han pasado cuatro días de su gran crisis, y ya nadie se acuerda.

Lo confieso en voz alta, nunca he sido espiado, o no me consta -un matiz, espiados lo somos todos, me refiero a que no lo he sido de manera notoria-. Y esto, al paso que vamos, me convierte en un marginado, un auténtico paria. Reúno las tres condiciones para ser un cero a la izquierda: nunca me han otorgado la Creu de Sant Jordi, no tengo parodia en Polonia y no me espían. En definitiva, no soy nadie, y desconozco si todavía tengo tiempo o voluntad de enmendarlo; desengañémonos, no he acumulado a lo largo de los años méritos o desméritos suficientes para ser reconocido, parodiado o espiado.

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