Operación de “limpieza” de los tuits más ofensivos de Joan Laporta i Entrc Massip

Borran los mensajes de su ‘matón’ preferido de Twitter y esconden al candidato debajo de la alfombra

De las virtudes que más aprecia el barcelonismo social, las formas, el talante, el respeto y la imagen son algunas de las más destacadas. Y son de hecho la causa fundamental de que miles de socios a lo largo de más de dos décadas hayan desarrollado un rechazo contra Joan Laporta. Se diría que con la misma pasión y determinación que, en cambio, sus más fieles y leales seguidores prefieren su gamberrismo y cara dura, la mayoría de ellos ciegamente prendados de sus desacatos al nuñismo y al rosellismo que han dominado el club desde hace más de cuarenta años.

Las excepciones podrían contarse con dos dedos de una mano: la victoria de Joan Laporta en las elecciones de 2003 y este periodo preelectoral bajo el coro mediático y el gigantesco esfuerzo propagandístico en la proyección de un escenario en el que Laporta ya ha ganado las elecciones. Em ambos casos, inevitablemente, la chispa laportista la ha encendido una pésima gestión anterior, como fue la de Joan Gaspart de 2000 a 2003, y la de Josep Maria Bartomeu en los dos últimos años de su mandato.

Con esta previa y una atmosfera convenientemente caldeada por el voto de censura y una campaña social crispada hasta forzar su dimisión, la puesta en escena de Laporta fue diseñada expresamente para una campaña relámpago, en la que el ex presidente fuera casi invisible, una campaña en la que apareciera lo menos posible, en los debates mínimos y sin esa proverbial capacidad suya para dejarse llevar por su impulso irrefrenable de dominar el medio y el mensaje. 

Por esto se ha combatido su enorme popularidad y mala imagen entre el barcelonismo más consecuente, labrada por esta indecente utilización del club para sus delitos y provecho propio, con la presentación de un personaje que no habla, no opina, no comenta, que actúa como un muñeco al que le mueven brazos y pies y hasta la boca para soltar obviedades y negar su propio pasado. 

Tanto es así que, cuidadosamente, se han borrado de los archivos de twitter, hemerotecas y otras redes sociales sus sonados e incorregibles actos de embriaguez además del conjunto de informaciones que denotan el tipo de presidente que fue, corrupto, tirano, embustero, aprovechado y despilfarrador, habiendo dedicado una fortuna -dinero del club- en comprar voluntades y favores. En este entorno azulgrana de prensa pusilánime y vendida, de políticos igual de cobardes y de un ejército de mediocres que revolotean entre las clases media y baja del círculo del poder barcelonista se teme tanto que gane como que pierda Laporta.

Si gana, porque quizás no se beneficien de su generosidad y privilegios, y si pierde, porque pueden ser víctimas de su ira y su malhumor. Nadie se quiere quedar fuera del carnaval de la victoria, si ésta llega.

El limpiado de imagen ha alcanzado especialmente a su propio entorno. Tanto, que su ‘matón’ preferido de twitter, Enric Masip, también ha sido pasado por la censura. No sólo han desaparecido sus tuits cargados de odio visceral y mala leche, acusatorios y vengativos. También se los escriben y repasan el equipo de campaña para que aparezca ante la opinión pública como el más leal, noble y educado redactor de tuits ridículamente angelicales. De su prosa obscena e insultante no queda el menor rastro.

De eso se trata en definitiva, de borrar el personaje de Laporta y de su banda, de negar que pasó por el Reus y hasta por el Barça, de poner a prueba la memoria de los barcelonistas, muchos de ellos potenciales votantes porque quieren castigar así a Bartomeu y sacarse la espina de los disgustos vividos en el pasado más reciente.

La totalidad del entorno laportista ha sido desinfectado e higienizado de cara a unas elecciones demasiado eternas como para que su táctica de guerrillas, vacía de contenido y de propuestas, pueda resistir mucho más tiempo.

De hecho, ahora hay que ocultar a Laporta el máximo, todo lo que se pueda, si es necesario escondiéndolo de los debates a él y a su equipo. Hay que barrerlos y dejarlos en su espacio natural, debajo de las alfombras, hasta ganar las elecciones. Pobre Barça si el día 7 de marzo pueden salir de su escondite para hacerse con el palco.

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