Otra jugada de Ferran Soriano arruina la relación de Leo Messi con el Barça

El director ejecutivo del City quería ayudar a Víctor Font contra Bartomeu
Ferran Soriano

Parecía un regate fácil para Leo Messi, el más sencillo de su vida. Sólo se lo podía estropear alguien con un exceso de rencor y envidia personal, inepto, irresponsable y de dudoso barcelonismo, alguien que probablemente se ha convertido en el peor gestor del mundo del fútbol. Su identidad, pero, ha quedado oculta estos días porque, eso sí, la fortuna invertida en el control mediático de su figura le sigue proporcionando una cobertura esencial para que sus atrocidades y despropósitos se mantengan en el anonimato. Ferran Soriano, director ejecutivo del Manchester City, ha sido el ideólogo y guionista de la peor película de terror que haya vivido Leo Messi y, desgraciadamente, la afición del FC Barcelona. Soriano fue vicepresidente económico del Barça de Joan Laporta, que acumuló más de 100 millones de pérdidas en su mandato.

La chapuza lleva su firma, inequívoca. La soberbia de los actos le delatan y, si sus víctimas fueran conscientes de la perversidad del personaje, tomarían las medidas de seguridad pertinentes, como mantenerlo alejado de su entorno y de sus vidas. Leo Messi, el mejor jugador del mundo, ha hecho el ridículo por su culpa, igual que lo ha hecho su padre, Jorge Messi, quedando en evidencia en su papel de agente y representante de Leo, como hijo y como estrella del fútbol. No hay que remarcar el papel lamentable del bufete Cuatrecases, tocado y hundido por seguir las instrucciones del visionario.

La jugada maestra pretendía sobre todo destronar Josep Maria Bartomeu pensando que mataba dos pájaros de un disparo con una jugada muy inteligente. Al mismo tiempo que le virlaba Messi al Barça y se colgaba una medalla ante su jeque y único pagador de Abu Dhabi, le hacía un favor a su apadrinado y protegido Víctor Font, también incapaz de hacerle cosquillas a la presidencia del Barça por más que lo intenta por tierra, mar y aire desde hace dos años.

Soriano supuso que, enviando el burofax, aunque fuera de plazo, la débil estructura que sostiene Bartomeu se derrumbaría y que, inevitablemente, caería por la presión mediática y de la oposición, unida al clamor social en contra para perder Messi. Contaba, por supuesto, que su jeque apoyara la operación con los 250 millones que se embolsaría Leo para cambiar el sol de Castelldefels por la humedad lluviosa de Manchester, una oferta no rechazable a su edad, aunque fuera a pasar sus últimos días en un club de la MLS americana. No era del todo así, ni ficharlo fue nunca el objetivo prioritario de toda la operación.

El cerebro de la operación les aseguró a todos que Leo podía quedar libre de su cláusula de libertad, de 700 millones de euros, sencillamente alegando que el calendario había retrasado el final de la temporada. Un error monstruoso defendido por Cuatrecases, bufete al cual se le prometieron que el City aguantaría el pulso.

Cuando finalmente Messi tuvo que dar la cara en una entrevista, a la carta, para justificar su decisión de quedarse, sólo confirmó la metedura de pata cuando aseguró que la decisión ya estaba tomada antes del 10 de junio pasado, cuando expiraba su opción de aprovechar una cláusula liberadora incondicional que Bartomeu le había regalado en el último contrato. había suficiente con una carta enviada a tiempo para irse a cualquier club del mundo, gratis.

La reacción de Bartomeu fue la única posible, hacer valer el contrato ante el ataque de exbarcelonistas refugiados en el City con el único interés de desestabilizar la institución y jugar a favor de Víctor Font, que es el otro grande tapado de toda esta operación. Igual que su amigo Ferran Soriano, tampoco ha sido capaz de liderar el voto de censura, y ha enviado otros al campo de batalla. Soriano sigue y seguirá escondido.

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