Pere Calders, la invasión sutil de la xenofobia en Catalunya

Reportar la xenofobia catalana contra los demás españoles. Eso es un tema. Hay que escribir sobre eso, y eso es un tratado que será largo por lo mucho que hay que contar. La xenofobia no empieza con Paluzie. La xenofobia, posiblemente, tampoco tenga su origen en los años de Macià y sus adláteres, aunque Macià y otros republicanos (muchos de ellos simpatizantes del fascismo europeo) se apuntaron a la causa. Hay que rastrear en el pasado. Yo me pondría a trabajar en eso, pero no tengo ni la formación ni el tiempo para hacerlo con solvencia. Así que vamos a limitarnos a dejar apuntes para otros.

Para que aparezca la xenofobia en un lugar, el lugar tiene que ser receptor de extranjeros. Dicho de otro modo: nadie, en Burkina Faso, odia a los inuits. Eso permite preguntar: ¿empezó la xenofobia con la primera oleada de inmigrantes murcianos en la Barcelona de 1888? Es posible. Se deben rastrear textos y discursos. El populismo nacionalista no es un invento de Trump ni de Puigdemont.

En Catalunya hay algunos xenófobos de renombre en tiempos contemporáneos, como aquel Heribert Barrera (presidente de ERC) que dijo:

“Se debería disponer de una ley de extranjería más dura aún que la anterior. Que para venir aquí se necesiten papeles, un visado y que al que esté en situación ilegal se lo pueda expulsar inmediatamente sin demasiados trámites burocráticos y sin intervenciones judiciales y que al que esté aquí en una situación legal, si aún no ha adquirido la nacionalidad y delinque, se le expulse. Esta es una primera cosa que se tiene que hacer. ¿Que aun así seguirá llegando gente? Bien, pero seguirá llegando en una cantidad más limitada, que seguramente sea tolerable”.

Sus palabras, a día de hoy, suenan a violines en los oídos de Vox, pero nadie en ERC repudia a Barrera. Pero sí se ofenden cuando les equiparan a Vox. De Barrera se ha hablado demasiado. Como de las palabras de Jordi Pujol que recogieron Siscu Baiges y Jaume Reixach en "Jordi Pujol. Historia de una obsesión" (‘Temas de Hoy’, 1991): “El hombre andaluz no es un hecho coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido […] Desde un punto de vista religioso y desde un punto de vista de respeto y estimación, esos hombres son más respetables que nadie. Representan, además, una esperanza: en Catalunya tenemos experiencias de lo que pueden llegar a valer cuando se encuentran en un ambiente favorable”.

Para ser hombre entero hay que ser catalán, dice Pujol.

El rastreo de los argumentos xenófobos me llevó a un artículo del escritor Pere Calders aparecido en la revista Serra d'Or de julio de 1965. Cabe recordar que esta revista "cultural" la edita la Abadía de Montserrat. Calders reseña el libro de Paco Candel que acababa de ver la luz: "Els altres catalans", un reportaje sobre la situación de la inmigración nacional en la Cataluña de los 60. Calders titula su artículo "Un gran èxit editorial", dejando entrever algo de rencor. Calders, que quizás se leyó a Candel, saca algunas conclusiones:

. la magnitud de la inmigración castellanoparlante pone en riesgo la "cultura catalana"

. la situación de miseria de los inmigrantes les puede generar resentimiento hacia Catalunya

. se debería actuar con la caridad, o mejor aún con estrategias en origen para evitar su llegada

Pere Calders escribió una literatura más bien fácil, accesible a los niños. Humor blanco, sintaxis básica y vagos tintes surrealistas, como si hubiese adaptado a Buñuel para la versión familiar y apta para todos los públicos. Calders, a través de sus relatos siempre breves, intentó darse un pátina de buen tipo, bonachón, progresista moderado. Pero luego está la reseña de Candel en Serra d'Or, en donde nos aparece un Calders que disimula su xenofobia bajo un barniz humanista, que es el barniz más obsceno bajo el que suele ocultarse la xenofobia. Calders regresó del exilio mejicano a la España de Franco en 1962, y poco más tarde fue galardonado por sus obras escritas en catalán. Quizás el franquismo comprendió y toleró muy bien algunas ideas. Òmnium Cultural se fundó en 1961.

Hay mucho trabajo por hacer en Catalunya. Eso no es una broma. La feina ben feta no té fronteres.

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