El coronavirus también ataca derechos humanos

La pandemia de coronavirus que se extiende por todo el planeta no es sólo una grave crisis de salud pública: también supone una crisis de derechos humanos para millones de personas. ¿Qué derechos está poniendo en juego esta situación tan extrema que vivimos? ¿Protegen los gobiernos a las personas que más lo necesitan? ¿Son proporcionadas y necesarias las medidas adoptadas? ¿Se vulneran derechos humanos?

Apostar por un camino y no equivocarse, y encontrar el equilibrio en escenarios tan complejos y cambiantes como el actual son algunos de los retos que afrontan las autoridades para abordar la pandemia. No es nada fácil. Nada. Pero entendemos que para combatir el coronavirus siempre tendría que estar encima de la mesa el componente de derechos humanos. Es fundamental, pensamos, que estos derechos no salten de la agenda y se sitúen siempre al frente de las medidas tomadas.

La lista es larga, a pesar de que, seguramente, es incompleta. Evitar incidentes de xenofobia y estigmatización, por ejemplo: lo vimos, sobre todo al inicio de la crisis, con los colectivos chinos o asiáticos en general. Poner la sanidad y los cuidados al servicio de todas las personas sin discriminación, independientemente de su origen, edad o nivel de renta. Amparar a las personas en riesgo de pobreza o que ahora sufran la pérdida del puesto de trabajo o disminución drástica de ingresos. Atender a las personas con discapacitad o grandes dependientes. Tener cuidado y atender a la gente mayor que vive sola y colectivos como los migrantes en situación irregular.

En China ya vimos como las autoridades se esforzaban en ocultar la información sobre el coronavirus y los peligros que representaba para la salud pública. Médicos de Wuhan, origen del brote, que intentaron dar la voz de alerta, fueron silenciados. La gestión por parte de las autoridades chinas fue de encubrimiento y censura: se restringió el acceso a una información de evidente interés público que, a ciencia cierta, habría sido fundamental para frenar el progreso del virus. Es un camino equivocado, que ahora hace falta no repetir en otros lugares del mundo golpeados por el Covid-19.

Así, los estados tienen que mostrar su compromiso firme con una información veraz y compartirla con la ciudadanía. Es vital difundir buenas prácticas para frenar la difusión del coronavirus y su repercusión en la vida de las personas. La información que la ciudadanía obtenga de los gobiernos tiene que ser siempre clara, en tiempo real y transparente.

Los estados tienen que proteger a la ciudadanía y las medidas de contención y prevención que implementen tienen que ser necesarias y proporcionales al riesgo evaluado. Las cuarentenas o los confinamientos, que restringen el derecho a la libertad de circulación, sólo pueden justificarse en virtud del derecho internacional si son proporcionados, tienen límites temporales, se imponen con finalidades legítimas, son estrictamente necesarios, se revisan periódicamente y se aplican de forma no discriminatoria.

En el plano de la salud, combatir el brote quiere decir garantizar que todas las personas tienen acceso a diagnóstico y tratamiento, y que nadie se queda sin atención sanitaria. Pero también tiene que implicar, a la fuerza, que la sociedad en su conjunto ponga sobre la mesa su lado más humano, solidario y generoso, respetando y amparando a os colectivos más débiles y excluidos.

El derecho a la salud, tal como lo garantiza la Declaración Universal de Derechos Humanos, establece el derecho a acceder a atención médica, al acceso a la información, la prohibición de discriminación en la prestación de servicios médicos, y otras garantías importantes.

Es en este momento cuando la cooperación internacional y la solidaridad también son cruciales. Todos los países que pueden responder tendrán que hacerlo lo más rápido posible, respetando los derechos humanos y teniendo en cuenta las necesidades particulares de los grupos más vulnerables de la sociedad.

Nos encontramos en medio de una batalla inesperada, incierta, pero empezamos a saber qué combatimos y como detectarlo. Allá donde se originó el brote epidémico el número de personas diagnosticadas disminuye cada día y crece la gente que se recupera. Es esto lo que todos y todas queremos. Combatir el virus y ponerle freno. Superarlo con el tratamiento médico adecuado y dotar de humanidad estas medidas imprescindibles. Queremos un mundo sano sin dejar de ser, para conseguirlo, un mundo más humano donde se respeten los derechos fundamentales.

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