«El derecho a decidir es un punto crítico, un tipo de pared»

Entrevista a Diana Salvadó
Diana Salvadó
Diana Salvadó

Licenciada en Filología Catalana, imparte clases de tecnología en el Instituto de Enseñanza Priorat, en Falset. Concejala del Ayuntamiento de Alforja, por el PSC. Forma parte de Federalistes d’Esquerres (FED) y se declara amante de la poesía.

¿Es el “Procés”, sobre todo, una burbuja?

Me sorprende la dificultad que tenemos en general los humanos de preocuparnos por cosas que no nos impliquen directamente en un momento dado de nuestra vida. El “Procés” ha tenido la suerte, por decirlo de algún modo, de conseguir implicar a mucha gente, al mismo tiempo y en una dirección determinada, lo que ha acabado creando una realidad un poco paralela. Ha sido como una chispa que ha tocado a muchas personas y les ha dado una especie de sentido de vida. Pero sin ninguna intención de ir más allá de la propia satisfacción en un sentido individual, no quiero decir egoísta.

Es eso lo que precisamente hacen las religiones…

Si. Lo mismo. Con la particularidad de que habla menos que ellas del más allá. De lo que nos espera al final del camino. Y lo más envenado del “Procés” es que ha conseguido que las personas nos olvidemos de las necesidades de los demás, (y, por supuesto, de las propias) para dedicarnos a satisfacer nuestro interés de tener o imaginarnos un paraíso. Todo lo cual lleva, claro, a la pérdida de contacto con la realidad más inmediata, incluida la relación personal, que se ha visto afectada de manera importante.

¿Cómo se vive esto en una localidad como Alforja, con menos de 2.000 habitantes?

En una localidad pequeña, como es la mía, en la que la política ha sido siempre un campo de batalla (cordial, pero de batalla) las relaciones tenían no exactamente un trasfondo político, pero si visiones distintas de cómo organizar la sociedad. Siempre en torno a lo que ahora se denomina eje izquierda-derecha. Esto ha sido históricamente lo más normal. Es decir, por expresarlo de algún modo, entre quienes actuaban en función del interés general y los que trataban de primar intereses particulares.

¿Y ahora?

Ahora, esto ha desaparecido. Un problema existe o no existe por cuestiones objetivas, sino en función de que lo planteen o lo dejen de plantear los “indepes”. Si es un problema que plantean los “indepes” existe mucho y se lo formulan los no “indepes” no es un problema. La situación es muy básica. No hay discusión sobre que hacemos en mi pueblo.

¿Mal rollo?

Tampoco mal rollo. No tengo la sensación de haber llegado a eso, que en otros pueblos y ciudades seguro que pasa. Me han dejado un poco por imposible: “Lo que diga esa, pues ya se sabe… Siempre al revés del mundo…” Pero todo esto no es importante. Lo que me interesa es que las cosas funcionen en el pueblo, según el interés de la mayor parte de la gente. Que las cosas vayan mejorando, y haya un balance positivo.

¿Existen intereses, digamos crematísticos, ligados al “Procés”?

Me temo que ni eso. Ahora estamos en una situación como de espera. Se espera el advenimiento, porque las proyecciones tampoco son como una fecha en la agenda. Estamos como en una especie de hibernación, que se va alargando y alargando. Y en este contexto no se te ocurra plantear que a lo mejor lo que interesaría sería hacer algo concreto, actuar sobre la realidad. La sensación es de paro…, a la espera de no se sabe qué. Lo que importa es la comunión… Y cuando no se comulga no es que te señalen, pero…

¿Quizá Alforja ha sido de siempre más plural…?

No. Que va. Siempre gobiernos con 7 regidores de 9 para Convergencia. Ser socialista en mi pueblo siempre ha sido una heroicidad importante. La gente dice que ahora, con el “Procés”, cuesta hacer listas electorales. Pero esto no es cierto. Siempre ha costado mucho sacar adelante opciones de izquierdas en los pueblos pequeños. Lo que pasa es que de los pocos que éramos, la mitad se han pasado a los “indepes”.

¿A escala generacional, como actúa el “Procés” en Alforja ¿Más jóvenes que viejos, o viceversa?

En general, los más jóvenes están poco motivados por la política. Les queda lejos. Y para los más mayores, el “Procés” ha sido como un milagro. Es como la fe para los creyentes. No puedo entender que haya personas que piensen que alguna cosa pueda funcionar solo porque se desee.

El “Procés” ha generado una gran perplejidad, sobre todo entre aquéllos que han vivido otras realidades…

Me sorprende que gente que había sido batallón de primera línea, que en los peores momentos sacó adelante candidaturas, haya caído ante un canto de sirena, sin ningún fundamento. Da la sensación de que cuanto más vacunada parecía estar la persona contra todo esto, más rápida y profundamente ha caído. Hubo gente que se adaptó al independentismo como se adaptó al franquismo. Sin ningún rubor y una elegancia digna de la mayor admiración. En cambio, algunos de los más conscientes, preparados, leídos…, se han dejado arrastrar. Quizá porque es muy difícil llevar siempre la contraria…

¿Por qué esto? ¿Por vanidad, por interés, por dinero, por eso de “donde va Vicente, donde va la gente”?…

Tengo la impresión de que hay un punto crítico, al que no dimos suficiente importancia, que es la cuestión del “derecho a decidir”. Esta cuestión sigue aún pendiente entre gente militante, porque para ellos no se puede negar un derecho así. Es algo imbricado con el compromiso de toda la vida. Esto es una especie de pared. Y cuando se entra en plantear el decidir que, cuando, quien, como y donde, se huye del tema. Y todos sabemos que, con una opción binaria, un referéndum es la muerte. En fin, lo del derecho a decidir conlleva una vinculación sentimental previa a la conciencia individual política.

Lo del derecho a la autodeterminación, más allá de su origen y avatares, incluye lo de “los pueblos” ¿Se puede interpretar entonces que los pueblos son sujeto de derechos?

Es que la propia organización en “pueblo” ya me choca. En mi pueblo hay cosas positivas y otras que no lo son. Los compartimentos, tengan los límites que tengan, no me gustan. No entiendo porque el hecho de haber nacido en mi casa tiene porqué ser definitorio. Tenemos pendiente una gran discusión en torno a este hecho. Una de las cosas que me llevó a la política fue precisamente ésta de intentar romper moldes. Me parecía que esta gente de la que te hablaba antes lo tenía muy claro. No puede ser que por haber nacido aquí o allí tu concepto de la vida y de las relaciones humanas es distinto.

Por añadidura, con sentido de la propiedad…

Propiedad, no en sentido de poseer algo, como una casa o un terreno. Pero si de relación íntima, cuando por ejemplo digo “voy a mi pueblo”. Es mi zona de confort, de confianza, etc. Ahora, de aquí a lo de yo por mi pueblo soy capaz de cualquier cosa hay un abismo. Me parece que hemos saltado de una conciencia casi divinizada de la colectividad mundial y de las implicaciones globales de la izquierda justo a lo contrario, a justificar el retorno a la cueva de cada cual. Es muy difícil de entender esto.

El replegarse…

Hay miedo clarísimo. Miedo a perder una situación que se creía eterna. Pero las cosas cambian y no se puede entender, por ejemplo, que una ciudad como Barcelona pueda funcionar, independientemente de su entorno, que es toda Cataluña. Nuestras distancias, que nos pueden parecer enormes, son muy pequeñas en el mundo actual.

¿Qué hacer, entonces? ¿Federalismo?

Si damos por válidas la mediación, la cooperación, la co-educación, en la Enseñanza ¿Cómo no somos capaces de trasladarlas a la política? Los instrumentos son válidos o no lo son., más allá de su aplicación. La misma intención de superar el repliegue obliga a mirar por el periscopio. Y cuando se hace se ve que hay otra realidad. El federalismo no es una reacción al independentismo sino una voluntad de buscar las formas de organizar las cosas, combinándose con los demás. Cuando era pequeña, mi hija, a la pregunta de un cuestionario escolar sobre cual consideraba su principal defecto, respondió que era que los otros no hacían lo que ella quería. En el independentismo pasa algo así. No se puede pretender que los demás hagan lo que uno quiere. Mi hija superó aquello, pero creo que hay gente que aún no lo ha hecho. No puedo pretender que el pueblo de al lado haga lo que yo quiero. Hará lo que le venga en gana y le convenga. Pero parece que resulta sensato y fácil de entender que, seguramente, tenemos problemas parecidos y que puestos en común a lo mejor tienen soluciones más viables. Y, en este sentido, no solo las soluciones tienen que ser compartidas, también las preocupaciones tienen que serlo.

 

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