El extraño caso de la fobia al PSC

En un diálogo con Josep Ramoneda en el Quadern en catalán del periódico El País en el año 2012, Ferran Mascarell, que unos meses antes había estado a punto de ser candidato socialista a la alcaldía de Barcelona, decía muy oportunamente (para su carrera política en aquel momento) que el PSC era un partido zombie. Su compañero de diálogo le seguía la cuerda afirmando que el independentismo era el único proyecto político de Catalunya, y venía a decir que era un proyecto abierto y de futuro. Cuando se dicen estas cosas creo que se hace con un triple objetivo: para describir lo que se cree que es una situación real; para expresar un deseo mezclado de apuesta o pronóstico para que las cosas sean de este modo; y para situarse personalmente en un contexto social determinado. El tercer objetivo me parece respetable, a pesar de que yo prefiero las personas que mantienen una cierta coherencia moral e ideológica a lo largo de su trayectoria. El segundo también, a pesar de que la parte de pronóstico que tiene corre el riesgo de poder ser evaluada en el futuro, y uno puede salir malparado. El primer objetivo se puede evaluar directamente: en este caso, el PSC a pesar de estar en declive en aquella época, no había muerto (para ser zombie, se tiene que ser un muerto).

Como descripción en aquel momento, regular; pero como pronóstico, fatal. Resulta que el PSC siete años después ha obtenido el 23% de los votos en unas elecciones generales, y dos candidatos suyos están a punto de ser presidentes del Congreso y del Senado, mientras que Mascarell hoy va de número 4 en la candidatura que ocupa como máximo el cuarto lugar entre las preferencias de la ciudadanía de Barcelona, según las encuestas municipales a la hora de escribir este artículo. Creo que no será alcalde. Respecto al proyecto único, abierto y de futuro, las cosas ciertamente han ido en una dirección muy diferente, ¿verdad,i Pep?

Un candidato actual a la alcaldía de Barcelona, que fue durante más de 30 años del PSC, y, por lo tanto, acusado de apoyar al GAL y de ser culpable de enterrar a Lasa y Zabala en cal viva, ahora dice que sus ex compañeros de partido forman parte de la represión del Estado. El pobre se ha hecho mayor viviendo en la bronca permanente. Todo el mundo tiene derecho a envejecer como quiera. Podía haberse hecho mayor como Raimon Obiols, viviendo medio en la sombra, cediendo el paso a nuevas generaciones y orgulloso de una vida compartida siendo fiel a unas ideas sin ser acrítico con quienes las representan. Pero este candidato que decíamos se ha hecho mayor de otro modo, sobreactuando en su apoyo al proyecto que encabezan Torra y Puigdemont para poder ser competitivo en la subasta independentista, no fuese que alguien pensara que le queda algo, algún valor, de sus largas décadas federalistas, cuando era muy duro, por ejemplo, contra las posiciones de ERC, su actual partido.

En las memorias de Raimon Obiols se explica que este candidato hoy independentista a la alcaldía de Barcelona, en las divisiones internas que sacudieron al PSC en la década de los años noventa, se posicionó claramente junto al aparato del partido, argumentando que la línea política y estratégica de éste le parecía muy bien, con el único matiz que tenía que seguir haciendo lo mismo, pero "citius, altius, fortius".

La fobia al PSC es una corriente social bastante extendida y transversal, aunque por suerte no mayoritario. También afecta a la derecha española, que cree que el socialismo catalán no es más que una muleta del independentismo. Asimismo ha afectado a algunos sectores, hoy minoritarios, del socialismo español.

Los sectores de la derecha española y del independentismo catalán que se han opuesto a Iceta como presidente del Senado (a pesar de la opinión en contra de los nacionalistas vascos y de los independentistas catalanes más moderados) no lo han hecho cómo han dicho algunos por una razón protocolaria, sino porque el PSC molesta. El nacionalismo catalán se quiere entender con el PSOE, o con el PP, pero el PSC le molesta. El mismo Senado que el Maragall bueno quiso traer a Barcelona ahora tendrá un presidente federalista catalán, sea Miquel Iceta o Manuel Cruz, con el apoyo de una mayoría de los senadores españoles, a pesar de que los independentistas que se tienen muy aprendida la lección siguen diciendo que no hay federalistas más allá del Ebro.

Para acabar de ganar puntos con la parroquia más hiperventilada del independentismo, que se debe preguntar por qué hay que recurrir a la cantera del GAL para ganar elecciones, a los ex socialistas que hoy están en candidaturas independentistas sólo les falta gritar muy fuerte: "¡Collboni, borracho!"

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