«El capital financiero no tiene fronteras, por lo tanto cerrarlas no funciona»

Entrevista a Susana Martín Belmonte
Susana Martín Belmonte
Susana Martín Belmonte

Economista, por la UAM y máster en marketing. Promotora de la reforma monetaria. Autora de “Nada está perdido. Un sistema monetario y financiero alternativo y sano” (Icaria). Trabaja en la creación de una moneda ciudadana en Barcelona.

 

Ante el “nos roban” se vuelve a desenterrar el hacha de guerra de las fronteras económicas ¿Qué es todo esto?

El lema de "nos roban" es algo que parece sonar bien a sectores cuyas expectativas son más bien contrapuestas. Es una nueva cara del proteccionismo, en dos planos. El empresarial, que lo que quiere son trabajadores baratos y consumidores cautivos. Lo cual se contradice con la globalización, en la que las fronteras y los aranceles caen para dejar entrar los productos de fuera y hacerle la competencia al producto nacional. Y eso se junta con el nacionalismo de los salarios; es decir, proteger el trabajo local y el estado del bienestar. British Jobs for British workers, ilustraba un eslogan electoral en Inglaterra hace poco. El “nos roban” es un lema que si se desarrollara sobre el papel, mostraría sus contradicciones, pero los lemas sin más explicaciones son la prerrogativa de los políticos. Y la gente quiere creer lo que le suena bien, aunque no esté claro en qué se va a materializar.

¿Qué se oculta tras el lema?

En cualquier caso, el eslogan es manifiestamente dañino, en la medida que instala en el subconsciente colectivo no solo el temor a ser robado, sino el hecho de que lo está siendo; sin precisar, claro, quien lo hace, cuándo, de qué modo, e incluso que es lo que se roba. En él cabe todo. Cada usuario lo puede interpretar y adecuar a su particular manera de ver las cosas. Asimismo, los “ladrones” también puede ser fabricados, según interese. Por ejemplo, en Alemania, Francia e Italia, el robo se achaca ahora a los emigrantes. A los EE.UU. según Trump, les roban todos. A la Padania les robaba Roma, y a Cataluña Madrid…

¿En este movimiento contra la globalización (hecha, claro, a medida de los intereses del capitalismo global) puede llegar a producirse una confluencia entre izquierda y derecha extrema nacionalista?

Por supuesto. Esto se ve claramente en el “Brexit”, ante el cual no hay oposición organizada. Ningún partido político mayoritario se posiciona claramente en contra del “Brexit”. Los conservadores están divididos y los laboristas también. Compartir el descontento puede llevar, como ocurrió en el pasado en Francia con Le Pen, a que gente de izquierdas acabe coincidiendo con la derecha extrema, sobre todo cuando se difumina la lucha por canalizar ese descontento en un sentido de progreso.

¿Algo que, como el nudo gordiano, parece difícil de desatar

Las categorías están cambiando. Estudios recientes prueban que los beneficios empresariales están cada vez más polarizados, que aumenta la desigualdad entre los propios empresarios. Y, obviamente, son las empresas grandes de sectores del conocimiento las que, proporcionalmente, más beneficios obtienen. Entre los diez primeros puestos de la lista Forbes, hay ocho o nueve bancos. Lo cierto es que el capital cada vez es menos monolítico, están los capitales de primera, concentrados, de altos rendimientos, y los capitales de segunda. Igual que hay trabajadores o ciudadanos de primera y de segunda.

¿Estas contradicciones, que también son muy visibles entre sectores maduros como, por ejemplo, el carbón o el petróleo y el de las energías renovables, puede tener consecuencias graves?

El capitalismo siempre ha padecido contradicciones internas, que han contribuido a generar conflictos, a veces graves. Hay, desde luego, muchas industrias obsoletas, de las cuales, en el caso de EE.UU. por ejemplo, depende mucho dinero, intereses, que probablemente apoyan a Trump. Lo grave es que esa lucha de intereses se traduce en un retraso en que lleguen industrias deseables, como las renovables. El dinero siempre tiende a ir a lo que es rentable a corto plazo, a causa de la forma en que funciona el sistema financiero.

¿En cualquier caso, la precarización del trabajo en Europa y EE.UU. explica el mensaje político del “nos invaden”, que emiten los neo-nacionalismos, o es esto algo más bien subjetivo, propio de la política?

Nos estamos agarrando al empleo como a un clavo ardiendo, pero son tantas las tendencias a hacerlo desaparecer, que echar la culpa a los inmigrantes es algo absurdo. En primer lugar, los inmigrantes suelen trabajos que los locales no quieren hacer. En segundo lugar, los trabajos cualificados y bien pagados, a los que no suelen acceder los inmigrantes, se están deslocalizando. Hay hospitales en EEUU que tienen sus servicios de diagnóstico deslocalizados en India… En tercer lugar, está la automatización…. Es normal que haya miedo ante la desaparición del empleo tal como lo conocemos, pero culpar al inmigrante no va a resolver nada.

Así las cosas, se le carga el muerto al emigrante, en vez de localizar y hacer frente al verdadero enemigo…

Si. Por debilidad ideológica, por falta de herramientas… Por la carencia de un marco de referencia comprensible para la gente, que le permita articular una respuesta.

Que no se vayan las empresas, que no se compre lo de fuera, que no vengan emigrantes… ¿Cómo Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como?

Sí, es la tendencia a cerrar fronteras como solución, pero no funciona porque el capital financiero no tiene fronteras. Desde mi punto de vista, si el artífice de la globalización es el capital financiero, las soluciones también deben ser en ese plano. No olvidemos que el sector bancario crea el dinero.

¿No parece incompatible un mundo global (que buena medida los es por la expansión económica) con un retorno a las economías, digamos, nacionales?

Nacionales, o locales en un sentido más amplio, por ejemplo, con la creación de monedas complementarias, una solución que se propone cada vez más. Por ejemplo, Yannis Varoufakis lo propuso en Grecia, y no es el único. Hay que destacar que, desde un gobierno nacional, no lo pudo hacer. Es verdad que los productos cada vez son más globales, pero tampoco se puede prescindir de las fronteras, mientras no haya una gobernanza global, ni un sistema fiscal global. Lo inteligente es buscar los beneficios de lo próximo y de lo global. La globalización ha traído muchos cambios positivos, pero no hay que caer en la trampa de una globalización instrumentalizada en función del interés de unos pocos.

¿Qué es lo que, a su juicio, es más significativo o resulta más determinante de este estado de cosas?

Por supuesto el sistema financiero global, el sistema monetario convencional, que necesita ser reformado, pero quizá es más difícil cambiarlo de entrada porque dependemos de él. Creo que es mejor crear primero alguna alternativa. La creación monetaria es algo que poca gente conoce. La mayoría de los políticos no ven salidas en el marco anterior, que es que tienen ahora de referencia. No puedes dejar a los bancos que creen el dinero y luego convencerles para que lo hagan a tu manera, o siguiendo los intereses de la sociedad y no de su lucro particular. Aquel que crea el dinero que tú usas, te tiene en sus manos. Obviamente, los gobiernos están bailando al son que les marcan: compitiendo por el capital entre estados a nivel fiscal. Y los trabajadores, compitiendo entre sí por el empleo. El que crea el dinero tiene capacidad de mover la distribución del ingreso y del capital. El que los políticos lo permitan es, en gran medida, a causa de la falta de formación en materia monetaria que hay. Hay que evolucionar hacia un nuevo marco, pero seguimos prisioneros de lo viejo que se resiste a morir.

¿Por dónde empezar a separar el trigo de la paja globalizadora?

Hay que entender cuáles son las partes de la globalización que nos afectan negativamente que, claramente, son un fenómeno financiero. Afortunadamente, cada vez hay más gente que empieza a ser consciente de que los bancos no pueden tener la exclusiva de la creación monetaria. Últimamente, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, ex-gobernador del Banco de España, está defendiendo esta tesis, incluso en su versión más extrema: que nadie pueda crear dinero salvo el banco central. Yo creo que es necesario crear sistemas monetarios alternativos y tomar control del sistema de pagos digital, que hoy por hoy está en manos privadas, y democratizar la creación monetaria. El modelo productivo es el modelo financiado.

¿Es esto entendible y viable?

Creo que sí, porque de lo contrario no estaría trabajando en el piloto de una moneda ciudadana (REC) en Barcelona. Mi propuesta es probar algo alternativo. Veremos cómo funciona.

 

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