Sin salida

Tenemos un ex-presidente poeta y yo no lo sabía. Calificar a los presos políticos presos –escoged la combinación que más os guste- como «la luz y esperanza en medio del páramo impuesto» y como «las cuatro lanzas que derrumbarán a los reales carceleros» queda muy bonito de cara a la galería. Y si encima ilustra el mensaje con la imagen de un almendro en flor, el postureo todavía es mejor. Lástima que la inspiración artística de Carles Puigdemont no vaya acompañada ni del sentido común que se espera de un político con ínfulas de estadista ni de la empatía hacia las familias de los que se están consumiendo en la cárcel mientras él disfruta de un autoexilio dorado a base de chocolate y mejillones. La pelea de gallos en el planeta independentista parece un culebrón y ahora incluso aparecen cuñados en la televisión poniendo a parir a la egocéntrica cabellera gerundense.

Mientras Cataluña sigue en stand by por culpa del callejón sin salida político, Puigdemont se instala en una mansión de Waterloo como si fuera una celebrity y Rajoy mueve el esqueleto al ritmo de Raphael como si fuera el zopenco patriarca de la familia Monster. Y en este escenario surrealista que no se acaba nunca, alguien propone que tengamos dos presidentes, uno en Bruselas dirigiéndonos al precipicio y otro en Barcelona obedeciendo, y muchos aplauden la idea obviando que tendremos que pagar a dos jefes de gobierno igual que pagamos a dos reyes de España aunque seamos republicanos. Y una vez propuesta la imposible bicefalia, empieza el baile de nombres y es una lástima que Pilar Rahola no sea diputada porque estoy convencida de que sería una gran presidenta. De la Generalitat o de lo que sea.

Los días pasan bajo la dictadura del 155 mientras convergentes tuneados y republicanos se pelean por quién ha de ser el traidor que asuma los platos rotos per habernos engañado a todos con el cuento de la independencia que nunca fue. Y mientras el corral barratinaire sigue alterado, entre las quinielas de candidatos a hacer de palanganero de Puigdemont aparece el nombre de Elsa Artadi y se monta un buen pollo porque resulta que no tiene hijos. Y cuando una mujer no tiene descendencia –sea porque no quiere o porque no puede, eso no nos importa- las dudas sobre sus capacitaciones profesionales adquieren unas dimensiones planetarias porque en la mentalidad cavernícola sólo se entiende esta renuncia en el marco de un cuadro de enajenación mental, transitoria o no.

Los encargados de recordarnos la anomalía han sido un perfil aparecido en La Vanguardia que demuestra que el periodismo de nivel sigue siendo cosa de hombres y unas declaraciones del señor García. El líder del PP de Cataluña –que no catalán- dice que Artadi «no está preparada para este cargo porque no ha demostrado absolutamente nada ni a nivel político ni institucional». No como él, que junto con sus tres diputados ha ido a parar al Grupo Mixto con los cuperos. Si a Artadi se le ha de criticar algo no es ni su no-maternidad ni su capacitación intelectual, sino su ideología ultraliberal. Y en esto coincide con la familia Godó y con el señor García, que siempre mea fuera del tiesto. Elsa Artadi ha trabajado con Andreu Mas-Colell y Xavier Sala-i-Martín, y con esto ya está todo dicho. Ha mamado de la teta del capitalismo made in USA y posiblemente si se hubiera quedado en Harvard habría acabado formando parte del think tank de Donald Trump.

Pero nada hemos de temer porque de candidatos a hacer de presidente florero tenemos para dar y vender. Ahora también suena el nombre de Jordi Turull, uno de los hermanos Dupont y Dupont –el otro es Josep Rull, por si lo habíais olvidado- pero quiero pensar que es una broma porque no se me ocurre un presidente de la Generalitat más aburrido y triste que él, sobre todo después de los niveles de genialidad daliniana conseguidos con Carles Puigdemont. Superado el shock inicial y confiando en un acuerdo que desencalle de una puñetera vez este callejón sin salida que no me deja pegar ojo porque no quiero nuevas elecciones, me fijo en la diputada Saloua Laouaji Faridi y pienso que sería una magnífica elección. Sólo por verle la cara al xenófobo señor García vale la pena.

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