El negocio de las guerras

Resuenan los tambores de guerra y la poderosísima industria del armamento se frota las manos. Ahora sí. Ya no se trata de escaramuzas tribales o conflictos localizados, sino de una auténtica guerra global de verdad, como las del pasado siglo. Los medios de comunicación expanden la buena nueva, atemperan la opinión publicada y, de paso, muestran las excelencias y las prestaciones de los artilugios bélicos. Qué mejor publicidad que la de ofrecer por las televisiones del mundo los estragos producidos por «la madre de todas las bombas», como la lanzada por el ejército norteamericano en el distrito afgano de Achin la semana pasada. Los mercados están expectantes y la pugna con la industria rusa está reñida.

Las principales corporaciones de armamento han ganado 69.000 millones de dólares desde la elección de Donald Trump, sin despeinarse apenas. Por ejemplo, la retransmisión por parte del Pentágono en horario de máxima audiencia del lanzamiento de 50 misiles Tomahawk sobre la provincia siria de Homs a principios de mes provocó que las acciones de Raytheon, la empresa fabricante, subieran como la espuma. Que hay un atentado terrorista, como el de Bataclan en París hace año y medio. Pues eso: Lockheed Martin y Northorp Grumman subieron casi un 7% y en la Bolsa parisina Thales repuntó un 2,5%. Que el primer ministro británico anuncia la entrada del Reino Unido en los bombardeos contra Siria. Patapam: Bae Systems se revaloriza más del 12% en apenas una semana. Y es que la industria de la guerra, como el fútbol, es así.

La fabulosa rentabilidad del negocio de las armas es una constante. Si exceptuamos el pequeño bache sufrido en el 2012 –una caída del 1,9% en el gasto militar mundial- la salud de la industria bélica siempre ha sido de hierro. Lockheed Martin, la primera corporación bélica del Top 10 y fabricante del F-35 y del helicóptero Sikorsky, ingresó el año pasado 52.000 millones de dólares; el beneficio neto de Boeing el año pasado fue de 5.200 millones de dólares, gracias, en parte, a las ventas del popular y muy letal helicóptero Apache. Según el Yearbook 2016 del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el gasto militar mundial el año 2015 fue de 1,7 billones de dólares, equivalente al 2,3% del PIB del planeta, que representa, a su vez, un desembolso de 228 dólares por cada ciudadano. Cifra ésta que habría que aumentar considerablemente –y lo dicen los investigadores del SIPRI- habida cuenta del secretismo y las «razones de Estado» que imperan en la industria militar.

Y las expectativas no pueden ser más prometedoras. En Europa, por ejemplo. El varapalo de Trump a sus vasallos europeos responde a la austeridad de sus gastos militares. Las inversiones de la OTAN el año pasado fueron de 870.000 millones de dólares, de los que el 68% correspondía a la aportación americana y el resto a europeos y canadienses. En la cumbre de la OTAN celebrada en Cardiff hace tres años se decidió que todos los miembros de la Alianza Atlántica destinaran el 2% del PIB al presupuesto de Defensa, una cifra que sólo cinco países alcanzan: Estados Unidos (3,16%), Grecia (2,36%), Estonia (2,18%), Reino Unido (2,17%) y Polonia (2,01%). Así pues, los gobiernos de Alemania (1,2%), Italia (1,1%) o España (0,9%) tendrán que esmerarse para recomponer los presupuestos del Estado de los años venideros. Miles de millones de euros que volarán a la industria militar –los drones están de moda…- para ajustar las partidas de Defensa en detrimento de los apartados de salud, educación, servicios sociales… Nos esperan momentos estelares de «campos pagados», documentales y reportajes publicitarios sobre nuestros heroicos soldados en Irak o Afganistán, sobre la obsolescencia de su equipamiento, sobre la amenaza amarilla o rusa, sobre la noble tarea pacificadora de la OTAN y, en fin, sobre las necesarias guerras humanitarias, oxímoron conmovedor.

Por estos lares ibéricos deberán esforzarse mucho más para imprimir una pátina más moderna y americana a la propaganda de las hazañas bélicas. Porque con legionarios cantando «Soy-el-novio-de-la-muerte-que-va-a-unirse-con-tan-leal-compañera» en un hospital oncológico infantil, vírgenes condecoradas marcialmente o banderas a media asta por el ajusticiamiento de un buen hombre hace 1984 años no cuela.

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