El provincianismo carrinclón entra en la Generalitat

ENCUENTRO: Las cosas del presidente
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El Palau de la Generalitat fue el escenario de un encuentro el día de Reyes de un acto que corroboraba que, por más que pase el tiempo, cambien los presidentes, y se hable de nuevos aires, el provincianismo más carrinclón sigue teniendo manga ancha y puerta abierta a las instituciones. El presidente, Carles Puigdemont, se encontró en el Patio de los Naranjos con dieciocho catalanes con los que comparte apellido.

Sí, así, como si se tratara de aquellas recepciones que hacía el ex-Rey Juan Carlos I con espanyoles que hacían años el mismo día que él. Puede ser por megalomanía, por estar mal aconsejado, o por dejarse llevar por el espíritu de la ‘barretina’ más casposa, pero el caso es que Puigdemont protagonizó un acto que no casa en absoluto con el discurso de nueva política, de política del siglo XXI, de presidencia popular y cercana, que desde el Palau se esfuerzan en transmitir desde que llegó al cargo.

Y es que una cosa es que el presidente se encuentre casualmente, en una visita institucional en un municipio, con un joven que se llama Carles Puigdemont y se haga una fotografía con él, y otra muy diferente invitar los Puigdemont de Cataluña al Palacio para mayor gloria de un presidente que acaba de llegar y, según dice, quiere marchar en breve. El acontecimiento era más propio de la monarquía marroquí o de una presidencia como la rusa, que de un cargo que intenta pasar a la historia por fundar un estado moderno y del siglo XXI.

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