El ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, es una rara avis en la política europea, donde las creencias religiosas personales se consideran una cuestión del ámbito estrictamente privado que nunca tienen que trascender a la acción pública, de acuerdo con la pluralidad de las sociedades democráticas. Pero, desde que, en 1991, Jorge Fernández Díaz «se cayó del caballo» durante una estancia en Las Vegas y decidió convertirse fervorosamente a la práctica religiosa del catolicismo, no ha dudado al mezclar sus íntimas convicciones teológicas con el ejercicio de sus responsabilidades políticas.
Esta simbiosis se ha hecho más evidente que nunca a raíz de que su amigo Mariano Rajoy lo nombrara, en 2011, ministro del Interior y eso ha provocado numerosos incidentes con los sindicatos más representativos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, que no comparten la fiebre religiosa de Jorge Fernández Díaz. El ministro es miembro del Opus Dei y «caballero» de la Orden Constantiniana de Sant Jordi. Según ha explicado en entrevistas que le han hecho, cada día va a misa, pasa el rosario y dedica un rato a rezar y a las lecturas piadosas. También se considera un fan de SantaTeresa de Jesús, a quien invoca con frecuencia en público.
El intrigante confesor
Algunas de sus frases son antológicas: «Dios es el gran legislador del Universo», «vivimos en una sociedad donde el pecado original existe en estado químicamente puro» y «la política es un magnífico campo para hacer apostolado». Sobre el ministro ejerce una gran influencia el cura Silverio Nieto, que es asesor jurídico de la Conferencia Episcopal Española y se ha convertido en su confesor particular. Este intrigante personaje, que antes de ser ordenado sacerdote había sido subinspector de policía durante la dictadura franquista y, más tarde, juez y magistrado, se mueve como una anguila por las cloacas del Vaticano y se le considera el ‘poder fáctico’ en la sombra del ministerio del Interior, hasta el punto de influir en el nombramiento de muchos mandos de la Policía Nacional en función de sus inclinaciones religiosas.
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