El copríncipe episcopal de Andorra encubrió una trama de pederastas

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Los reiterados casos de pederastia destapados en todo el planeta, protagonizados por curas de la Iglesia católica, han provocado una tormenta de colosales dimensiones en la curia vaticana que ha acabado en un profundo y sincero «mea culpa» por parte del actual papa Francisco, que ha pedido perdón a todas las víctimas de esta infamia. Este era un tema «tabú» que, durante años, contó con el silencio cómplice de la jerarquía católica, que hizo caso omiso de las denuncias y, en realidad, protegió y dio cobertura a los curas que abusaban de menores.

La valiente actuación profesional de los periodistas del diario The Boston Globe, que destaparon una red de sacerdotes pederastas en esta diócesis norteamericana, sirvió para que empezaran a salir a la luz estas perversas prácticas sexuales de las que eran víctimas menores de edad. La película Spotlight, que trata sobre esta investigación periodística, mereció un premio Oscar en 2016.

En los últimos años, muchas víctimas de los abusos perpetrados por curas han perdido el miedo a hablar. Entre los casos más escandalosos que han emergido está el del cura mexicano Marcial Maciel, fundador de la poderosa organización de los Legionarios de Cristo, que era un sádico predador sexual, a pesar de que mereció el reconocimiento del papa Juan Pablo II. Una comisión independiente de investigación también identificó 35.000 casos de abusos sexuales a menores cometidos por curas en Irlanda.

El último episodio de esta cadena de escándalos ha sido la renuncia de tres obispos chilenos, a instancias del papa Francisco, por haber cometido «graves errores y omisiones» en los numerosos casos denunciados por víctimas sexuales de curas sin escrúpulos. En Cataluña, todavía resuena el escándalo destapado en 2016 por El Periódico, que afectaba a un numeroso grupo de ex-alumnos de las escuelas Maristas.

El obispo de la Seu d’Urgell y copríncipe (jefe de Estado) de Andorra, Joan-Enric Vives, también está involucrado en un escabroso caso de pederastia que se produjo en la diócesis de Barcelona cuando él era obispo auxiliar y rector del Seminario Conciliar. Este hecho lo explica con pelos y señales el periodista Pepe Rodríguez en sus libros La vida sexual del clero (1995) y Pederastia en la Iglesia católica (2002). Según asevera Pepe Rodríguez en estos trabajos de investigación, Joan-Enric Vives era conocedor de primera mano de esta trama de corrupción de menores y actuó para que estas denuncias quedaran escondidas. En la actualidad, este prestigioso periodista e investigador es coordinador de estudios de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona.

LA CASA DE SANTIAGO

Con su autorización, procedemos a reproducir los párrafos de estos dos libros donde se contextualiza y se describe la actuación del actual copríncipe de Andorra ante esta execrable trama de pederastia. En el capítulo 10 de La vida sexual del clero, explica Pepe Rodríguez:

«El origen del caso se sitúa en la llamada Casa de Santiago, una residencia-seminario ideada por el cardenal Narcís Jubany para fomentar las vocaciones sacerdotales tardías. Al frente puso el sacerdote Alfred Rubio de Castarlenas y éste, a finales de la década de los setenta, decidió reorganizar la Casa de Santiago bajo una estructura piramidal.

Entre la media docena de formadores que Rubio incorporó al ‘seminario’ estaba Francisco Andreo García, sacerdote de 38 años que había desarrollado una activa tarea entre los jóvenes de parroquias de la periferia barcelonesa como la de Santa Coloma de Gramenet y la de Santa María (Badalona).

Paco Andreo organizó rápidamente su área a través de un sistema de cuatro «casitas» –células o grupos- autónomas entre sí, y puso cuatro jóvenes como responsables. Así entraron en escena Albert Salvans Giralt, Pere Cané Gombau, Lluís Bultó Serra y Jesús Navarro Lardiés, todos ellos discípulos de Andreo en la parroquia badalonina de Santa María, con edades comprendidas entre los 22 y los 25 años y sin vocación sacerdotal en aquella época (Cané, por ejemplo, tenía novia formal).

Después de un tiempo de estudios, los cuatro fueron ordenados como diáconos y con esta calidad empezaron a trabajar en diferentes parroquias. Salvans fue destinado a la parroquia de Sant Pius X, Cané a la de Santo Domingo de Guzmán, Navarro a la de Santa María (Vilafranca del Penedès) y Bultó se quedó en su parroquia originaria de Badalona.

Los jóvenes diáconos empezaron a organizar grupos idénticos en cada una de las parroquias y también a extender el concepto sui generis de «crecimiento personal» de Paco Andreo, materializado organizativamente en la constitución, en 1981, de la asociación Nuevos Caminos, presidida por Maria Àngels Fornaguera, también discípula de Andreo en la parroquia de Badalona.

Cuando Paco Andreo tuvo problemas en Badalona –debido a las denuncias de algunas familias que sospecharon que sus hijos eran manipulados y dominados por el sacerdote- y fue trasladado a la parroquia de San Nicasio, en Gavà, por decisión de Narcís Jubany, nadie alertó que sus cuatro pupilos aventajados, trabajando con grupos parroquiales de postconfirmación (14 a 17 años) y con chicos de 12 años, estaban actuando del mismo modo que su «maestro»: llevando a los menores a casas de colonias y reinterpretando las Escrituras a su conveniencia para demostrarles que había «una nueva manera de vida cristiana».

Al igual que el testigo de Asunción Pié sobre su relación con Albert Salvans, los diáconos modifican progresivamente la moral sexual de los menores hasta convencerlos que no se puede amar a los demás si no es dándose plenamente, esto es en alma y cuerpo, manteniendo relaciones sexuales. Progresivamente, la dinámica manipuladora sectaria y despersonalizadora de los diáconos consiguió que algunos jóvenes –a su mayoría de edad o con permiso paterno cuando eran menores- fueran a vivir con ellos en dos pisos que, aunque estaban separados por sexos y con entradas diferentes, se comunicaban internamente.

DERECHO A DESVIRGAR

En síntesis, la doctrina sexual del sacerdote Paco Andreo, tal como me lo han explicado ex-miembros del grupo, es una mezcla de ‘dogmas’ que no persiguen otra cosa que la sumisión sexual de quienes los aceptan. Así, por ejemplo, se postula que «la pareja estable tiene que ser rechazada por ser una manifestación nefasta del egoísmo que limita dar amor a una sola persona, excluyendo a los demás».

El inicio de las relaciones sexuales, según ha enseñado Paco Andreo, «le corresponde pedirlo al hombre, puesto que por naturaleza es más activo y menos constante (infiel), mientras que la mujer es más pasiva. Por eso tiene que ser el hombre quien decide con quién, cuándo y de qué manera quiere hacer el amor».

El pastor de cada «casita» tenía el privilegio de desvirgar a las chicas, según me explicaba una ex-miembro del grupo de Pere Cané: «Hasta antes de los 16 años sólo podías hacer el amor sin penetración, pero cuando llegabas a esta edad te decía «venga, que ya toca» y tenías el primer coito completo. Las relaciones sexuales se mantenían en el momento y el lugar que el líder decidía; él escogía a la chica y cada una se sentía muy contenta de esto, puesto que, al haber fomentado previamente una gran competitividad entre nosotras, en este y otros terrenos, la elección comportaba llegar a la cumbre de las preferencias del pastor. Mientras que a los chicos del grupo les podíamos negar una relación sexual, teníamos que aceptar todas las que nos proponía el pastor.

En aquellos días, en cada una de las cuatro ‘casitas’ había entre 10 y 15 chicas y 6 ó 7 chicos, Y en las parroquias movilizaban grupos de más de 20 jóvenes que se mostraban encantadísimos con aquellos diáconos tan abiertos y activos.

Al principio te chocaba todo aquello que ibas viendo –continúa explicando el ex-seguidora de Pere Cané-, pero al ser un grupo tan atractivo te lo ibas tragando todo poco a poco. Los adultos del grupo presionaban y tutelaban en todo momento, era obligatoria la confesión permanente y lo teníamos que explicar todo al monitor. Había una gran seducción dentro del grupo. Te llamaban por teléfono continuamente y si dejaban de hacerlo un día te sentías muy mal, como excluida. No se podían tener actividades o amistades fuera del grupo, así que vivíamos en un tipo de aislamiento que acabó por repercutir muy negativamente en los estudios y en nuestra misma vida».

INFORMADO PUNTUALMENTE

Cuando, en 1989, las familias de Asunción Pié y de su compañera Marta R. optaron por denunciar las prácticas de Salvans y de Cané, muchos padres cerraron filas alrededor de ambos y negaron la evidencia.

Estas familias católicas, de clase media más o menos acomodada, seguían confiando, obstinadamente, en la limpieza del entorno en el cual se desarrollaban sus hijos. Otros padres, aunque ya hace tiempo que intuyeron el trasfondo de Nuevos Caminos, han preferido seguir callando resignadamente y no alimentar un escándalo dentro de la Iglesia. «Así veo a mi hija al menos una vez al mes –ha expresado un padre- cuando viene a comer y a buscar el dinero que le doy para su manutención». Pero el silencio más grande, el mutismo más terrible e hiriente proviene del mismo corazón del episcopado barcelonés.

Joan-Enric Vives y Sicilia, nombrado obispo de Nona y auxiliar de Barcelona el 9 de junio del 1993, era, en la época de los hechos apuntados, el rector del Seminario Conciliar de Barcelona y conocía perfectamente a los seminaristas de la Casa de Santiago que, por otro lado, le informaban puntualmente de todo en lo referente a las actividades de Paco Andreo, sus diáconos y los miembros de Nuevos Caminos. El obispo Vives siempre se manifestó, privadamente, horrorizado por lo que estaba pasando y era contrario a la actividad de esta gente, pero nunca movió un dedo para impedir unos abusos sexuales de los cuales tenía perfecto conocimiento.

(…)

En la curia del gobierno del arzobispado de Barcelona, todos los prelados conocen perfectamente los detalles de esta historia de corrupción de menores, pero al menos cinco de ellos han tenido responsabilidad directa en su encubrimiento: los cardenales Narcís Jubany Arnau y Ricard Maria Carles Gordo, y los obispos auxiliares Calas Soler Perdigó, Jaume Trasserra Cunillera y Joan-Enric Vives Sicilia.

El silencio de los obispos, en casos como éste, deslegitima y desautoriza la misma integridad moral de la Iglesia como institución».

LOS RESPONSABLES DE LA OCULTACIÓN

En el libro Pederastia en la Iglesia española, Pepe Rodríguez da más detalles de estos hechos y señala la responsabilidad directa del copríncipe de Andorra:

«En la archidiócesis de Barcelona, un número indeterminado de menores de edad –probablemente más de setenta- de ambos sexos, fueron corrompidos sexualmente por un grupo de sacerdotes y diáconos. Los hechos fueron denunciados ante el arzobispado por al menos tres familias de las víctimas –puesto que la mayoría de los padres, algunos de ellos bien identificados por este autor, prefirieron aceptar los abusos sexuales a los cuales fueron sometidos sus hijos e hijas antes que enfrentarse a la Iglesia-, pero desde la cúpula eclesial se encubrió toda la red de delincuencia sexual, se engañó a las familias denunciantes –impidiendo que denunciaran los delitos ante la justicia civil y asegurando que los delincuentes serien expulsados de la Iglesia, cosa que nunca sucedió- y se protegió a todos los corruptores, tanto a los que eran sacerdotes, y lo siguen siendo sin problemas, como a los que eran diáconos y fueron posteriormente ordenados sacerdotes con el beneplácito de los prelados que conocían sus agresiones sexuales.

Entre los prelados con máxima responsabilidad en la ocultación de la red clerical más grande de corrupción de menores que ha habido nunca en España destacan los cardenales Narcís Jubany Arnau (ya fallecido y que fue un excelente obispo, a pesar de todo lo que se le pueda criticar) y Ricard Maria Carles Gordo (ex-vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, prelado poderoso que cuenta con el apoyo del Opus Dei y con cierta popularidad internacional después de haber oficiado la televisiva boda de la infanta Doña Cristina), así como Carles Soler Perdigó, Jaume Trasserra Conillera y Joan-Enric Vives Sicilia.

Carles Soler Perdigó era el titular de la parroquia de San Pius X de Barcelona cuando uno de sus diáconos, Albert Salvans, corrompió sexualmente a varias menores de la parroquia, en algún caso copulando en una habitación de la misma parroquia. Soler conoció con todo lujo de detalles la gran dimensión de los abusos sexuales cometidos en su parroquia y los encubrió con plena conciencia y voluntad. Hizo lo mismo después de ser ordenado obispo –el 22 de septiembre de 1991- y también desde su responsabilidad como obispo auxiliar de Barcelona, tiempo en el cual se tramitó el expediente secreto en el cual se ‘juzgó’ al clérigo delincuente implicado en este caso y que, naturalmente, fue ‘condenado’ a ‘arrepentirse’, en privado, por supuesto.

Jaume Trasserra Cunillera, desde su capital e influyente cargo de vicario general –tanto con el cardenal Narcís Jubany como con Ricard Maria Carles, que se vio forzado a cesarlo en 1995-, recibió siempre con los brazos abiertos a Pere Cané –uno de los activos protagonistas de la red de corrupción de menores- en los momentos más conflictivos y no dudó en mostrarse como valedor suyo y de Nuevos Caminos –la asociación a la cual pertenecían parte de los diáconos y sacerdotes que corrompieron a decenas de menores- cuando hizo falta, que no fueron pocas veces, llegando a enfrentarse con sus colegas prelados en defensa de los intereses de sus amigos.

Joan-Enric Vives y Sicilia, actual obispo de la diócesis de Urgell, era, en la época que actuó la red clerical de corrupción de menores, el rector del Seminario Conciliar de Barcelona y conocía perfectamente a los seminaristas de la Casa de Santiago –la institución a la cual pertenecían algunos de los sacerdotes que organizaron la red corruptora- que, por otro lado, le informaban puntualmente de todas las actividades de Paco Andreo –sacerdote que pertenecía a la red-, sus diáconos y los miembros de Nuevos Caminos. El obispo Vives siempre se manifestó, privadamente, horrorizado por lo que estaba pasando y era contrario a la actividad de todo este grupo de corruptores, pero nunca movió un dedo para impedir unos abusos sexuales de los cuales tenía perfecto conocimiento.

(…)

La existencia y manera de proceder de la red clerical de corrupción de menores que dio lugar a este caso es innegable, está muy acreditada y documentada, fue perfectamente conocida por la cúpula del arzobispado de Barcelona y el caso, en su conjunto, es altamente elocuente de la manera habitual de encubrimiento que la jerarquía católica dispensa siempre a los sacerdotes envueltos en escándalos sexuales.

Los expedientes internos abiertos por el arzobispado de Barcelona para ‘juzgar’ los delitos mencionados se cerraron imponiendo «determinados remedios penales a los sacerdotes responsables de la extinguida fundación canónica Casa de Santiago y de la asociación civil Nuevos Caminos», tal como acabó reconociendo y forzado por la publicación de mi libro, en una breve nota de la Secretaría General del Arzobispado.

Los «determinados remedios penales» no supusieron absolutamente nada para los sacerdotes implicados, que siguieron con su vida normal. A Franciso Andreo se le aconsejó que continuara en África –realizando actividades con Nuevos Caminos-, los diáconos que se liberaron de las denuncias personales fueron ordenados sacerdotes en Barcelona con suma discreción. El diácono Albert Salvans fue enviado para ordenarse a la diócesis británica de Westminster y destinado como sacerdote a Kentish Town. Pere Cané viajó a los Estados Unidos para ser ordenado en Wisconsin. De las víctimas nadie se ocupó y la archidiócesis ni siquiera tuvo que indemnizar a nadie entre las decenas de menores de ambos sexos que fueron corrompidos sexualmente por miembros de su clero».

COBARDÍA CRIMINAL

El arzobispo y copríncipe Joan-Enric Vives no ha pedido nunca perdón, ni en público ni en privado, por su cobardía criminal, que retrata el periodista y escritor Pepe Rodríguez en estos dos libros. Los hechos sucedieron unos años antes de que fuera nombrado, en 2001, obispo coadjutor de la Seu d’Urgell y, con posterioridad, en 2003, obispo y copríncipe de Andorra. ¿Abrirá el Vaticano una investigación sobre este caso, como ya ha hecho con los otros grandes escándalos de corrupción sexual de curas en otros países?

Si tenemos cuenta cuál ha sido la actitud de muchos responsables de la Iglesia al destaparse casos parecidos en otras latitudes, lo más honesto y coherente es que Joan-Enric Vives presentara su renuncia a los cargos que ostenta, como acaban de hacer los obispos chilenos.

Pero no tiene la valentía ni la decencia para hacerlo. ¿Hará falta que el papa Francisco le obligue? Ni los cristianos del obispado de Urgell se merecen a un pastor que hace la vista gorda con los lobos ni los andorranos a un copríncipe acusado de complicidad pasiva con una banda de predadores sexuales que han destrozado la vida de decenas de chicos y chicas, hoy adultos, que arrastran este trauma.

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