El presidente de Ciudadanos y líder supremo del partido naranja, Albert Rivera, aprovechó la tensión y la expectación creada los días previos al viernes 21 de diciembre para hacerse ver e intentar sacar pecho. Así, la formación naranja quiso presumir de nacionalismo español y para hacerlo montó un sainete al Parlament, disfrazado de reunión de grupo parlamentario, para que Rivera volviera en la cámara catalana después de mucho tiempo. Ciudadanos sabía ya que a aquella hora de la mañana las protestas se sucederían afuera del Parlament e intuía que su salida del edificio tendría que ser discreta o se enfrentaría a un nuevo abucheo en medio de la tensión de la calle.
Pero a los de Ciudadanos ya les va bien, el follón, y el día antes del 21-D ya comentaban entre ellos que había que aprovechar el clima hostil para obtener esta imagen y para lanzar un discurso más duro contra los independentistas y contra el gobierno español, el cual consideran prácticamente compañero de viaje de los soberanistas. Realmente, el regreso de Albert Rivera en el Parlament que lo vio nacer políticamente estuvo a la altura de su manera de hacer y de su discurso político
