Pongamos por caso que finalmente se celebra el referéndum que ha permitido que la CUP apoye unos presupuestos de la Generalitat que considera injustos. Pongamos por caso que el gobierno que lo convoca tiene el rigor y el respeto por los ciudadanos suficiente como para plantearles varias opciones. Pongamos por caso que estas opciones son: quedarnos como estamos, ampliar las competencias de Cataluña, optar por un Estado federal o crear uno independiente.
Evidentemente tres de las cuatro opciones se deben precisar y ser bien explicadas. ¿Qué competencias debería asumir Cataluña de las que ahora no tiene? ¿En qué consiste un Estado federal? ¿Y uno independiente?
Pongamos por caso que la mayoría de los catalanes opta por la salida federal. ¿Cuál sería el siguiente paso? ¿Se ha planteado esta hipótesis el gobierno de la Generalitat? O su reacción sería dimitir, lavarse las manos y hacer mutis por el foro dejando en el aire un «ja us ho fareu» («¡Ya os las apañaréis!»).
Por lo que nos cuentan -que no es mucho- los responsables del gobierno de Cataluña están preparando lo que llaman estructuras de Estado sólo para el caso de que este estado sea independiente. Pero no parecen tener ningún interés en preparar estas estructuras en caso de que la opción de la ciudadanía sea la federal.
Un gobierno democrático que represente a todos sus ciudadanos se preocuparía de tener previsto qué hacer en caso de triunfo de cualquiera de las cuatro opciones citadas. Si sólo piensa en el post-referéndum en clave independentista, entonces no se puede extrañar si sólo participan en la consulta los secesionistas declarados.
«Referéndum sí o sí!, dice el presidente Carles Puigdemont. El resultado también debe ser «¿Independencia Sí o Sí?».
