¿Y si el 83% de la población votara en blanco?

Después de que Pedro Sánchez anunciara la reiteración electoral, el profesor de Relaciones Internacionales de la UAB y ex director del Instituto Catalán Internacional para la Paz, Rafael Grasa, lanzaba a la arena del Twitter una comprobación y/o tentación: votar en blanco. No es un tema anodino. En cuatro años habremos votado cuatro veces el mismo tema. Votar en las elecciones españolas se ha convertido en una especie de 'revival' de la mítica película Groundhog Day (día de la marmota), en la que Bill Murray interpreta al arrogante meteorólogo Phil Connors que, mientras cubre el evento anual del Día de la Marmota, queda atrapado en un ciclo de tiempo, repitiendo el mismo día una y otra vez. Salvando las distancias y lo que haya que salvar, el Congreso de los Diputados español vive esta repetición permanente al menos de desde hace cuatro años y, desengañémonos, entrar en este bucle infinito crea desasosiego.

Por eso, el desafío de Grasa es, cuando menos, estimulante. El gran referente del voto en blanco lo encontramos, sin lugar a dudas, en el libro "Ensayo sobre la lucidez" del escritor portugués José Saramago, altamente recomendable. Una metáfora crítica en que el Nobel denuncia abiertamente los abusos de poder. Una novela extraordinaria donde el portugués hace un alegato a la dignidad y a la lucidez de la sociedad civil. La provocación es esta: Si el 83% de la población vota en blanco, ¿quién gana las elecciones? En el relato de Saramago esto ocurre, y el mismo escritor respondía a la pregunta en una de las presentaciones que de ese libro se hicieron: "Por supuesto, quien pierde es eso que llamamos democracia". En Lisboa, ante 1.500 personas, Saramago denunciaba que la democracia, así en general, "está bloqueada". y añadía contundente: "podemos sacar y poner gobiernos, pero no podemos derribar el verdadero poder: las estructuras económicas y financieras". y, ante todo esto, ¿qué podemos hacer? El también escritor de "Ensayo sobre la ceguera" tenía respuesta al disgusto: votar en blanco.

El propio presidente en funciones y candidato frustrado a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, se mostraba en términos similar en una entrevista que en su día le concedió al periodista Jordi Évole en el programa "Salvados", en la que reconocía la existencia del verdadero poder del que hablaba Saramago, el de las estructuras económicas y financieras. En aquella entrevista, digna de ser remitida, también decía que se había equivocado tachando Podemos de populista, y reconocía que al PSOE no le quedaba otra solución que trabajar codo con codo con Podemos. Ha llovido desde entonces y los posicionamientos han girado como si se tratara de un calcetín.

La verdad es que los políticos españoles también han abusado, de manera extraordinaria, de la paciencia de los electores, y estos últimos están hasta los bemoles de sus teóricos servidores. Merecen, inapelablemente, el 83% de los votos en blanco. Cada uno tendrá su culpable preferido. Para mí, se pueden repartir la culpabilidad entre todos y de manera proporcionada: desde casi un 29% del PSOE y hasta llegar al exiguo 0,20% del Partido Regionalista de Cantabria, pasando por el 14% de Podemos y los tantos por cientos que corresponda al resto de partidos con representación parlamentaria.

Aunque nada es generalizable, lo más peligroso del reto  'saramagoniano' es que este tipo de debates trascendentales sobre el voto en blanco suelen venir de la izquierda, y es esta la más propensa a descargar la ira sobre sus políticos quedando-se en casa o votando en blanco. La derecha, mucho más pragmática, acaba perdonando con mayor facilidad las estupideces de sus políticos y uniformemente votan en negro sobre blanco.

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