Urnas, twitter y democracia

La primera vez que oí el término democracia debía tener seis o siete años. Hasta entonces no lo había leído ni oído nunca. Mi tía y yo nos dirigíamos hacia una exposición en el CCCB y fue la acción de leer una pintada en una pared donde decía "democracia" lo que me hizo preguntarle qué quería decir este concepto. Mi tía me relató que la democracia consistía en escoger a los representantes de la ciudadanía y que, una vez elegidos, estos se reunían en unas cámaras donde tomaban las decisiones que nos afectaban a todos. Es por eso, subrayó, que cada cuatro años votábamos a los cargos y que la papeleta que cada ciudadano depositaba en la urna era secreta.

En los años siguientes acompañé a mis padres a votar cuando había comicios. Era curioso ver las largas colas que se formaban en  los colegios, así como observar como decenas de personas decidían qué horizonte político querían para los años próximos. El respeto y la solidaridad que imperaban entre los vecinos en varios comicios en qué me acerqué al colegio electoral eran enormes. La juventud dejaba pasar a los mayores para que no tuvieran que hacer cola y, cuando se producía alguna aglomeración, unos electores dejaban pasar a otros para que pudieran acceder o salir del local. Estos gestos de carácter cívico y ético que provocaban mi admiración contrastan con la decepción que he experimentado los últimos años al ver los insultos, las descalificaciones y las faltas de respeto que predominan en algunos sectores y entornos de Twitter por pensar diferente de la mentalidad dominante de algunas esferas sociales y políticas.

¿Los gestos de respeto y solidaridad que llevamos a cabo cuando vamos a votar responden al hecho de que la papeleta es secreta y no sabemos lo que vota el ciudadano que tenemos justo delante? Si un independentista cercano a los sectores más intransigentes supiera que el vecino de edad avanzada que reside en el mismo rellano vota a una formación no secesionista, ¿no le dejaría colar el día de las elecciones para que se evitara la larga cola? ¿Es que por pensar diferente nos tenemos que perder el respeto? Si todos pensáramos lo mismo, ¿qué sentido tendría elegir a los representantes políticos?

Imaginemos que todo el mundo tuviera escrito en la frente lo que ha votado en las últimas elecciones. ¿Nos insultaríamos en el metro, el autobús o en el puesto de trabajo? ¿No dejaríamos entrar en las oficinas o espacios laborales a los compañeros que están en nuestras antípodas políticamente? Supongo que no, puesto que esto nos llevaría a un auténtico caos social, pero es lo que pasa en Twitter.

En Catalunya, el clima de crispación que se respira en esta red social viene muy determinado por la polarización social y política de los últimos años, así como por el fuego que han azuzado algunos líderes políticos de los bloques independentista y no independentista. Les pondré un ejemplo para ilustrar el clima online que algunos sectores sociales y políticos generan aquí.

El pasado 4 de julio, Joan Coscubiela, exdiputado de Catalunya Sí Que es Pot, escribía en su cuenta de Twitter el mensaje siguiente: "Ante los nuevos contagios de la covid-19 en Catalunya hay que apoyar a los responsables sanitarios y políticos que afrontan una situación complicada. Pero sería un acto de honestidad si Quim Torra y sus consejeros repasaran lo que dijeron de Salvador Illa y Fernando Simón." Entre los comentarios con tono más agresivo y de descalificación, destacaría: "“Ei xivato tornes a pixar fora de test”, "Ets tant miserable que no afluixes ni en els casos més greus. Atacar, atacar, atacar i atacar. Ves a la merda, capsigrany” o "Coscu, com que a tu te’n sobra, d’honestedat, fes una cosa bona en la teva miserable vida i regala-la. Ah, no, que este personatge d’en Coscu estava al WC el dia que la van repartir". (Los mensajes han sido reproducidos textualmente).

Coscubiela, que actualmente no ejerce de representante electo, consiguió reunir en las famosas elecciones "plebiscitarias" de 2015 el apoyo de 367.613 ciudadanos. Cómo me explicaba mi tía, la democracia, entre otras cuestiones, sirve para escoger a los representantes de la ciudadanía. E insultar un representante o exrepresentante de la ciudadanía es faltar al respecto a los ciudadanos que lo han elegido como tal. O, dicho de otro modo, un insulto a la misma democracia. ¡Hace falta, de una vez por todas, que Twitter se convierta en un espacio de debate donde imperen el respeto, la tolerancia y el civismo que practicamos el día de las elecciones!

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