Una mujer en el semáforo, un hombre en la plaza sant Jaume

De camino hacia la Universidad Autónoma me paro en un semáforo rojo antes de entrar en Ronda del Litoral. Hacía tiempo que no había nadie pidiendo dinero. Hoy, sí. Hay una mujer vestida con harapos que se acerca a los vehículos que se paran y les pide dinero con un vaso de cartón de café para llevar. No lleva mascarilla. Cómo es previsible nadie le da dinero. Ni siquiera baja la ventanilla. Yo, tampoco. A las excusas que nos inventábamos hace unos meses cuando nos encontrábamos en esta situación para no dar dinero, ahora añadimos una de definitiva. "Tengo miedo que me contagie", me digo. No hay que recurrir al "no llevo suelto" o "no tengo tiempo de sacar dinero antes de que se ponga verde". La dejo atrás y pienso que lo tiene complicado para conseguir muchas limosnas. Al volver, en un semáforo, casi a la misma altura pero al otro lado de la Ronda, hay un hombre que también pide dinero. Lo único que he podido hacer es mirarles a la cara para intentar comunicarles mi sensación de impotencia.

Cojo el teléfono y miro los whatsapp que me han llegado. Un amigo ha escrito esto: "Esta mañana he hablado con Daniel Cedrun, persona sin hogar que está en huelga de hambre indefinida ante el palacio de la Generalitat, en la plaza sant Jaume. Daniel ha recibido la comunicación telefónica de la oficina del SOC de la denegación de la solicitud de prestación de la Renta Garantizada de Ciudadanía. Es un grave escándalo que confirma la mala praxis del Departamento de Trabajo en la implementación de esta prestación. Daniel se encuentra sin empleo e ingresos y con importantes problemas de salud".

Teníamos una sociedad injusta donde los ingresos y la calidad de vida estaban muy mal repartidos antes de la pandemia. Esta injusticia, esta desigualdad, esta pobreza, el sufrimiento que comportan, se están difundiendo y agravando. No podemos vivir con los ojos cerrados, mirando hacia otro lado o subiendo los cristales de las ventanillas de nuestros coches. No todo lo tienen que hacer los representantes políticos. Es cierto. Pero de ellos depende sobre todo la eficacia de la lucha contra estas lacras. Les tenemos que exigir que se preocupen de las mujeres y hombres que ignoramos en los semáforos cuando nos piden dinero, de los que se encuentran con que les niegan incluso el limitado apoyo económico que representa la Renta Garantizada o el Ingreso Mínimo Vital, de los que se quedan sin dinero en el banco y que tienen que continuar comiendo y pagando el alquiler, de los que quieren que sus hijos estudien en la universidad pero tropiezan con unas matrículas demasiado caras, de los que se tienen que confinar pero viven en viviendas donde es imposible hacerlo en unas mínimas condiciones de seguredad sanitaria,…

Y les tenemos que exigir que contribuyan, desde sus posiciones ideológicas diferentes, a resolver estos problemas. Penalicemos a los que, contrariamente y por cálculos electoralistas, contribuyan a agravarlos.

Hablando de elecciones, ahora se acercan unas. Pensad en la mujer y el hombre del semáforo y en Daniel cuando depositéis la papeleta en la urna.

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