Tetas

Qué forma de aguarnos la fiesta. Tan contentas y motivadas que estábamos todas con el éxito de la movilización del 8-M y descubrimos por culpa de una filtración que la talla del sujetador es el requisito más importante a la hora de escoger a los miembros femeninos del gobierno catalán. La sugerencia del ex-secretario de Hacienda y diputado republicano, Lluís Salvadó, de dar la cartera de Educación a la mujer que tenga «las tetas más grandes y ya está» dice muchas cosas sobre la forma de hacer política en este país. No es sólo un comentario machista inaceptable en un cargo público. También demuestra una vez más que el criterio utilizado para nombrar consejeros y secretarios generales tiene que ver más con el volumen de los genitales que con el currículum profesional y la capacidad cerebral.

La frivolidad con la que los partidos políticos se reparten los cargos institucionales es una vergüenza, como también lo es la inexplicable respuesta de la dirección republicana apoyando a Salvadó como si fuera una víctima en lugar de exigirle la dimisión inmediata. Nadie puede negar que la conversación privada se ha filtrado interesadamente para perjudicar al independentismo, a pesar de que hay que matizar que los miembros de este selecto club son los primeros en desacreditarse con tantas riñas de gallos. Sin embargo, esto no quita que la gravedad de las palabras exija menos condescendencia y más contundencia. De lo contrario, una podría llegar a pensar que Marta Rovira es la secretaria general de Esquerra por el volumen de sus pechos y no por su valor político.

Las palabras de Salvadó demuestran que el machismo es transversal. La cosificación de la mujer la practican de pensamiento, palabra y obra tanto los de derechas como los de izquierdas, tanto los constitucionalistas como los independentistas. Y eso me lleva a pensar que las feministas tenemos por delante un reto colosal y que en la manifestación histórica del jueves pasado hubo mucho postureo político. La cuestión es que no se trata sólo de cambiar la mentalidad de los hombres para que nos dejen de ver básicamente como un culo y unas tetas. También tendremos que combatir la incoherencia de las mujeres republicanas, que han defendido a su impresentable compañero de partido como leonas al día siguiente de haber salido a la calle a pedir igualdad.

En este contexto, me ha sorprendido que Alfred Bosch haya sido incapaz de valorar las palabras machistas del diputado de ERC con la misma contundencia con la que juzga el gobierno de hAda Colau. Bosch, proclamado el sábado pasado candidato a la alcaldía de Barcelona en una votación a la búlgara, se ha limitado a decir sobre Salvadó que compartirá «lo que decidan los órganos del partido» comenzando por la sectorial de mujeres. Francamente, esta respuesta tan mediocre no va con él. En boca de Alberto Fernández Díaz no me habría extrañado, pero en un intelectual de su talla queda fatal, sobre todo porque ha puesto muy alto el listón de la crítica surrealista a la desconcertante gestión de los comunes.

Pero tranquilas. Si la gran esperanza blanca republicana para substituir a Colau falla porque se le ha acabado la imaginación, a los independentistas siempre les quedará Jordi Graupera i Garcia-Milà, patriota, filósofo, tertuliano y amigo de Salvador Sostres. El día 20 de marzo ha organizado una conferencia para presentar su propuesta para Barcelona. A pesar de que la cosa se lleva en secreto, Sostres ya se ha encargado de avanzar algunas ideas: su amigo exigirá la cabeza de Colau, Trias y Bosch. Cuesta poco imaginar que este intelectual orgánico quiere rentabilizar electoralmente la fotografía que le inmortalizó el 1-O en el instituto Ramon Llull. Recuerdo que era el único que la policía arrastró por el suelo vestido de boda.

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