Sócrates, Séneca, Cicerón y Junqueras…

Tengo un amigo posconvergente que dice que Oriol Junqueras se ha vuelto loco, y que por eso dice lo que dice y hace lo que hace. Tengo otro amigo, en este caso republicano, que dice que Carles Puigdemont se ha vuelto loco, y que por eso dice lo que dice y hace lo que hace. Coinciden los dos en decir que a Quim Torra le viene grande el traje de presidente…

Mezclar prisión y exilio es como mezclar churras con merinas. Vaya por delante el enésimo rechazo a la prisión, provisional y desmedida, de los políticos catalanes. Entiendo la espantada que en su día hicieron los políticos independentistas para no tener que ingresar en prisión, e intuyo que no debe ser fácil vivir suelto, pero con una cadena larga y limitada, que impide volver a casa. Sin embargo, encuentro incomparable el exilio con la cárcel.

Así, entiendo que Junqueras reivindique su sacrificio, como lo pueden hacer el resto de prisioneros, sean posconvergentes, republicanos o Jordi Cuixart. Junqueras saca pecho cuando en una entrevista en el rotativo francés Le Figaro dice que decidió quedarse en Cataluña en lugar de ir al extranjero, como hizo Puigdemont, "por sentido de responsabilidad con mis ciudadanos". De hecho, poco antes, la pareja de Junqueras se expresaba con similares palabras. El líder de ERC también explicaba al diario francés que "Sócrates, Séneca o Cicerón tuvieron la posibilidad de huir y no la aprovecharon". Más allá de la inmodestia de compararse con los grandes clásico y de la oportunidad de verbalizarlo ahora, cuando las aguas son más turbulentas que nunca, entiendo la observación. Sin embargo, sería bueno recordarle a Junqueras que su mano derecha, Marta Rovira, o Toni Comin y Meritxell Serret, se fugaron, como también lo hizo Puigdemont, o Clara Ponsetí, o Lluís Puig, o Anna Gabriel.

Como ya escribía la semana pasada en este mismo espacio, la sintonía entre Junqueras y Puigdemont es inexistente. Así, es fácil deducir que las palabras de Junqueras han hecho daño a Puigdemont que, a pesar de llevar el freno de mano puesto, respondía desde Dublín diciendo que "todos sabemos dónde estábamos y lo que hicimos, yo siempre he dicho que tendré paciencia hasta la sentencia; después, cada uno explicará lo que tenga que explicar". Unas enigmáticas y amenazadoras palabras de un ex presidente con fama de confeccionar listas negras.

Así, como escribía la última vez citando al presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, si queremos deshacer el nudo del conflicto del proceso, "el soberanismo ha de dar juego a nuevos liderazgos". El último intercambio de 'golpes' entre Junqueras y Puigdemont, confirman la necesidad. Difícilmente alguien que no se habla o lo hace en estos términos, podrá resolver vía el diálogo un conflicto de esta magnitud.

Como decía Séneca, "la ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierta".

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