Sin ser brillante, Sánchez brilla

En la primera sesión del debate de investidura, un sorprendentemente lúcido Gabriel Rufián planteaba un interesante dilema sobre la estrategia del candidato Pedro Sánchez: "O es un irresponsable, o quiere ir a elecciones". En caliente, resolvería la disyuntiva decantándome por la segunda opción: quiere ir a elecciones. Sin embargo, para mí la disyunción acaba confluyendo: querer ir ahora a elecciones es una irresponsabilidad. Sea como quiera, con Sánchez es muy difícil resolver las ecuaciones. Seguramente no será la mente más preclara que ha pisado el Palacio de la Moncloa, pero tiene la habilidad de caer de pie como los gatos. Su historial lo certifica.

Cayó de pie cuando, tras dimitir por discrepancias con su partido (PSOE), que le invitaba a abstenerse para facilitar la investidura de Mariano Rajoy (PP) y acabar con la inestabilidad política en España (¿os suena?), ganó las primarias imponiéndose a Susana Díaz y Patxi López. Cayó de pie cuando en el año 2018, después de la sentencia de Gürtel, presentó y ganó una moción de censura a Rajoy, siendo investido presidente. Cayó de pie cuando ganó las pasadas elecciones generales con 123 diputados (39 más que los que tenía). Y seguramente caerá de pie cuando en septiembre consiga ser investido in extremis presidente del Gobierno o, en caso contrario, cuando gane las elecciones de noviembre.

Como reza el titular, sin ser brillante, Sánchez brilla. Esto no impide que algún día, a base de tentar a la suerte, la luz se le apague. Desconociendo la estrategia de Sánchez, sin saber ni siquiera si la tiene, aplazar la investidura tiene demasiados riesgos. Como ya avanzaba Rufián, la generosidad republicana irá a la baja en cuanto se conozca la sentencia del juicio del ‘procés’, y a esto se le puede añadir la Diada del 11 de septiembre, que se intuye caldeada. Todo ello, sin presuponer que las aspiraciones de Pablo Iglesias coticen a la baja. Así, la suerte de Sánchez se pondrá a prueba una vez más.

En contraste con la unidad monolítica de la derecha, el último y lamentable espectáculo ofrecido por Sánchez y Iglesias ('tanto monta, monta tanto') vuelve a demostrar que, como decía el filósofo Gustavo Bueno, "la unión de las izquierdas es una idea absurda". Las derechas han venido a pactar y repartirse el botín, mientras las izquierdas se pelean eternamente. Desde la recuperación de la democracia, en España no ha habido un gobierno de coalición de ningún tipo y, visto como está el patio, nada hace indicar que el primero haya de ser necesariamente de izquierdas. Aunque las encuestas digan que, en una eventual contienda electoral, Sánchez aún no ha tocado techo y continúa creciendo, jugar a la ruleta rusa política conlleva ciertos riesgos, y las derechas acechan la oportunidad de tomar el poder. Quizás al final, Sánchez y Iglesias pagarán caras sus respectivas arrogancias.

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