Si buscas venganza, prepara dos tumbas

Es tan atávica, multifacética y omnipresente que resulta más que fácil perderse en ella. La hay para todos los gustos y su naturaleza depende mucho del cristal por la que se mire. Pero, en definitiva, para las personas, una a una, violencia es lo que cada cual percibe como tal. En Cataluña está très à la mode. Por algo será.

Aquella secuencia del primate, enarbolando un hueso como arma, con que comienza la película de Kubrick “2001: una odisea del espacio”, retrata magistralmente el recurso a la violencia en los humanos. Desde el gesto, que acaba necesariamente en herida y muerte, ha llovido mucho. De la violencia física hemos evolucionado hasta la psicológica, pasando por la política, religiosa, terrorista, simbólica, etc. etc. etc. Por haber hay hasta cultura de la violencia y, desde luego, ciber-violencia y, por añadidura, se manifiesta de manera individual y más o menos colectiva. En fin, las violencias, como las toxicomanías, suelen ser polivalentes.

Es materia, la violencia, de análisis sociológicos, estudios antropológicos, visiones sicológicas, indagaciones policiales y, desde luego, de tratamiento legal, entre otras muchas cosas. A veces adquiere, como con las bombas o los tsunamis, una dimensión bíblica. Otras, se remite a una palabra o un simple gesto. Y, como el rayo de sol que pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo, no faltan violencias aparentemente asépticas, pero de efectos demoledores.

Farda el nacionalismo catalán de no-violencia, quizás dejándose llevar por la comparación con su primo-hermano, el nacionalismo vasco, que en su último arrancón se llevó por delante a mil y pico personas, sin contar las víctimas inducidas. También podría ser que tal cotejo se hace con su ancestro carlista que, en nombre del trono, el altar y la espada, resultó especialmente cruento. O, en fin, respecto a la inmensa violencia desatada por conflictos nacionalistas a lo largo de la historia. Hasta si se contrasta con lo que a algunos les pide el cuerpo, podría verse el “procés” como una inmaculada variable de pacifismo.

Pero, como la violencia no empieza ni termina con aquéllas u otras variables similares, resulta que el “procés” aparece como un pozo sin fondo de variopintas violencias. Y entre ellas, se lleva la palma la que, de manera insidiosa, se ejerce cotidianamente sobre muchísimas personas, a lo largo y lo ancho de Cataluña, como resultado de una atmósfera tóxica que se ha instalado en cada lugar de trabajo, entre amigos, familias y matrimonios, en cada célula social, donde antes se compartían cosas. Esta violencia excluyente, en la que campa a sus anchas el adoctrinamiento, la propaganda, la manipulación informativa, las mentiras… resulta demoledora para las personas. Adquiere la forma de guerra entre ellos y nosotros, que se reduce a catalanes contra catalanes.

Violencia que se metamorfosea en otras de cariz intelectual, más peligrosas a largo plazo, y que pueden acabar conformando un frame de la violencia en el que, por ejemplo, resulta de lo más normal acosar, perseguir a los que no piensan como tú. Violencia, cómo no, en las redes sociales, donde está abierta permanentemente la veda para insultar a todo bicho viviente que no comparta el credo nacionalista, incluidos todos los españoles por el hecho de serlo. Violencia de la postverdad y la demonización de los otros. Violencia pura y dura, en fin, como la que practican los CDR’s, llamativa, desde luego, pero que no es más que la punta del iceberg de la violencia política que ejerce el nacionalismo desde las instituciones o desde las denominadas “entidades” que, como dijo Urkullu, constituyen una peligrosa anomalía.

Los muchos tipos de violencia distinguibles varían, como lo hacen sus definiciones, según múltiples factores. Pero más allá del maniqueísmo, de las etiquetas, de los intentos de dorar la píldora, lo que resulta incuestionable es que un fenómeno de la magnitud y trascendencia del “procés” pueda estar exento de violencia. Quienes así lo creen o padecen de daltonismo interesado, han caído en la panfilia (amor a todo) o, sencillamente, resultan ser unos cínicos peligrosos. Y, como dice el proverbio chino, “si buscas venganza, prepara dos tumbas”.

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